lunes, 6 de junio de 2011

kimi wo mamoru tame ni `[ cap 7 ]


Por fiiiiiiiin!

Esta vez la A.A.C.M. Se ha lucido xD un mes exacto para subir la conti xD en fin, gomenasai u.u" Pero aquí está ya n.n

Gracias por vuestros comentarios >.<
Espero que os guste, ne

Dozo~~
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Kimi wo Mamoru Tame ni
[Por Protegerte]

Capítulo 7


Hanaretakunai Kara
[Porque no Quiero Dejarte Ir]


Una liviana luz azulada entraba por esa ventana, dibujando con suma delicadeza cada exquisito trazo de sus facciones, e iluminando en un acuoso destello unos ojos llenos de angustia.

- Chinen...

Aquellos labios tan suaves, deseaba sentirlos en esta cercanía eternamente.

Sentí el tacto terso de su piel mientras mis manos descendían livianas por sus brazos. El trayecto finalizó al entrelazar nuestros dedos para alzar aquel nuevo agarre, posando cada mano a un lado suyo sobre la superfície de la puerta, las estreché fuertemente, sintiendo las suyas contestarme.

Mis labios hicieron contacto con su mejilla, luego dirigiéndose hacia su quijada, para después seguir descendiendo rumbo a su cuello.

Quería besar cada centímetro de su piel.

Esa leve presión en mis besos fue adquiriendo ardor, provocándole con el juego de mis labios suspiros a ese pequeño cuerpo.

- Yamada... no...

Detuve la succión que inconscientemente estaba ejerciendo.

- Lo siento.

Nuestras miradas hablaban, y la suya me había recordado el hecho nefasto de que a aquel cuerpo no podía marcarlo. Suspiró rehuyendo de mis ojos, y delineé la delgada línea de luz que dibujaba su rostro, alzándolo al llegar al mentón.

- Sonríe para mí, ¿Sí?

No pude evitar esa demanda ante aquella sombría expresión. De inmediato, casi como si le hubiese divertido la petición, aquella suave línea curva se dibujó en sus labios.

No pude evitar sonreír también.

Sus manos se cogieron al borde de mi camiseta, alzándola en el aire. Ascendí los brazos, ayudándole a deshacerse de aquella pieza de ropa que cayó en el suelo.

Esa mirada acarició cada rincón de mi torso, llevando con ella una sonrisa suave difuminada en su rostro. Las yemas de sus dedos hicieron un dulce contacto con mi piel. Observé los leves cambios de expresión mientras se paseaba por cada centímetro desnudo: Cómo se entreabrían sus labios, cómo sus ojos se agrandaban y volvía a entrecerrar los párpados, cómo sonreía con levedad... Exploraba con el tacto cada rincón de piel, minuciosamente.

- Eres tan cálido... - dijo inexpresivo, y su rostro se recostó sobre mi pecho.

Se alejó con lentitud, alzando la mirada.

- Yamada... ¿Me quieres? ¿Sólo a mí? ¿De verdad?

Su mirada era un código indescifrable, aunsente pero anhelante por una respuesta.

- Ninguna palabra es capaz de expresar mis sentimientos hacia ti.

Agachó la cabeza, con una sonrisa tímida mientras se mordía con levedad los labios.

- Entonces házme sentirlo.
- ¿Hmn?
- Haz que tus sentimientos lleguen a mí.

Sonreí.




Su cuerpo semidesnudo bajo el mío en aquel colchón parecía hecho de refinada porcelana. Adentré mis manos en aquella camisa abierta a mí, apenas rozándole con mis dedos desde los costados de su torso hasta su cintura, casi temiendo romperle. Su boca no pronunciaba nada, tan sólo me miraba con esos ojos almendrados, respirando con los labios entreabiertos. Hasta que se los mordió.

- No me mires, por favor. - rehuyó de mis ojos.
- ¿Por qué? Quiero contemplarte tanto como pueda.
- Mi cuerpo está..., me avergüenza.

Era cierto, tenía leves magulladuras a los costados, y el haber insistido en mantenerse con aquella camisa me hacía sospechar de que en su espalda aquéllo se quedaba en poco.

Acaricié su mejilla, pasando mi pulgar sobre la comisura herida de su labio.

- Eres perfecto.
- No... No digas éso.
- Para mí, no importa cómo estés Chinen, siempre lo serás, ¿No lo entiendes? Tu cuerpo ha sido hecho para que yo lo acaricie, tus labios creados para los míos, tu mirada pensada para hacerme estremecer...

Cogí su muñeca, alzándola mientras mi mano avanzaba en una caricia leve hasta su palma, recorriéndola en un suave toque con los dedos, para después entrelazarse calmadamente con su mano. Dirigí mi vista a la suya que antes también había estado observando aquel acto que había pausado mis palabras.

- ¿No sientes que encajamos con perfección?

Su mirada, sin apartarse de mí, comenzó lentamente a hundirse en húmedas gotas que cayeron rodando por sus sienes.

- Ey... - le reproché con suavidad, sonriéndole - ¿Por qué lloras?

Solté su mano para secar las lágrimas que adornaban aquel rostro.

- No sé... Todo es tan... tantísimo, demasiado.- sollozó, cómo lo haria un niño pequeño.
- ¿Lloras porque me quieres? - sonreí más abiertamente.

Asintió.

Sus labios apretados, ligeramente curvados hacia bajo, el nudillo de su dedo índice secando las lágrimas que salían de sus lagrimales, el sonido de su nariz al coger una pequeña cantidad de aire tras ótra, simplemente aquella escena... Me pareció adorable.

Acaricié con la mano su hombro, dejándola viajar sola hasta su pecho. Toqué con el pulgar aquel botón rosado, y me percaté de que la piel más cercana se erizó. Volví a hacerlo, obteniendo como respuesta que sus hombros se alzaran ligeramente. Me incliné hasta quedar frente a esa parte y escuché cómo retenía el aire en sus pulmones, aun con restos del llanto en su respiración. Hice círculos con la lengua alrededor de la zona, y percibí lo endurecido que se encontraba ya su pezón. Alargué la mano para comenzar a estimular el ótro, que no tardó en adquirir el mismo estado. Lamí con la punta de la lengua antes de abandonar ése y llevar mi boca hasta el ótro, comenzando a succionarlo.

- Ah... Yamada...

Mi nombre sonaba tan bien en aquella voz.

- ¿Se siente bien? - dije sin casi pausarme.
- Se siente... dulce, tus caricias son dulces.

" Porque yo te amo ", no pude refrenar aquella sonrisa amarga, simplemente el rostro de aquella otra persona irrumpió sin permiso en mi mente.

- Te quiero. - dije.

Nuestros labios se unieron. Su lengua, su piel, su mente y hasta su respiración... Quería que todo fuera mío, sólo mío.

- Hmn...- sonó bajo aquel beso al haber acariciado su entrepierna sobre aquella fina tela.
- Levanta las caderas...- dije entre nuestros labios.

Al hacerlo deslicé sus boxers por sus piernas, dejando al descubierto esa palpitante erección, la cogí en mi mano y tan sólo sentirla, hizo que mi entrepierna se apretara todavía más. La mano empezó a movimentarse, creando un compás que percebí que a aquel cuerpo bajo el mío le gustaba. Un gemido agudo hizo que sonriera sin apenas separarme de aquel contacto.

- Eres tan mono.

Dejé que sus gemidos salieran libremente por esa boca, separándome de ella.

Me lamí los dedos, para llevarlos, luego, hasta su entrada, e introducir uno de ellos entre su estrechez.

- Ah... - sonó otra vez, tan delicadamente sobre su boca.

Realicé pequeños círculos que aumentaron de tamaño hasta poder adentrar otro dedo. Lo hice, y su espalda se curvó ante la intrusión.

- ¿Duele?
- No..., sigue..., más adentro... - me susurró y sentí que podía venirme ahí mismo al escuchar tan erótica voz.

Mis dedos se profundizaron en su cálido interior, haciendo un movimiento de tijeras.

- Hmn... Ah...

Sus caderas se movían al ritmo con el que me adentraba en él, dejándome una imagen de desmesurada sensualidad que me provocaban dulces pinchazos.

- Yamada... - me besó.

Disfruté del primer beso cuya iniciativa había sido tomada por él, como si fuera realmente el primero.

Nuestras lenguas jugando, peleándose, acariciándose, y volviendo a jugar, no hacían más que endurecer más aquella erección bajo mis boxers.

Retiré mi ropa interior, dejando la atención que le estaba dando de lado durante unos instantes.

- ¿Dolerá?
- Te he preparado bien, no te preocupes. - ejercí presión con los míos en sus labios.

Él me sonrió, dándome vía libre.

Empecé a penetrar en su interior, sintiendo mi cuerpo arder en deseo.

Al comprobar que de verdad no era doloroso como, de seguro, para él solía ser, sus caderas se movieron y, me obligó a introducirme de una estocada empujándome con las piernas que habían rodeado mis caderas.

- Muévete, Yamada... muévete. - ordenó con aquella voz tan deleitable.

Unas profundas y lentas embestidas disfrutaban con su lujuriosa calma de aquel cuerpo, entraban y salían de su interior, como queriendo atesorar cada movimiento.

Las manos de Chinen se hundían en mi espalda, con diferentes intensidades según mis movimientos y sus reacciones.

Contorneé su rostro en una caricia, apartando por el camino los cabellos adheridos a aquel semblante por el sudor, y no pude resistirme a unos labios que me llamaban. Ese beso aumentaba de excitación y ritmo a la par que las embestidas. Nuestros gemidos ahogados entre nuestras lenguas se diluían en la oscuridad de aquel frío cuarto.

- Más rápido, más rápido... - jadeaba.

Aunque no hiciera falta, puesto que el compás se aceleraba casi solo, pues mis caderas se movían sin mi permiso.

Volví a coger su miembro en mis manos y masagearlo al ritmo que habíamos creado.

- Yamada, ¡Si haces éso me voy a venir... Ah!

Sus caderas, como si también tuviesen vida propia comenzaron a acelerarse.

- Tú llevas poniéndome al... borde del orgasmo... desde el comienzo y... Ah... no me quejo. - bromeé, y él sonrió.

El ritmo aumentó, llenándonos de una locura insaciable que se desbordaba por cada poro de nuestro cuerpo.

- Yamada... Voy a...

No pudo completar la frase: Su espalda se encorvó, de su boca salió un hilo de voz jadeante, sus dedos se clavaron con fuerza en mi espalda, sus labios fueron mordidos con furor, y su entrada se estrechó de tal manera que un estremecimiento vino a mí, y casi a la milésima de segundo siguiente una oleada de calor me hizo retorcerme y sobrepasar todo límite de lo que se tiene concebido como placer, más allá de toda palabra, como una pequeña y deliciosa muerte.

La sensación abandonó mi interior, pero mi cuerpo, al igual que el de Chinen, todavía experimentaba los efectos calmantes de aquella agotadora sensación.

Alcé un poco más el rostro hasta poder mirarle a los ojos, y, casi inconscientemente, volví a besarle. Nunca me cansaría de sus besos, tan dulces y delicados, eran como él.

- No quiero salir de ti, estás tan calentito. - hice un puchero cómico.

Una risa divertida salió de su boca.

- Si nos quedaramos así eternamemte sería un problema, ¿No crees?

Volví a hacer el gesto anterior, terminándolo con una risa antes de dejarme caer por fin en el colchón.

Me tumbé a su lado derecho, de costado. Él, tumbado boca arriba dejó desacansar sus piernas sobre las mías flexionadas y posó su cuello en mi brazo que le acercaba a mí desde los hombros.

- Yamada... ¿Así que... ésta es la diferencia entre hacer el amor y tener sexo?

Sonreí, y asentí.




Llegué a la habitación de Chinen con él cargando en brazos. No hubo manera de despertarle, ¿Realmente estaba tan agotado? Sea como fuere, tan sólo le dejé durmiendo plácidamente en su cama.

-¡Shin-chan, ¿Dónde estás?! - me dirigí hacia el comedor, de donde procedía esa voz.
- ¿Qué pasa, Ryutaro?
- ¡No está! ¡Llevamos buscándole dos horas y no está! - dijo desesperado, sin apenas poder controlar los altibajos que hacía su voz.

Jamás lo había visto así.

- Tranquilízate, le encontraremos.
- ¡¿Y si le ha pasado algo, Yamada?! ¡Él no hace estas cosas! Es culpa mía, ¡Nos peleamos y él se fue! Dios... ¡Si le llega a ocurrir algo no sé qué hare, no lo sé!
- No pierdas los estribos, Ryutaro, no puede estar muy lejos, ¿Vale? Tranquilo, yo también te ayudaré a buscarle.

Escuché cómo la insistente voz de Ryutaro, repitiendo el nombre de su hermano, se perdía al avanzar pasillo adentro.

Entré en cada habitación, mirando en cada rincón y en cada parte de aquel centro, pero no había ni siquiera indicios de él. Empezaba a preocuparme de verdad.

-¿Ya le han encontrado? - preguntó uno de los tantos que también estaban ayudando a buscarle.

Negué con la cabeza, apenado.

Pasé por una de las habitaciones en las que antes había estado, notando algo extraño, más bien, un pie extraño sobresaliendo de debajo de un escritorio. Entrecerré los ojos, intentando divisar mejor, pero sí; era un pie. Me acerqué con sigilo y de una sóla vez me agaché. Bajo aquella mesa vi unos ojos estupefactos y alarmados, mientras se rodeaba con los brazos las rodillas donde apoyaba su barbilla.

- ¿Sabes? tu hermano está muy preocupado.

Su mirada se transformó en una súplica, un ruego por mi silencio. Apreté los labios y suspiré, decidiendo darle un margen de tiempo. Gateé hasta quedar al lado de su figura apoyada en la pared bajo aquel cercano techo de madera.

- ¿Por qué estás aquí?
- Porque este sitio es genial para esconderse, ¿No crees? - evadió mi pregunta, intentando sonreír sobre aquella expresión desgastada.

Sonreí.

- ¿No me dirás la razón por la que te estás escondiendo de Ryutaro?

Shintaro suspiró, rindiéndose.

- Porque me da vergüenza mirarle.

Abrí la boca, pero encontré más adecuado engullir aquel "por qué" que surgió en mis adentros.

- Yamada-kun, ¿Tú sabes por qué las personas son malvadas?

Una pausa nos envolvió durante escasos segundos.

- Papá me decía "la gente no nace buena ni mala, pero tú ni siquiera naciste gente." Lo recuerdo como si todavía le tuviese en frente, con aquel fuerte aliento a alcochol. - Shintaro trató de sonreír, pero aquella sonrisa se volvió una mueca de llanto, tragó saliva, apretando con fuerza los ojos hasta lograr controlarse. - ¿Sabes, Yamada-kun? Mi madre murió al darme a luz. Por este hecho papá empezó a beber, y a desvincularse de su trabajo, hasta tal punto que nos empezó a faltar comida y hasta la atención que necesitábamos al ser todavía pequeños.

- Shint...

- Él me odiaba. - me interrumpió. - Me lo decía siempre que podía " Sin ti hubiéramos estado mejor", "Monstruo asesino", todavía siento las manos de Nii-chan tapándome los oídos para que no escuchase, sin embargo éso apenas impedía que esas frases llegasen a mí. - se colcó ambas manos en los oídos, cerrando los ojos para transportarse a ese entonces, y de esa misma manera siguió narrando -: Y entonces ocurrió: Una noche cómo ótras, llegó ebrio a casa, " no te preocupes, yo estoy aquí, ¿Vale, Shin-chan?" ¿Por qué aun recuerdo perfectamente lo que me decía Nii-chan mientras, tumbados en la cama, le abrazaba temeroso? - tragó saliva con fuerza, retirando sus manos y abriendo los ojos mientras volvía a rodearse las piernas flexionadas contra él. - Papá entró en nuestro cuarto, me arrancó de sus brazos entre forcejeos y gritos, " Mataste a mi preciosa y dulce Aiko, la mataste" Sí, fueron justo esas palabras las que vociferaba por su boca mientras me arrastraba del brazo. Tosí al clavarme en la pared con aquella fuerza que a mi cuerpo de siete años le causó un dolor terrible, y tan sólo cerré los ojos, esperando el golpe que su puño alzado en el aire me había preparado, pero en cambio, Yamada-kun, sentí una calidez interponerse en su camino. - suspiró, y cerró de nuevo los ojos. - " No permitiré que vuelvas a hacerle daño" Éso dijo. Yamada-kun, ¿Me creerías si te digo que en ese entonces, aunque realmente no me diese cuenta, ya estaba enamorado de Nii-chan? Probablemente no. Mi cuerpo se tensó al instante al ver lo que llevaba en sus manos, Nii-chan había cogido una de las armas del cajón de papá, de antes de que le echasen del cuerpo de policías, y la apuntaba, con manos temblorosas hacia él. Puesto que papá adoraba a Nii-chan, le había enseñado cómo utilizarla, era... ¿Cómo diría? Su hobby. Los recuerdos que tengo de ello, a diferencia de otras cosas, se me hacen difusos... Mi memoria me lo bloquea. - sus ojos ya abiertos empezaron a humedecerse - Sólo recuerdo un paso, y luego un ruido seco y conciso, y mis manos agarrando con una fuerza enorme la tela de la camisa del pijama de Nii-chan, y un caos en mi interior, y al segundo siguiente un gran "boom" cayendo al suelo, y sangre... sangre.. rojo por todas partes y un abrazo intentando evitar que mirase, y lágrimas, sonido de llanto, y frases de consuelo, y mi cuerpo incapaz de hacer un sólo movimiento aun sintiendo aquel temblor interno....

- Shintaro... - le zarandeé al ver cómo sus ojos no pestañeaban, a pesar de caer lágrimas gruesas por ellos.

Se volteó con una sonrisa contradictoria a sus lágrimas, mirándome.

- ¿Crees que soy un monstruo? Mamá.. Murió por mi culpa... Papá también, y Nii-chan, ¡Yo le he destrozado todo lo que tenía! Si no fuera por mí ahora mismo tendría unos padres dulces y cariñosos, no tendría que haberse visto empujado a cometer algo tan horrible, se habría enamorado de una chica preciosa y todo le sería más fácil... Yo, yo sólo le traigo problemas, no quiero preocuparle más...

Shintaro se secaba las lágrimas con las mangas de su camisa.

Pasé mi brazo al rededor de sus hombros y le atraje a mí. Simplemente sentí que necesitaba un abrazo.

- No eres un monstruo, tú no escogiste que éso pasara, ¿Verdad? simplemente ocurrió, las cosas ocurren a nuestro alrededor, nosotros no podemos controlar las circunstancias que nos rodean, tan sólo vivirlas, y siendo así, ¿No crees que esconderse bajo un escritorio es una forma horrible de enfrentarse a ellas?

Un leve y meditativo silencio. Sonreí.

- Tu hermano te quiere muchísimo, y está ahí fuera buscándote como un loco, - no pude evitar dejar escapar una risita. - deberías verle.

El pequeño rió y aspirando con su congestonada nariz el aire entrecortadamente, se secó las lágrimas.

Salimos de la habitación y grité el nombre de su hermano, quien no tardó en acudir desde una de las habitaciones.

- ¡Shin-chan!

Esa voz dijo una vez más aquel nombre, ahora con un tono sorprendido y algo aliviado, mientras avanzaba a pasos veloces hacia nosotros.

- Nii... ¡Hmn!

Aquellos labios no le dejaron pronunciar palabra alguna, el pequeño cuerpo de Shintaro fue tomado por unos brazos que le rodeaban la cinturar ferozmente, mientras un beso lleno de ansias le devoraba con desesperación, como si hubiesen estado separados por años.

- ¡Nii.. Hmn! - pronunció dificultosamente al divisar cómo los que antes habían estado buscándole llegaban gradualmente hasta aquella escena. - ¡Nos estan mirando, Nii-chan!

Por fin consiguió separarse.

- Me da igual... No me importa quien nos mire...

Ryutaro acarició ese semblante que se alzaba para poder alcanzar la elevada estatura en la que aquellos ojos le miraban, derramando toda la desesperación que habían estado sosteniendo, mostrándose realmente aliviados.

- Shin-chan..., no te separes..., de mí nunca más..., ¿Vale? - le decía, mientras que a cada pequeña pausa sus labios se presionaban gentilmente contra los del pequeño, quien asintió, mirando anonadado las lágrimas de su hermano, sin pronunciar palabra alguna. - ¿Sigues enfadado por lo de esta tarde?

Shintaro negó.

- Nii-chan... - dijo delineando con sus pulgares sus húmedos ojos, secándoselos. - Lo siento.
- Wo... Creo que es la primera vez que veo a Ryutaro llorar. - comentó sorprendido Fuma en tono bajo, sin separar la vista de aquella escena que, unos pasos alejados de ellos, había logrado sonrojar a los presentes.
- Yo también. - sonrió Kento, a la par que volteaba a Fuma de los hombros para empujarle hacia la salida. - Vámonos, chicos... - le dijo al resto, incluyéndome.



El día iluminó con su desbordante luz la habitación. Era hora de despertarse.

Me levanté entusiasmado, deseando ver aquel rostro frente a mí. Me aseé y vestí lo más rápido que pude y al acabar fui a su busca.

- ¿De verdad?

Escuché la voz e Chinen dentro de la habitación antes de enterar, ¿Con quién hablaba?

- De verdad, ¡Si no fuera por ti no hubiese escapado! Gracias...

Vi por aquella estrecha abertura cómo Shintaro le abrazaba.

- Pero prométemelo, ¿Vale?
- Te lo prometo, tu hermano no sabrá nada de lo que pasó.
- ¿Qué significa ésto?

Esa última voz ajena a la escena resonó tras mi espalda. Di un respingo. Ryutaro, con gran determinación avanzó y abrió la puerta.

- ¿Qué es lo que no puedo saber? - dijo nada más entrar.

Los rostros de los chicos se petrificaron.

- Shintaro, te estoy haciendo una pregunta.
- ¡Na... Nada! No es nada, Nii-chan. - rió con nerviosismo.

Un intercambio de miradas resonó en aquel silencio: Shintaro dirigía su vista a Ryutaro, quien miró a Chinen, y éste posó sus ojos sobre mí.

- ¿Me lo explicas tú, Chinen? - dijo en tono severo.

Ryutaro... De verdad daba miedo.

El suspiro de Chinen sonó profundo y rendido.

- Ryutaro yo...
- ¡No! - le interrumpió suplicante Shintaro.
- Pero Shintaro... - habló de nuevo Chinen.
- ¡Me lo has prometido! Me has dicho que no se lo contarías! - dijo con los ojos enlagrimados.

Chinen me miro, y luego rehuyó la mirada.

- Yo...

Shintaro se puso las manos en los oídos, mientras pronunciaba un insistente "lalala" que de seguro no le dejó escuchar lo que Chinen estaba explicándonos. Mis ojos se abrieron más exageradamente a cada palabra dicha, no podía creer, o mejor dicho, no quería creer aquello lo que Chinen decía haber ocurrido.

Shintaro resbaló sus manos, pesadamente al ver que el silencio había tomado cuenta del cuarto. Miró a todos los rostros, mostrando su desesperación ante aquella situación.

- ¡Mentiroso! ¡Eres un mentiroso! - rompió con ese chillido la agobiante calma que nos había envuelto.

Ryutaro tuvo que sujetarle, impidiendo que moviera los brazos.

- Shhh tranquilo... No pasa nada...- le decía en el oído mientras el pequeño forcejeaba. - Shin-chan.... Ya está, ¿Vale?

Pareció quedarse sin fuezas, pues sus movimientos fueron perdiendo intensidad hasta detenerse.

- Niii-chan, ¿Todavía me quieres? - pronunció en un tono leve, cabizbajo.

Ryutaro sonrió amablemente, estrechando desde atrás con más fuerza su cuerpo.

- ¿Por qué se te ha pasado por la cabeza lo contrario? - besó sus cabellos. - Ahora vé fuera con Chinen, necesito hablar a solas con Yamada.

Chinen caminó hasta Ryutaro, pasando a mi lado, irrumpiendo con sus preocupados ojos mi mente. Nada más salir de la habitación Ryutaro se volteó, miré atónito cómo caminaba hasta la pared más cercana, y mis ojos se cerraron en una mueca de dolor cuando el costado de su puño se clavó contra ésta fuertemente, resonando dentro de aquella pared.

- Ryut...
- Yamada, ¿De verdad deseas proteger a Chinen? - me interrumpió, volviéndose hacia mí.

Asentí, algo confundido.

- Pues bien, yo te dire cómo hacerlo. Pero te advierto que no son los puños lo que te ayudará a acabar con ese monstruo.
- ¿Qué quieres decir?



Mi cuerpo caminaba con desgana por los pasillos del centro. Todo pensamiento dentro de mi cabeza estaba relacionado con lo hablado con Ryutaro esa mañana, mis pasos me adentraron en la habitación de Chinen inconscientemente, creando una leve ola de murmullos en la oscuridad al entrar. Me senté sobre el colchón en el que ya estaba tumbado de costado y mis dedos se hundieron en su cabello azabache, acariciándolo levemente.

- Mañana, ¿Me acompañarás a un lugar? Quiero enseñártelo.
- ¿Un lugar? - sonó su adormilada voz.
- Hum. - asentí.
- Vale.

No me apetecía irme, sin embargo, después de unos instantes, junté la suficiente voluntad para levantarme.

- Yamada. - pronunció con rapidez antes que lo lograra del todo, como si hubiera estado reuniendo fuerza.
- ¿No estás... enfadado? - dijo lenta y procupadamente.
- ¿Por qué debería estarlo?

Sabía perfectamente que se refería a lo de Shintaro, sin embargo quería que supiera que ni yo ni nadie consideraría aquello su culpa, realmente, el sólo fue, una vez más, una víctima.

- N... Nada.

Sonreí para mí.

- Te quiero.
- Yo también. - me respondió.




- ¿Te preocupa que nos pillen? - reí ante su incertidumbre.
- No es eso...

Le hice un gesto interrogante, ladeando burlonamente la sonrisa.

- Es que... Nunca he salido fuera de estas paredes.
- Pero yo estaré contigo, ¿Verdad? - apreté su mano.

Miré de nuevo hacia atrás, asegurándome de que en aquel pasidizo no había nadie y, poniendo un pie sobre la manilla de la puerta trasera, cogí impulso, hasta apoyar las manos en el borde del muro que nos separaba de la calle. Ya estaba, tan sólo un pequeño esfuerzo más y...

- ¡Ya! - dije al conseguir quedar sentado sobre éste. - ahora tú.

Le ofrecí la mano, la cual agarró, imitando mis anteriores movimientos hasta llegar a donde estaba.

Salté al otro lado, y recordé cómo era sentirme libre cuando mis pies chocaron en la acera, una sensación que se había empequeñecido en mi interior.

- Venga, vamos. - estiré mis brazos para ayudarle.
- ¡Puedo solo, Yamada! - me riñó riéndose ante esa exagerada sobreprotección.

Dió un salto, haciendo un movimiento extraño que le desequilibró. Cogí rápidamente su cuerpo antes de que se cayera por aterrizar mal en el suelo.

- ¿Estás bien? - dije preocupado.
- Sí. - dejó salir una risa divertida.
- Con que podías solo, ¿Eh? - comencé a reír también.

Tras soltar unas cuantas carcajadas más, dije:

- Vamos, sino no llegaremos.

Le cogí de la mano y comencé a caminar, observé cómo miraba a nuestro alrededor, comiéndose con los ojos todo lo que veía.

- ¿De verdad nunca has salido del horfanato? - hice que sus ojos viniesen a mí.
- En realidad cuando era pequeño hacíamos excursiones. Claro que éso fue antes de que vendieran el centro al dueño actual, casi ni me acuerdo de ello.
- ¿Has vivido toda tu vida en el centro? - me sorprendí.

Asintió lentamente.

- Entonces, ¿Por qué tienes apellido?

Escuché una risita, cómo si lo considerara una pregunta estúpida.

- "Soy Chinen Yuri", éso era lo único que decía la nota con la que me dejaron en una cesta frente al horfanato.
- Entiendo. - respondí, pensativo.

Bajamos a los subterráneos para esperar el metro.

- Yamada, ¿Vamos a ir en metro? ¿No necesitaríamos dinero para éso? - preguntó mientras aguardábamos.
- No, tú sólo espera. - dije intentando ver el final de las vías desde aquella apartada distancia.

Miré al guardia, que ya estaba poniéndonos demasiada atención, y, educadamente, le sonreí mientras inclinaba ligeramente la cabeza.

Por fin escuché las vías retumbar, y ese sonido que caracterizaba tan bien al metro. Se paró, y sus puertas se abrieron, dejando salir a un par de personas. Estaba vacío, como esperaba, pues no era hora punta y todo el mundo estaba en el trabajo. Sólo quedaba esperar, Tres, dos, uno...

- ¡Ahora, corre!

Cogí la mano de Chinen rápidamente y salté la barra de entrada com extrema ligereza. Miré hacia atrás y me desesperé, ¡No la conseguiría saltar si seguía así!

- ¡Eh, vosotros! - gritó.

El guardia ya se había percatado.

- ¡Eres pequeñito, pasa por debajo!

Ante la desesperación me obedeció, y, segundos antes de que la puerta se cerrara, entramos dentro de aquel metro.

Le hice una mueca burlona al guardia tras el cristal de la puerta, mientras empezábamos a movernos. Miré a Chinen y estallamos en la risa, una de ésas profundas y que llega a dolerte el estómago, tanto que pides ayuda para parar de reír.

- ¿Le viste la cara? ¡Qué estúpido! - sentado en el suelo del vagón, miraba a Chinen, acomodado en uno de los asientos, mientras seguíamos carcajeándonos.
- ¡Ni siquiera le dio tiempo pestañear!

Entre quejidos por la falta de aire volvimos a la normalidad, intentando retomar el oxígeno carente. Me senté a su lado.

- Por cierto, ¡¿Cómo es éso de que soy pequeñito, eh?! - me miró molesto.
- No te pongas gruñón, eres mi pequeñito.

Le acerqué del cuello a mí, besándole la frente.





- Parece el mar... - dijo con un tono vaporoso en su voz.

La extensidad de aquel cielo interminable, inmenso, se abría ante nuestros ojos, como si estuviéramos flotando en su intenso azul.

- ¿Verdad que sí? - coincidí.

Un avión rasgaba la perfección de aquel mar, dejando un rastro blanquecino a su pasar, realmente, mirado desde nuestra pesrpectiva, parecía un barco.

Tumbados a orillas de aquel río, ambos nos perdíamos entre la paz inmaculada de aquel lugar, el sonido de los pájaros, la brisa fresca y pura, la hierva bajo nuestros cuerpos, impregnando cada centímetro con ese olor tan suyo.

- ¿Sabes? Reiko me traía aquí cuando era pequeño.

Cerré los ojos, y todos los elementos citados anteriormente me llevaron hasta su imagen. " Ryo-chan, te prometo que tendremos una vida mejor " Lo más irónico de sus promesas, siempre fue que ella realmente pensaba que podía cumplirlas.

- Debe ser agradable tener una madre... - su comentario me sacó de mis pensamientos.

Le miré.

- ¿Cómo es ella, Yamada?

Reí.

- Me gustaría decirte que fue una buena madre, pero alguna razón ha de haber para que haya ido a parar donde me encuentro ahora.

Me volqué, tumbándome boca abajo.

- ¿Y tu padre? nunca me has hablado de él.

Volví a soltar una risita disimulada, mientras palpaba con las yemas de los dedos las hierbas que tenía en frente.

- Fui el fruto de uno de los clientes de mi madre, supongo que entenderás a lo que me refiero. El preservativo falló. - comencé a podar las hierbas, casi inconscientemente.
- Hum... - asintió, tímidamente.

No le culpaba, un tema así era complicado de hablar.

- Aunque, ¿Sabes? Echo de menos a esa cabeza hueca, no hacía nada bien... Pero la quería mucho, - sonreí, nostálgicamente. - Me pregunto cómo se las arreglará sin mí, quién le cocinará, quien l...

Mis ojos empezaron a teñirse de un acuoso color, y no pude continuar hablando, tragué saliva y aquel molesto bulto en mi garganta dolió.

Entonces sentí una mano apretando con fuerza la mía, mi rostro se alzó. Chinen me miraba, preocupado. Sonreí, y la apreté con fuerza. Las ganas de llorar, entonces, desaparecieron.

- Si quieres llorar debrías hacerlo.
- Ahora ya no puedo, y es tu culpa.

Nos sonreímos.

Empecé a jugar con nuestros dedos, a entrelazarlos, a acariciar la palma de su mano, el torso, a contornear cada dedo, a...

- No te sonrojes.

Me hizo gracia que este simple hecho le hubiera teñido las mejillas con aquel color que le sentaba tan bien.

- No puedo resistirme cuando lo haces.

Estiré de esa mano, y como reacción su cuerpo vino a mí. Sus labios, carnosos, dulces, perfectos, fueron acariciados por los míos, sentía cómo los suspiros salían por las brechas de nuestras bocas, adentré mi lengua y la rocé con la suya, él respondió y empezamos aquel baile entre esas partes que tantos revoltijos en el estómago nos provocaba. Pasé una pierna al otro lado suyo y me situé sobre su cuerpo, saboreando aquellos labios que en este momento, aquí, lejos de Takaki, sentía tan míos.

No quería separarme jamás de él, y para éso, yo, Yamada Ryosuke, lo haría, aunque fuera arriesgado... Haría lo imposible volverse real, porque le amaba, porque le protegería más allá de cualquier impedimiento.

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Este capítulo no me ha gustado xD pero bueno, da igual.
Si hay alguna horrorgrafía perdonádme, luego las corregiré -cuando no tenga que pestañear un par de veces para tener los ojos abiertos. En fin, todo sea por el bien del yaoi xD-



Comentad, y Mika dará un saltito de alegría xD

Ja nee~~~

2 comentarios:

  1. Ahh!! que romantico, la diferencia entre hacer el amor y tener sexo.
    Me encanto el capitulo, por favor continua, TE LO RUEGO!!
    Te quedo genial n_n
    Saludos

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  2. oye mika-san si a no te gusto, a mi me re-encantooooo, despues de tanto sufrimiento ya era hora de un poco de felicidad, ne?
    Gracias estuvo hermoso, y bueno me voy al siguiente y ultimo cap, no me decepciones, bueno alla voy....!!!!!!!!!!!!

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