miércoles, 9 de marzo de 2011

kimi wo mamoru tame ni [ cap 2 ]







Konbanwa~~
Me duele el cuello~~~~ (Sé que os interesa el estado de mi cuello, no mintáis. e.e")
Y a parte de éso... ¡Mika viene con conti!
La primera escena de este capi fue lo primero que escribí de este fic (para que veáis que mente perturbada tengo u_,u") Como dije anteriormente, en éste empiezan a pasar cosas e.e
Pobre Takaki de mis amores, que malvado le he puesto u.u" bueno, todavía no ha llegado lo peor, pero aun así... Que mala soy XD con el pedazo de pan que es nuestro Bakaki XD

Y sin más, espero que os guste ne~~ >.<

Ah, sí, narra Chinen :3

Dozo~~
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Kimi wo Mamoru Tame ni
[Por Protegerte]



Capítulo 2

Tsumetai Gusoku no Naka de
[Dentro de una Fría Coraza]


Escuhé el chirrido de la puerta abriéndose. Por un hueco de la sábana vi la luz del pasillo tallar su silueta oscura entrando en la habitación. Mi pecho dio un revuelco; empecé a temblar.

Destapó la manta que cubría mi cuerpo hecho un ovillo sobre el colchón, se subió a la cama pasando una pierna sobre mí y sin hacerse de esperar me volcó hacia un lado, obligándome a quedar boca arriba.

-¿Quieres que juguemos, conejito? - el sarcasmo impregnaba cada escalofriante palabra de aquella oración.

De un tirón abrió la camisa de mi pijama, cuyos botones recién recosidos por razones similares rebotaron hacia un punto remoto del suelo.

Mi respiración se aceleró, sin embargo en mi pecho parecía no entrar oxígeno alguno.

- Todavía no... te lo ruego... - mi voz trémula apenas lograba mantenerse al mismo tono.

Mis ojos se sumergieron en aquel miedo en forma líquida que bajó sin demoras por mis sienes.

Como adivinando mis pensamientos el costado de su puño impactó fuertemente contra el techo, que constituía en la cama superior de aquella litera.

- ¡Aségurate de estar atento a lo que hacemos, criajo! - dijo y al no escuchar respuesta añadió-: ¡No te oigo! - con aquel tono de voz tan violento con el que hablaba.

- S... Sí, señor. - sonó una voz asustadiza y apagada.

Apesar de la oscuridad, la luz que entraba del pasillo me fue suficiente para ver sus facciones; sonreía, se estaba divirtiendo.

En ese momento deseé haber ido con él cuando me lo ordenó, ¡¿Por qué fui tan estúpido?! Aguantar su enfado debido a que Yamada-kun estuviera rondando demasiado a mi alrededor habría sido mucho mejor, por lo menos no habría tenido tiempo de pensar en un castigo tan despiadado como hacerlo con todos mis compañeros escuchando. Si mi mente no se hubiese bloqueado... no estaría pasando ésto.

Un escalofrío agitó mi pecho al sentir sus manos bajando mis pantalones junto a los boxers con impaciencia, sus labios tomaron mi cuello, y succionó innumerables partes de éste, sacando esas repulsivas marcas que tanto odiaba.

Cerré los ojos a la par que volteaba el rostro, mordiéndome los labios para que los sollozos se hicieran inaudibles; él odiaba oír mi llanto. Con el tiempo había aprendido a esperar y aguantar callado, así todo pasaría rápido, o por lo menos, no tan doloroso que forcejeando. Aunque todo éso lo había compredido a las malas.

Se bajó la crermallera del pantalón ante mi mirada horrorizada y temerosa, me cogió de los muslos y tras atraerme lo suficiente a él sentí sin más aquella intromisión rasgando mi ser, arrullándolo todo. Me aferré con fuerza a la almohada, apretando los dientes mientras de mi garganta salía un quejido ahogado y doloroso.

- ¡Joder! - se quejó al no poder entrar debido a la falta de lubricación.

Humedeció sus dedos huntándolo sobre mi entrada, los introdujo brevemente y volvió a intentarlo, esta vez cumpliendo su cometido.

Llevé mi mano hasta la boca, tapando con ella el dolor adherido a mi expresión, me concentré en mirar al techo de mi litera, sintiendo la humedad avanzar en forma de lágrimas, mientras mi tembloroso cuerpo seguía involuntariamente el ritmo de sus prematuras embestidas taladrándome.

"Duele... Duele, ¡Duele!" Esa palabra llenaba cada espacio en blanco de mente, ocupándolo todo. Mis trémulas manos agarraron de nuevo la tela de la almohada, mientras aquellas palabras se reproducían silenciosas sobre mis labios.

-¡Para, joder!- colocó una de sus frías manos sobre mi boca.

La retiró lentamente, al adentrarse de nuevo en el placer que obtenía de aquéllo, cerrando los ojos mientras su frente se posaba sobre mi hombro. Odiaba cuando hacía éso, odiaba sentir su respiración sobre mi pecho, erizando mi piel.

Y ahí estaba una vez más: Aquella diminuta, plácida y asquerosa sensación acariciando el final del dolor en mi interior, creciendo a pasos agigantados a cada embestida.

El dolor escocía, el placer empezaba a quemarme, el asco acuchillaba mi interior, la vergüenza bombeaba junto a mi sangre, el miedo arrañaba cada parte de mi ser. Sensaciones que no deberían juntarse jamás.

Noté mi miembro subiendo la exitación, y seguidamente, sentí sus manos cogerlo y comezar un movimiento de vaivén. Me mordí los labios e inmediatamente hice que el dorso de mis manos acallaran los gemidos que intentaban darse a oír. Sin embargo no tenía cómo evitar que de mi garganta saliesen extraños ruidos, maneras de inhalar y exalar oxígeno que indicaban aquéllo que en ese momento tanto asco, vergüenza y odio me producía sentir.

No quería. No quería que nadie lo escuchase, que nadie asistiera a éso. Mi mano bajó inconscientemente hasta la suya que se movía a lo largo de mi hombría, e intenté que parase. Que estúpido.

Cogió ambas manos y aprisionó mis muñecas sobre mi cabeza, con más fuerza de la que requería mi total sumisión ante él. Aunque sabía perfectamente que la única razón que tenía para utilizar la fuerza era porque le excitaba, siempre y cuando no fuese porque realmente era necesario; acalmar los forcejeos le irritaba de sobremanera.

- Deja que tus compañeros de cuarto escuchen cuánto ah..., cuánto te gusta, conejito. - sonrió entre gemidos.

Cerré los ojos en una expresión dolorosa, hipando a cada sollozo. Era mi culpa, por haberle desobedecido esa mañana. Me merecía ese castigo.

- Dilo. - su aliento rozó mi oído y me sobresalté, abriendo los ojos en una expresión dolorosa.

Ecuché una risita que fue interrumpida por un suspiro de placer y luego volvió a concentrarse en la embestidas.

No podía estar pasándome aquéllo, en esa situación, con todos escuchando y atentos a lo que ocurría en ese rincón del cuarto no podía hacerme decir éso.

- No, por f... ah... por favor... Takaki-kun, me portaré bien, no volveré a negarme... ah... Pero por favor...
- ¡Qué lo digas! - gritó haciéndome dar un brinco.

No era bueno hacer que Takaki-kun gritase. Cerré los ojos.

- Takaki-kun... Quiero que me... ah.... Que me...

Por más que lo intentase, aquellas palabras en una situación así no conseguían salir de mi boca con la normalidad e indiferencia usuales.

- ¡Rápido! - volvió a subir el volumen de voz y el miedo volvió a recorrer mi espina dorsal.
- Quiero que me la metas entera... Me... Ah... Me encanta cómo me follas Takaki-kun...

Sonrió de medio lado satisfecho; una sonrisa perversa.

Aumentó la velocidad. Sentí como el placer anudaba mi estómago y sostenía mi cuerpo durante segundos en el aire, en los que mi espalda se arqueó, inmovilizándome completamente. Mi esencia salió de mi interior y esa sensación fue despareciendo con lentitud.

Evité mirarle mientras seguía moviéndose sobre mí, volteando el rostro y fijando mi mirada en la puerta entreabierta, sintiendo aquella humedad cálida escurriéndose por mi semblante y llegando hasta mi sien para luego caer sobre el colchón. Mis ojos se cerraron inevitablemente al sentir cómo se endurecía en mi interior, al sentir sus gemidos graves chocar contra mi oído, indicándome que el orgasmo le había invadido. Noté con repugnancia aquel líquido irrumpiendo en mis adentros, mientras aminoraba el ritmo hasta cesar todo movimiento.

Se incorporó, saliendo de mí, cogiendo mi pierna y pasándola con brusquedad al otro lado de su cuerpo para poder salir de la cama.

No pude evitar que se escucharan mis leves sollozos.

- Has aprendido a no desobedecerme, ¿Verdad, conejito? - decía mientras se levantaba y escuché el sonido de la cremallera de su pantalón al subirse.
- Perdón, Takaki-kun... te prometo... que seré bueno... - dije débilmente, arrastrando las palabras entre lágrimas.

Takaki-kun se arrodilló frente a mi figura exhausta y endeble.

- Éso espero, porque sabes que la próxima vez será peor, ¿Verdad, conejito? - asentí atemorizado ante aquella escalofriante sonrisa - Y no queremos que haya una segunda vez, ¿Verdad, conejito? - negué rápidamente con la cabeza.

Takaki-kun caminó hasta la puerta y tal cómo entró se fue, cerrándola, haciendo que la oscuridad volviese a agasajar mi debilitado cuerpo. Su ausencia liberó mi ser, como si algo dentro de mí permaneciera atado cuando él se encontraba presente, como si al irse, mi alma volviese a estar tranquila, ¿Éso podría llamarse alivio, tal vez?

Cerré los ojos, dejando que las lágrimas salieran libremente, sin reprimir el llanto, sin silenciar los sollozos, sin acallar el sonido de mi congestionada nariz al inspirar con ansias el aire que pedían mis pulmones. Sentía aquel líquido salir escociendo, lentamente por mi entrada, manchándome, ensuciándome más de lo que ya estaba de por vida. Me acurruqué, escondiendo el rostro entre las rodillas y mi cuerpo, y para no escuchar los cuchicheos y risitas de mis compañeros a lo lejos, empecé a tararear una melodía, lenta, suave, acojedora, dulce, delicada... y tormentosa melodía.



Desperté con lentitud, incorporándome mientras abría los ojos, sin embargo nada más hacerlo los volví a cerrar fuertemente al invadir un hilo de dolor mi entrada. Apreté la mandíbula con firmeza mientras intentaba levantarme. Acto seguido cogí la toalla que envolvía mi neceser y me encaminé hacia la puerta, encorvándome para reducir el suplicio al mínimo, tratando de ir silenciosamente para no despertar a mis compañeros que todavía dormirían bastante tiempo, y, una vez fuera, me dirigí a los baños.

Me despojé de aquella camisa carente de botones y de los boxers que llevaba, e inmediatamente entré en una de las cabinas de las duchas. Giré el grifo y me enjaboné las manos con el jabón que había traído conmigo, para luego dejarlo en la pequeña estantería situada en una esquina del cubículo. Pasé las manos por mi cuello y fuí bajándolas hasta llegar a mi pecho, frotando la zona en que sus labios habían dejado esas huellas. Volví a enjabonarme las manos y las llevé hasta mis muñecas, donde estaban las marcas rojizas que había dejado su agarre. Las restregué, cada vez con más ímpetu, cada vez más rápidamente, pasé las manos por todo mi cuerpo con brusquedad y ansias, por todo sitio donde sus manos habían hecho contacto, donde sus labios se habían posado, sin imporar que me estuviese arrañando o haciendo daño, tan sólo quería limpiarme..., Pero por más que insistía seguía estando sucio. Derrumbé mi cuerpo en el suelo rendido, dejando caer mis manos a cada lado. Miré hacia mi pecho, encontrándolo rojo de lo que acababa de hacer, mis brazos parecían estar arrañados, y a pesar de todo, seguía estando sucio...

Bajé el rostro, sintiendo el agua caliente caer en mi nuca y aquecer mi cuerpo. Roté lentamente el cuello, hasta terminar en mi posición inicial y permanecí una cantidad de tiempo indeterminada ahí, agachado, derrumbado, humillado.

Acallé el sonido del agua al girar el grifo y alargué la mano para alcanzar la toalla que colgaba de la puerta, me la enlacé en la cintura y salí.

- Buenos días.

Alcé el rostro, y me encontré con su figura apoyada en una de las piletas.

- Creí habértelo dejado claro ayer. - normalmente le hablaba con indiferencia, hoy, sin embargo, no pude evitar que aquel matiz irritado se plasmara en mis palabras.

Caminé hacia una de las piletas y aunque lo intenté no pude fingir normalidad en mis pasos, dolía demasiado.

- ¿Qué ha ocurrido, Chinen? - al parecer lo notó.
- Nada que se considere de tu incumbencia. - dije ya con el tono que utilizaba siempre, mientras me concentraba en sacar mi cepillo y pasta de dientes del neceser.
- ¿Tiene que ver con lo de ayer en el desayuno?

Me volteé hacia él, estaba harto de ese niño metiendo sus narices donde no le importaba y ya era hora de hacérselo saber.

- Mira, Yamada, no me importa cuán humanitario te creas o mierdas de ésas, pero aquí las cosas no funcionan así, y si sigues entrometiéndote acabarás mal. Déjame tranquilo de una vez, ¿Vale? Sólo ignórame como todos. Aunque tú creas que sí, no necesito tu ayuda.
- ¿A qué te refieres con acabar mal?

Bufé con exageración, ¿Acaso este tipo era idiotaa?

Entonces, al dar un paso, sentí que todo a mi alrededor se movía, sentí mi cuerpo marearse, escuché mi nombre a lo lejos, y de repente, de forma súbita: Oscuridad.

Abrí los ojos, encontrándome con un pecho cálido, mirando su rostro desde aquel ángulo inferior. Realmente... Su belleza era destacable. Mi cuerpo se movía a cada paso que daba aquel Yamada que me llevaba en brazos, y me encontraba demasiado mareado cómo para gritarle que me bajara. Balbuceé palabras que ni siquiera yo mismo encontraba sentido antes de que abriera con el pie la puerta de su cuarto.

- Yamada ven a... - dijo una voz, deteniéndose enseguida.

El silencio arrasó con ese barullo que antes ocupaba aquella espaciosa habitación.

- Me haré especialista en crear silencios. - oí salir de su boca, más para sí que para alguien, mientras me dejaba sobre su cama.

- ¡Yamada, ¿Estás loco?! - dijo Kento.
- ¿Se puede saber qué haces? - añadió Fuma-kun.

Me incorporé de aquella cama, todavía algo aturdido pero dispuesto a irme, cuando sus palabras me congelaron.

- Si no os sentís cómodos iros, ahora mismo él no está en condiciones de hacerlo.

Ryutaro bufó riendo, mientras balanceaba a los lados la cabeza y empujó los demás chicos hacia la salida.

- ¿Te encuentras bien? - se sentó a mi lado y volví a tumbarme.

Su mano acarició mi mejilla y mis ojos se voltearon hacia la dirección de ésta.

- ¿Ésto es lo que haces para sentirte bien contigo mismo, don humanitario? - dije sarcásticamente.
- No, es lo que hago para que tú te sientas bien. - respondió con toda la seriedad del mundo, recalcando la palabra "tú" que quitó de mi rostro aquella sonrisa. - Reiko siempre lo hacía, cuando me encontraba mal... - balanceó la cabeza. - nada.- retiró lo antes dicho.
- ¿Quién es Reiko?
- Alguien que fue mi madre... ¡Pero bueno! ¿Qué hago yo dándote explicaciones si tú apenas te dignas a mirarme cuando me hablas?

Volteé mi rostro para llevar mi mirada hasta otro punto, indicándole que - aunque no fuese del todo verdad -, no me interesaban sus historias.

- Estas marcas... ¿Te las ha hecho Takaki? ¿Qué ocurre con Takaki, Chinen? - dijo pasando su leve mano, antes posada en mi rostro, por mi cuello.

Y ahí estaba otra vez: Entrometiéndose.

Por mi mente pasó en una fracción de segundo la idea de decirle de una vez lo que quería oír. Sí, éso era, si le decía lo que ocurría estaría satisfecho, ¿Verdad? No tendría porque rondar a mi alrededor, causándome problemas.

- ¿De verdad quieres saberlo? Pues bien, - me incorporé, acercándome a su oído. - a ese cabrón le encanta follarme. - sentí cómo su cuerpo se tensó al instante. - le encanta darme una... y otra... y otra... y otra vez... hasta cansarse. No le importa si lloro o me retuerzo de dolor, sólo me abre de piernas y disfruta, - vi como se le erizaba la piel del cuello, y seguí susurrándole al oído lo que tanto deseaba oír. - también le gusta hacer que me arrodille y se la chupe hasta que se corre en mi boca, pero hay veces en que tan sólo mira cómo sus amiguitos hacen lo que quieren con mi cuerpo mientras se da placer a sí mismo, le excita verme con cuatro a la vez, dice que es como el porno pero en directo. Repugnante, ¿Verdad?

Me tumbé de nuevo sobre la cama, alejándome de su cuerpo inmobilzado, tras haberle soltado esa verdad de la forma más ruda que pude.

Ahora tocaba esperar su reacción, ¿Cuál de los tres patrones sería? ¿Miedo? ¿Asco? ¿Pena?
Supongo que la primera, como la mayoría ¿Quién en este centro no temía a Takaki? Acercarse a mí doblaba las posibilidades de meterse en problemas con él.

- Me pregunto cómo sonará esa verdad en boca del Chinen que está bajo esa coraza.

¿Eh? Le miré, su expresión era serena y una sonrisa calma curvaba casi imperceptiblemente sus labios.

- ¿No sientes frío ahí dentro tan solo?
- ¿Eh? - esta vez sí exterioricé mi confusión.

Abrí la boca sin lograr pronunciar palabra alguna, había enmudecido.

- Voy a desayunar, ahora vengo. - me sonrió y seguí con la mirada su figura hasta que desapareció tras la puerta.



Me encotraba sentado sobre aquel polvoriento colchón en el suelo del cuarto de las herramientas del jardín, allí era el único lugar donde me sentía seguro, puesto que nadie excepto yo sabía donde escondían la llave de entrada.

- Eres... desconcertante. - le hablé al aire en un susurro sin apenas percibirlo, dejando salir por mi boca los pensamientos que me habían estado martirizando desde esa mañana.

Escuché el ruido de unos pasos entrar por la ventana situada justo sobre mí, en la pared en la que apoyaba mi espalda, y mi cuerpo como acto reflejo se quedó inmóbil.

- Shintaro... No deberíamos...

Mis músculos se relajaron al escuchar la voz de Ryutaro. La estantería de cristal frente a mí reflejaba lo que por la ventana se vería: Ryutaro separándose de su antes acorralando hermano, que se hallaba contra la pared de aquel pasillo que daba a la salida trasera del centro.

- Nii-chan...
- ¡Somos hermanos! - le interrumpió - Somos chicos... no tendríamos que hacer este tipo de cosas.
- Pero yo te quiero, Nii-chan...
- No, Shin-chan, - Ryutaro le abrazó, y el pequeño le envolvió del torso con lentitud. - tú no me quieres de la misma manera en que te quiero yo... Sólo estás confundido.
- No, no lo estoy...

Ryutaro sonrió y tomó distancia, cogiéndole de los hombros.

- Tu quieres al hermano que fue tu refugio, quieres al hermano que fue dulce contigo cuando lo necesitabas, a ése que te concedía todos tus caprichos; el que fue tu madre y tu padre a la vez, y a ése al que acudías para llorar en sus brazos, a ése que te protegió hasta llegar a aquel extremo... y lo volvería a hacer mil veces.

Se produjo un silencio.

- ¿Verdad?

Más silencio.

Ryutaro rió, tomándose aquéllo como un sí.

- Shin-chan, - dijo en un tono bajo, tranquilizador y dulce, cómo temiendo asustarle. - Nii-chan sabe que le quieres mucho, pero tú sólo quieres a Nii-chan; no a Ryutaro.

Shintaro abrió la boca, dispuesto a protestar, sin embargo las palabras del mayor se lo impidieron.

- Tranquilo, ya te darás cuenta de ello más adelante. Apenas tienes doce años, la mitad de lo que pase ahora no lograrás recordarlo dentro de un par de años. - le revolvió el pelo.
- No soy un crío.

A Ryutaro se le escapó una risita, ante la manera infantil de soltar justamente aquella frase, y aunque la intentó reprimir le fue imposible.

Shintaro gruñó, realmente afectado y se avalanzó a los labios de su hermano mayor, que inmediatamente engulló su risa e intentó parar de tambalearse, ya que Shintaro se había colgado de su cuello.

No hicieron falta ni dos segundos: Ryutaro agarró al pequeño de la cintura, quien se mantenía de puntillas para alcanzarle y ladeó su rostro, profundizando aquel beso que aumentaba de velocidad a cada segundo pasado. El mayor dio un paso y aprisionó de nuevo el cuerpo de Shintaro en la pared, bajó las manos hasta sus muslos y le alzó en brazos, colocando sus piernas alrededor de su cintura. Adentró sus manos dentro de la camisa del pequeño, quien dejó escapar un suspiro.

- Nii-chan, ¿Para ésto no piensas que apenas tengo doce años, verdad? - apenas se separó de él, y volvió a juntar sus labios.
- Haces que suene como un pervertido. - rió, y volvió a adueñarse de sus labios.
- ¿No dijiste que no deberíamos? - soltó una risita que presionó sobre los labios de Ryutaro.
- ¿Tu venganza por llamarte crío es reírte del control que tienes sobre tu hermano mayor? - separó por fin sus labios manteniéndole bien sujeto para que no se cayese.
- Sí, porque así sé cuánto Nii-chan me quiere y así puedo demostrarle que yo también le quiero. - su sonrisa se debilitó hasta tornarse una expresión triste, y agachó la cabeza, para luego levantar únicamente el ángulo de su mirada, dirigiéndola hacia los ojos del ótro. - Aunque él piense que sólo le quiero cómo hermano... No es así.
- Shintaro...- sonó en un suspiro fatigado su voz, mientras dejaba al pequeño sobre el suelo.

Me tapé los oídos fuertemente, ya no quería seguir escuchando esas palabras. "Amor", "protección", "cariño"... Eran cosas que mi mente no llegaba a comprender, cosas que me producían un escozor intenso en el pecho, algo desagradable y que me hundía en una extraña amargura, un estado de algo parecido a la tristeza, pero más sombrío; más solitario.

Gateé hasta la entrada para que por la ventana no lograran verme y salí de aquel cuarto cerrando la puerta y guardando la llave donde había observado una vez al jardinero haciéndolo.

Mis pasos me llevaron a mi cuarto y al posar mi mirada al lado derecho de éste, donde se encontraba mi litera, me encontré con la figura de alguien conocido sentado sobre mi cama, leyendo lo que parecía ser un manga.

- Oh, estás vivo. - dejó aquel manga sobre mi cama y se levantó, estirándome de las mejillas para comprobar lo dicho. - Como cuando volví a la habitación esta mañana no estabas me preocupé y te busqué por todo el centro, pero bueno, fue inteligente de mi parte pensar que de una forma u otra volverías aquí.

Agaché la cabeza, ese idiotaa ¿Por qué esa sonrisa estúpida en su semblante hizo que mi sangre se agitara?

- ¡Ah! - dijo repentinamente. - Ven conmigo.

Y a continuación cogió mi mano, arrastrándome consigo.

- Yamada, ¿Qué haces? ¡Suéltame!

Pero me hizo caso omiso. Agradecí con toda mi alma el que no hubiese nadie por los alrededores, a esta hora seguramente todos se encontrarían en el salón principal.

Miré hacia su mano enlazada a la mía... Una fina sensación recorrió mi interior, era cálida, se sentía extrañamente bien...

- ¿A... Adónde me llevas, Yamada? - pregunté intentando desviar mis pensamientos.
- Aquí. - dijo parándose frente a un arbusto.

Fruncí el seño desconcertado. Él me sonrió, y apartando unas cuantas ramas del arbusto arrastró una caja de cartón mojada y desgastada, y se agachó para abrírmela.

Lo que mis ojos vieron era la imagen más tierna que había divisado, un pequeño minino completamente negro y de abundante pelaje, miaba y se sostenía con sus patas delanteras en el borde de aquella caja desgastada, mirando a Yamada, quien se encontraba de cuclillas frente a la caja, con sus grandes ojos azules.

- Kya... - dije arrodillándome a su lado. - Es precioso. - le cogí en brazos, alzándolo por encima de mi mirada, el pequeño gato lamió mi nariz y reí, acomodándolo sobre mi regazo.- ¿Dónde lo has encontrado?
- Estaba en esa caja al lado de la puerta trasera, lo lanzaron hacia dentro.
- Pobrecito... a mi me gustas aún teniendo este color oscuro. - sonreí. Seguramente lo habían abandonado por supersticiones estúpidas.

Sentía una mirada fija en mí que empezaba a incomodarme. Volteé el rostro.

- ¿P... Pasa algo? - dije nervioso.
- Me gusta.
- ¿Eh?
- Tu sonrisa, me gusta.

Sentí mi estómago enrredarse y una sensación de calor recorrió en una oleada mi cuerpo.

- De ahora en adelante quiero hacerte sonreír más.

Esa extrañeza volvió a invadir mis adentros con más fuerza.

Me levanté repentinamente, dejando el animal dentro de su caja, para luego voltearme y caminar a paso ligero hacia el interior de la casa.

- Chinen, ¿Qué ocurre? - escuché que decía, viniendo hacia mí.

Se sentía bien, muy bien. Era extraño, tan extraño que simplemente quería huír de aquella desconocida sensación acariciando mi interior... de aquella persona que estaba irrumpiendo en el equilibrio de mi vida, desconcertándome con sus extraños e impredecibles actos: Yamada Ryosuke.


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Arigato por leer~~
Si dejáis vuestras oponiones me sentiré más feliz que una perdiz (??)
XD

Ja ne~~

3 comentarios:

  1. AAAAHHH QUE HERMOSO YAMA-CHAN!!!! OK VAMOS A LOS COMENTARIOS...

    En cuanto a contenido y errores de redaccion esta vez no hay... digo que increible escritora eres, el manejo de tiempos, sin redundar en palabras, tu vocabulario es amplio lo que hace dinamica la lectura solo puedo decir FELICIDADES!!!

    Como fan... TwT BUUUUUUAAAAA NO TOLERO IMAGINAR A MI BAKAKI COMO UN DESVERGONZADO VIOLADOR Y A LOS BEST NOOOOOOUUUU ME VAS A DEJAR TRAUMADA!!! (pero aun asi quiero leer mas!!!!) es que porque es tan malo yuya, quiza tiene un motivo, debe haberlo, bueno no se al final tu eres la escritora y respeto tus argumentos.

    Sigue trabajando plis plis muero por el tercer capitulo!!!!

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  2. owo...!! YA MORÍ de nuevo!! >////< esta sugoi este fic quiero la conti!! ONEGAI!! esta tremendamente COOL! // ese Yuya maloso no mas con Yuri y Ryosuke con Yuri es todo un amor ♥o♥ demo demo... me enrrede en una parte de Shintaro con Ryutaro y luego Ryosuke con Yuri o eso creo xDD la mejor nota para este FIC! cuidate Muak bye! Daisuki♥

    [*~Rys Nakakim~*]

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  3. awwwwwwwww kawaii espero qe termine en yamachii....

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