miércoles, 30 de marzo de 2011

kimi wo mamoru tame ni [ cap 6]

Konbanwa~~~ ¡Por fin! Parece que últimamente el mundo está en contra de que suba contis, en serio u.u" Tsk... Si es que sé que la A.A.C.M. conspira contra mí (Asociación Anti Contis de Mika) (XDDD ???) Por favor, no me hagáis caso, que ya es demasiado tarde para mí teniendo en cuenta que me he levantado a las siete hoy xD (mentira, Mika es así aunque vaya bien despierta. xD) Hablando de algo de interés mínimamente humano: ¿Recordáis las advertencias tan bonitas y tiernas que puse al principio? Pues me gustaría que las reconsiderarais antes de leer este capítulo xD aunque sé que nadie me hará caso, bé, da igual. Cómo sabéis, un capítulo lo narra Chii y otro Yama-chan, éste es el turno de la ardilla :3 Sin más, Dozo~~~~~ --------------------------------------------------------- Kimi wo Mamoru Tame ni [Por Protegerte] Capítulo 6 Karada wa Ano Hito no Mono Desu [Mi Cuerpo es Suyo]] "Estoy deseando que me des una excusa para rebentarle la cara". No. Nunca lo permitiría, esas palabras jamás se harían realidad, lo decidí nada más escucharlas salir de su boca. Nunca dejaría que ocurriese. Situado a mi espalda sus manos desabrochaban los botones de esa camisa, mientras, frente a mí, sentía la humedad cálida de la boca de Daiki pasearse por mi cuello. Esa prenda resbaló por mis brazos, y, tras notar la leve presión que ejercieron los dientes de Takaki al morderme el hombro, cerré los ojos, sintiendo aquel escalofrío recorrer mi espina dorsal. Noté esos dedos resbalarse hasta mi pantalón y lo desabrochó, adentrando su mano para palpar lo que bajo la tela de mi ropa interior se escondía. - Quítale la camisa a Daiki. Su voz susurrante me erizaba la piel, haciendo que un momentáneo ardor escalfase mi estómago. Era asqueroso, tan... asqueroso. Me dispuse a cumplir lo ordenado tras abandonar Daiki mi cuello. - No le habrás dejado marcas, ¿Verdad? - dijo atrayendo el mentón del menor a sí, acorralándome más entre ambos cuerpos. - No, Takaki. - respondió Daiki en ese tono con el que siempre se dirigía a él; un tono obediente, pero no sumiso. - Buen chico. No necesitó alzar la voz más allá de un susurro, pues la cercanía que los separaba era mínima, volviéndose inexistente cuando Takaki se apropió de sus labios. Sentí un empuje sobre mis hombros y cedí, arrodillándome frente a Daiki para disponerme a hacer aquéllo que sin palabras me mandaba. El calor que emanaba el cuerpo de Takaki tras de mí desapareció, al haberse desplazado hasta la puerta, abriéndola, y, tras decir unas breves palabras, estiró hacia el interior la muñeca de quien estaba vigilando fuera. Sonidos de placer se disipaban por el aire de la boca de Daiki, al ritmo que yo imponía sobre su erección. - Mira, Kei, cómo gime.... ¿No te excita? - le susurraba aquellas palabras desde su espalda. Los ojos de Kei se posaron casi forzosamente en nuestras figuras. - Sí. - su voz era serena, pero no su mirada. Esa mirada llena de culpa no quería estar viendo aquéllo, lo sabía muy bien. El cierre de sus vaqueros se abrió a manos de Takaki, quien le cogió la mano derecha, adentrando la propia y ésta dentro de los boxers del menor. - Venga, tócate, Kei. Estoy deseando verlo. El menor comenzó a mover su mano, cerrando los ojos. - No, no, abrélos. Quiero que mires. Takaki sonrió, y se dirigió hacia nosotros de nuevo, agachándose a mi lado. Cerré mis párpados inconscientemente, adentrándome en lo que mi boca le hacía a Daiki y, mientras acomodaba un mechón de cabello tras mi oreja con una delicadeza que me extrañó, susurró aquéllo que daba razón a ese cínico acto cariñoso: - Ahora serás bueno y te ábrirás de piernas a Daiki, ¿Sí? Me incorporé, sintiendo la pesadez relentizar todo mi cuerpo, y nos dirigimos hacia la litera. - ¿La quieres dentro de ti? - le dijo Takaki al llegar a su lado, tras sostener los muslos del menor, que ahora rodeaba con las piernas su cintura. - Sí... Por favor Takaki. - la mirada de Kei pasó por la de Daiki, y hasta yo sentí el pesar en aquel contacto visual. - Chinen...- me susurró el cuerpo sobre el mío, aprovechando que estaba Takaki ocupado de espaldas. - lo siento. Su miembro penetró cómo una hiriente punzada en mi cuerpo tenso. Mi boca dejó escapar un grito horrible, doloroso. Me cubrí los ojos con mi antebrazo, pero, cómo ya había comprobado, la oscuridad de mis párpados no hacía que el exterior realmente desapareciera. El dolor se adentraba una y otra vez en mí, y cuando pensé que ya era imposible que parase, cómo siempre ocurría: Lo sentí, y ese punto de placer en mi interior opacó cada vez más el dolor a medida que crecía. Retiré mi brazo, y volteé el rostro, poniéndole cara a esos gemidos que escuchaba al otro lado del cuarto. - Ah... Le le... Amas, ¿Cierto...? - susurré, sin dejar de apartar mi vista de un jadeante Kei recibiendo las fuertes embestidas de Takaki. - Ah... Sí...- respondió su voz vaporosa. - ¿Cóm.... Cómo sabes qu... estás enamorado? Daiki sonrió y sus manos antes apoyadas a cada lado de mi cuerpo me cogieron de los muslos, acercándome más, y profundizándose con más fuerza en mi interior. - Lo sabes cuando, ah... cuando sólo quieres hacer este tipo de cosas con él, cuando deseas abrazarle y no... Hmn... no soltarle... jamás, cuando tus lágrimas brotan ah... con facilidad cuando estás junto a él, cuando te sientes otra... per... sona a su lado..., si sientes todo éso, estás... enamorado de Yamada, Chinen. Cerré los ojos, agarrando con fuerza la sábanas bajo nuestros cuerpos. "Estás enamorado de Yamada, Chinen.", esa frase rebotó en ecos dentro de mi cabeza, me gustaba cómo sonaba. El viejo colchón chirriaba ante los acompasados movimientos de Daiki. Sentí mi cuerpo pidiéndome más, sentí cómo acariciaba el límite del placer. Y entonces, esa explosión de todo y nada a la vez me sacudió, y seguidamente sentí el líquido subir y liberarse por mi miembro. Casi al instante el cuerpo de Daiki se tensó y aquella sensación llegó a él en un gemido que no pudo evitar ni mordiéndose los labios. Volteé el rostro y vi a Takaki dejando el cuerpo mórbido de Kei de pie nuevamente, para luego abrocharse el cierre de su pantalón, y, después de voltearse a mirar la escena a su espalda, le susurró algo a Kei, acto seguido abrió la puerta situada a su lado y se marchó. Daiki se incorporó, quedando sentado en el borde de la cama, abrochándose el pantalón y abotonándose la camisa que le había descolocado, mientras observaba cómo Kei se vestía. Pasados unos segundos, éste caminó hasta nosotros, acomodándose la sudadera a medio vestir. - ¿Vamos? - le ofreció la mano, con una sonrisa suave. - Hum. - asintió devolviéndosela, y levantándose tras estrechar sus manos. - Daiki-kun... - se voltearon al escuchar ese ligero llamado. - Si sentís éso, entonces ¿Por qué...? Daiki sonrió, y pausé mis palabras. Volvió a sentarse sobre el colchón, y estiró la manta gruesa, enroscada a los pies de la cama, cubriéndome hasta el cuello. - "Si no puedes con tu enemigo, únete a él", ¿No? - acarició levemente mi rostro con la parte externa de sus dedos. La mano de Kei se posó sobre su hombro. - Vayámonos ya, Dai-chan. Daiki levantó la vista y asintió. Y con los dedos entrelazados, desaparecieron tras aquella puerta, dejando sólo el silencio en aquella habitación impregnada de olor a sudor, a lujuria.... a sexo; un aroma que odiaba. "Estoy deseando que me des una excusa para rebentarle la cara". Cerraba los ojos fuertemente. Esas palabras dichas por Takaki, una vez más, habían tomado mi sueño. Siempre que pensaba en Yamada, éstas irrumpían en mi mente, cómo recordándome que aquéllo estaba mal, que no debía siquiera rozarle en pensamientos. Encaminé mis pasos en silencio hacia el baño, para no despertar a nadie, y antes de entrar, me percaté de ese sonido. Empujé la puerta cuidadosamente y, en fecto, había alguien duchándose. - Jumping to my dream... Retrocedí un paso de inmediato al reconocer la voz de aquella persona que canturreaba dentro de la cabina de baños, pero pasados unos segundos, una fuerza extraña me impulsó a avanzar, hasta que aquel ángulo me dejó ver su figura tras la brecha de la puerta entreabierta. Mi corazón palpitó tan fuerte que temí que lo escuchara. ¿Qué estaba haciendo? Simplemente mis piernas no me respondían, se mantenían inmóviles. El agua recorriendo su espalda desnuda, bajando por sus nalgas, acariciando cada parte del cuerpo de Yamada... era una imagen casi hipnotizante. Y, cómo si hubiese notado una presencia, su rostro se volteó, y nuestros ojos chocaron. Me sobresalté, y salí corriendo de allí, dejando mi nombre repetirse en su boca un sinfín de veces. "¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!", sentía tanta vergüenza que creía que ésta misma me mataría, ¡Dios! ¡Qué estupidez había hecho...! Sin querer choqué contra alguien. Alcé la vista. - P... Perdón... Yabu-kun, l... Lo siento, no quería... yo... - balbuceé, mientras su mirada altanera y despreciante se volcaba en mí. - Takaki, controla a tu mascota, ¿O acaso quieres que yo lo haga? Aunque sus palabras se dirigieran a quien tenía al lado, esa sonrisa maliciosa se estaba encaminando hacia mí. - ¿Y acaso tú quieres que te haga una cara nueva? Le tocas sólo cuando te lo permito, ya lo sabes. - dijo Takaki volteando el rostro del mayor hacia sí. - Yo prefiero que me dejes tocarte a ti~ - sonrió con picardía. Aproveché para reprender mis pasos, ahora más veloces, al haberme quitado la atención. - Joder, ya te he dicho que a mí nadie me va a meter nada, ¿Acaso Hikaru no te tiene satisfecho? - Sí, pero... La conversación dejó de llegar a mis oídos al entrar en mi habitación, y suspiré aliviado. Aunque lo hubiese deseado profundamente, la hora de cenar había llegado, y debía ir, puesto que, cómo solía hacer, no me había presentado a la comida, y aguantar un día entero con una simple manzana para no encontrarme con Takaki ya me había causado desmayos en otras ocasiones. Aunque esta vez, a quien quiría evitar no era a precisamente a él. Me senté en la mesa, todos habían llegado menos Yamada. "No vengas, por favor..." era lo que, bajo aquella mirada ausente y fría, en realidad se estaba pasando por mi mente. Pero mis deseos no se cumplieron. - ¡Yamada! ¿Dónde estabas? - preguntó Kento. Y pude notar, en el breve tiempo que tardó en responder, su insistente mirada sobre mí. ¿Por qué cometí esa estupidez? Si no lo hubiese hecho, ahora estaríamos igual que siempre: Yo le igonaraba y él callaba; un hiriente pero forzoso ritual. - Por ahí, haciendo poca cosa. - ¿Qué respuesta es ésa? - rió Ryutaro - Anda, siéntate. La comida siguió igual, sintiendo esa mirada en mí, pero de alguna forma me agradaba. Quería, en el fondo, que lo hiciese. Porque ése era el único contacto que podíamos tener. Terminé por fin de comer, y me levanté, para cruzar la puerta del comedor. - ¿Adónde vas, Yamada? Todavía no has acabado. La voz de Fuma me alarmó, lo sabía, Yamada no se reprimiría, no después de descubrirme esta mañana. "¡No! ¿Qué haces, idiota?", le reñí en mis adentros. Miré hacia ambos lados y opté por apresurarme pasillo arriba, entrando en una de las habitaciones. Escuché sus pasos chocar con prisas contra el suelo, aminorándose en el final. - Mierda... - se quejó en un susurro. Pasados segundos de silencio incliné la cabeza, logrando ver cómo su espalda rendida volvía a dirigirse hacia el comedor. Suspiré. ¿Por qué, en mis adentros, deseaba que me hubiese encontrado? Ahora mismo, si lo hubiese hecho, ¿Podría volver a besarle? - ¿Chinen-kun...? Volteé mi mirada de inmediato al escuchar mi nombre. - Shin... ¡¿Shintaro?! Miré a mi alrededor; cómo sospechaba: Era su cuarto. - Yo... ya me iba. - dije con prisas, torpemente. - ¿Ése que te perseguía era Yamada-kun? Me volteé de nuevo hacia su figura sentada sobre esa cama. - S... Sí. - Hum... - dijo pensativo. - Ne, Chinen, siéntate. - Ahora no, Shintaro. - volví a voltearme, posando mi mano en el pomo de la puerta. - Por favor... sólo un poco, y luego te vas, te lo prometo... Volví a mirarle, y no pude oponerme a esa voz débil y tan dulce. - Si tu hermano te ve conmigo te reñirá. - No me hables de mi hermano... Es un baka. - ¿Os habéis vuelto a pelear? - caminé hacia la cama, sentándome en el borde. Shintaro asintió levemente, concemtrándose en el movimiento de sus dedos entrecruzándose de distintas formas. - Es que... ¡Yo ya no soy un bebé! Y él no quiere entender éso y... ¡Argh! No lo aguanto. - Deberías ponerte en su lugar, ne. Él sólo quiere protegerte. - ¿Protegerme? - Hum, protegerte. Shintaro me miró pensativo durante un par de segundos en los que pensé seriamente qué se estaría pasando por aquella cabeza, hasta que terminó de desconcertarme al lanzar esa risita. - Chinen-kun... cómo has cambiado - siguió riendo. - se nota que quieres mucho a Yamada-kun. Enrojecí al instante, ¡¿Qué cambio de tema era ése?! Además... Además... ¡Argh! ¡Qué vergüenza! - Antes te hubieras ido sin importar qué vocecita te pusiera. - siguió carcajeándose. - ¡Eres un maquinador! - reí, incrédulo. - Es una característica que suelen tener los hermanos pequeños. - me levantó su dedo pulgar, guiñándome el ojo. - Demo ne, gracias, si lo miro de su lado... Nii-chan sólo se preocupa. - dijo más alegre, sonriendo con la mirada alzada. Sonreí inconscientemente, y al mirarme, su sonrisa se hizo más grande. Caí tumbado sobre el colchón al no aguantar mi cuerpo el impulso del repentino abrazo de Shintaro. - ¡Chinen-kun, me gusta esta faceta tuya! - tomó distancia aguantándose con sus manos a cada lado de mi cuerpo. - Definitivamente Chinen-kun es más kawaii sonriendo. - Bravo. La habitación se llenó de unas fuertes e insistentes palmadas. Me incorporé, quedando nuevamente sentado. Sentí las manos de Shintaro agarrar la tela de la camisa sobre mi pecho, y miré hacia la puerta, de dónde provenía aquella voz. - Que escena tan tierna... Sus pasos se acercaron a la cama, y retiró las manos de sus bolsillos traseros para encorvarse hacia nosotros y coger con una de ellas la barbilla del pequeño. - ¿Se puede saber quién te ha dado permiso para acercarte tanto a mi conejito? - decía mientras que, con la que tenía libre, apartaba las temblorosas manos del menor de mi pecho. - Takaki-kun, dé... déjale, e... es un niño, sól... - me apresuré en decir. - ¡Cállate! - voceó, volteándose brevemente a hacia mí para luego volver a mirarle. - ¿Eres un niño? Éso no es lo que yo tengo entendido, Shin-chan. - pronunció ese diminutivo de su nombre con sarcasmo. - ¿Dónde está Nii-chan? Los ojos de Shintaro no sabían dónde posarse sobre el rostro de aquel ser, tenía miedo, lo podía percibir. Takaki suprimió lentamente la cercanía entre ellos, ante mis ojos pasmados. - ¡No...! - salió débilmente de los labios de Shintaro, casi inintelegible por haber apretado la mandídibula a la par que cerraba los ojos y se apartaba levemente. Takaki se alejó, sonriente ante aquella, para él, interesante reacción y desechó la idea de hacer contacto entre sus labios. - Takaki-kun, déja.. déjale... yo... haré lo que quieras, pero... - Argh... Que te calles de una puta vez, ¡Haré lo que me plazca, ¿Entendido?! - soltó irritado. Agaché la cabeza, escuchando cómo un leve llanto comenzó a oírse de fondo. Takaki arrastró una silla que se encontraba al lado de la cama y se sentó, cruzando las piernas. "No. Por favor, ¡No!", grité en mi interior al percibir uno de sus característicos hábitos antes de..., Antes de... - Tu amiguito está llorando, consuélale. - ¿Eh? - alcé la mirada. - Me estás poniendo de los nervios hoy, en serio, mira. - se levantó y cogió con brusquedad mis manos, colocándolas sobre la camisa de Shintaro. - continúa, ¿O se te ha olvidado cómo desabotonar camisas? Tragué saliva, mis manos empezaron a temblar ¿Desde cuando temblaba por este simple hecho? Yo ya estaba acostumbrado, pero él... Shintaro no. No quería pagarle toda esa amabilidad que ciegamente me había regalado de esta manera. Empezé a desabotonársela. - Chinen-kun... Ignoré aquella ténue voz que apenas lograba llegar a mis oídos. - ¿No me harás nada, verdad? - cerré los ojos, e intenté dominar ese nudo que amenazaba con liberar lágrimas. - Chinen-kun... - insistía, pero seguía sin responderle. La camisa se deslizó por sus brazos, y me acerqué a su oído, ladeando el rostro al lado contrario al que se encontraba Takaki. - Perdóname. - susurré sin que el mayor se percatara y sentí cómo su cuerpo se tensó. Mi boca se encontró con la piel tersa de su cuello, y, aunque tratase de ser delicado, su llanto aumentó al hacerlo. - No... Por favor... Detente. - Aunque se lo pidas no lo hará. - rió Takaki. - Es mío, sólo me obedece a mí; cómo las mascotas. Descendí hasta aquel pecho pálido y tan pequeño, capturando en mi boca un delicado botón rosado. - Ah..., no... Bajé con mis labios, abriendo esa cremallera con la máxima lentitud posible, quería aplazar al máximo aquéllo. Me sentía tan repugnante, todo en mí era asqueroso. Los sollozos de Shintaro entraban en mis oídos cómo si de una represalia se tratase. Pero no me movía, no hacía nada, porque en el fondo, yo no era más fuerte que aquel asustado chiquillo. Aprehendí con los labios ese pequeño y todavía flácido bulto que se notaba bajo su ropa interior, y comencé a pasar mi lengua sobre éste, percibiendo cómo cambiaba de estado, cómo se despertaba. - ¿Seguro que quieres que pare? Yo diría que no. - comentó esa asquerosa voz mirando la entrepierna del menor. Empujé sus hombros, obligándole a tumbarse. - ¡N... No! - hizo andemán en volver a incorporarse. - ¡Tsk! - bufó Takaki, levantándose de aquella silla. Lancé una mirada alarmante a Shintaro y esta vez no sólo le empujé, sino que le obligué a estarse en aquella posición. Takaki volvió a sentarse. Suspiré aliviado. Estiré del borde de su bermuda, junto a los boxers, quitándoselos. - Nii-chan... - miré a sus ojos bajo los míos, que se dirigían a algún punto del techo, mientras me acomodaba entre sus piernas. Las lágrimas caían a cada lado de su rostro mientras sus labios llamaban inaudiblemente a su hermano, de nuevo aquel nudo me exprimía, no debía llorar... a Takaki le enfadaba que llorase. - Nii-chan... - volví a escuchar. ¿Acaso ésto me convertiría en alguien tan despreciable cómo él? Por que, al fin y al cabo, ¿No estaba haciendo lo mismo? Justo y cuando pensaba que no podía estar más sucio, aquel ser lograba dar con la forma de atormentarme más. Pero no tenía otra opción... a fin de cuentas... le pertenecía. Limpié con mis pulgares esa humedad en el rostro del pequeño; éso era lo único que podía hacer. Su mirada se posó en mí. - Chinen-kun... - me acerqué para que sus susurros se hicieran más audibles.- Nii-chan nunca ha hecho nada más que tocarme, ¿E... Entiendes? Le miré, incrédulo. - Él... "me protegía". - su sonrisa triste rompió cada pedazo de mi ser. Paré en seco. ¿Acaso era ésto de lo que habíamos hablado antes? No, de ninguna manera. Ésto era demasiado, ¡No! Me incorporé. - ¿Qué haces? ¡Continúa! - alzó Takaki la voz, sin embargo seguí cabizbajo. No podía hacerlo. - ¿Vas a hacer que me levante? Me puse de pie antes que él lo hiciera y me subí a su regazo, ante su mirada desconcertada empecé a besar su cuello con devoción. - ¿Qué coño haces? - Takaki-kun... Es virgen. No me obligues a hacerle tanto daño... Te lo ruego... Por favor... - dije sin parar de darle aquellos besos húmedos, mezclados con leves mordidas y succiones recorriendo su cuello. Escuché cómo unos pasos resonaban con rapidez sobre aquel suelo, y alcé la mirada logrando ver a Shintaro cerrando la puerta por la cual había salido. Takaki me separó de él de los hombros y una fuerte bofetada estalló contra mi mejilla. Palpé la zona sin atreverme a mover mi rostro ladeado de su posición, notando cómo palpitaba en dolor y cómo las lagrimas ennublecían mi vista. - ¡Por tu culpa se ha escapado! - vociferó, cogiéndome de la muñeca para que saliese de encima suyo y poder levantarse, arrojándome del mismo agarre a la cama. Y a pesar de esos golpes impactando sobre mi cuerpo encogido, no oponía resistencia; aquéllo, de alguna forma, era mi castigo... por ser ésa persona tan despreciable. Pasos lentos y pesados se arrastraban por la tierra, el aire gélido balanceaba mis cabellos junto a esa camisa abierta, mientras notaba cómo el olor a tierra mojada envolvía con su suave sensación cada sentido de mi cuerpo. Tosí una vez más. Mi estómago retumbó en dolor. La luz de la noche apenas lograba iluminar el camino en forma de semicírculo en el que constaba aquel jardín. Caminaba, sin pensar en nada, sin mostrar ningún tipo de expresión, tan sólo... Sentía la necesidad de ir allí. Mi manos adoloridas de ya tan congeladas se posaron sobre la manilla de la puerta. La abrí y ésta misma se cerró a la par que mis rodillas se clavaron en el suelo. Miré mis manos, reproduciendo nuevamente la imagen de su cuerpo temblar bajo aquella camisa de la que le despojaba con lentitud. Despreciable. Repugnante. Asqueroso. Depravado. Repulsivo. Nauseabundo. Vomitivo. Todo había dejado de cobrar sentido: Mis pensamientos habían decidido abandonarme, seguramente al percatarse de mi absurda existencia. Me encontraba en un estado de ausencia total, cayendo por aquel abismo eterno, cómo en ese sueño; sin gritar, sin oponerme... Pues ya no me quedaba nada, ya nada era mío... ni mi mente... ni mi cuerpo. Ni siquiera... me quedaban lágrimas. Quería morir. ¿Si desaparecía de este mundo, alguien me echaría en falta? Vivir... Era demasiado doloroso. - ¿Chinen? Escuché el intenso latido que abatió mi corazón. Y me percaté: La puerta había estado abierta. Levanté la vista, y su silueta dibujada sobre la oscuridad me hizo enderezarme, retrocediendo lo que el recostarme en esa puerta me permitía. Aquella persona que se acercaba a pasos lentos a mí, ¿Era real? La intensidad de aquéllo que me producía su presencia era tal que tal vez mis ojos estuviesen engañándome. Pero no. - Chinen... - volvió a decir mi nombre. ¿Era sólo su voz la que hacía que se me erizase la piel al llamarme? Su mano se acercó a mi dañada mejilla derecha, percatándose de su estado. Una expresión apenada frunció su ceño, y antes de que la alcanzara cerré los ojos instintivamente, preparándome para sentir un roce punzante. Sin embargo no llegó. Abrí los ojos lentamente y vi cómo la retrocedía con lentitud. - ¿Qué haces con la camisa abierta? Estamos bajo cero. - dijo con una leve sonrisa que no consiguió borrar su anterior expresión, sólo mezclarse extrañamente con ésta, mientras las llevaba al comienzo de los botones, comenzando a cerrármela. Contemplé su rostro concentrado en lo que hacía, sintiendo cómo todo mi cuerpo gritaba su nombre, sintiendo nuevamente un tibio rubor en mis mejillas. Un escalofrío me hizo vibrar, al notar cómo cerraba la bragueta de mi pantalón, recordándome la repugnancia en cada centímetro de mi piel. No me merecía estar con ésa persona, no quería que sufriese por alguien como yo. Hice un esfuerzo sobrehumano para llevar mi mano hasta la manilla de la puerta, sin embargo la mantuve inmóvil, incapaz de hacerlo; deseaba demasiado estar a su lado, abrazarle, besarle, llorar y dejar que sus caricias me agasajaran... Sin embargo si no me retiraba a tiempo sólo le haría sufrir más, y éso era lo que menos quería, no quería ser el desencadenante de ningún daño a aquel ser, no por mí. Miró mi mano. - No te vayas, afuera... hace frío. Esa insignificancia fue suficiente excusa como para hacer que resbalara aquella mano lentamente, deshechando la idea de irme, todavía sin ser capaz de despegar mis ojos de su figura. - ¿Te duele? - dijo pasando con esmero el dorso de los dedos en mi mejilla, casi sin rozarla. - No pasa nada... me lo merezco. - sonreí con amargura mientras tocaba con el dedo la herida todavía palpitante que tenía en la comisura de los labios. - No digas éso, Chinen... Unos cálidos brazos rodearon mi cuerpo, y, contrariamente a lo que me esperaba, la intensidad de aquel agarre no me dolió, sólo me llenó de aquéllo que tanto había añorado: De Yamada. - Perdóname... - su voz se quebró en medio de aquel susurro hiriente - Quiero protegerte, Chinen... Quiero hacerlo pero no sé cómo... - entró en un angustioso tono por mis oídos. - Yamada... No me toques... estoy sucio. - ¡No vuelvas a decir éso! - alzó el tono con un matiz firme, cogiéndome los hombros mientras su mirada vidriada se inundaba. Miré sus lágrimas caer, una tras ótra... Mi corazón se exprimió, y, sin previo aviso, una repentina humedad comenzó a descender por mis mejillas también. Apoyé mi rostro en su hombro, cerrando los ojos con fuerza. - Yamada, si desapareciera... ¿Tú me echarías de menos? Volví a alzar la mirada hacia él, avistando un semblante desconcertado. - ¿Qué... estás diciendo? ¡¿Qué dices, Chinen?! - volvió a cogerme de los hombros, esta vez zarandeándome con insistencia. - ¡Tú no desaparecerás, ¿Me oyes?! ¡No lo permitiré! - Gracias. Abracé repentinamente su torso. - ¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué cada palabra que sale de tu boca me descoloca? ¿Por qué no consigo alejarme de ti? ¿Por q...? - Tonto... Un dedo levantó mi rostro, y vi sus ojos brillar bajo esa mirada serena y embriagante, con vestigios de aquellas saladas gotas. - Todas esas preguntas tienen una misma respuesta, ¿No es obvio? - sonrió con levedad, todavía sin deshacerse del todo de aquella tristeza en su rostro. - Porque yo te amo; porque tú me amas. No hice ningún esfuerzo por detener aquellos labios que avanzaban hacia los míos, terminando su recorrido en ese dulce contacto. Tomé aire; intentando apaciguar mi interior entre tantas sensaciones revoloteando en mis adentros. Sus labios se entreabrieron y volvieron a cerrarse sobre los míos; una caricia tan placentera que deseaba que lo hiciese una y otra vez. Mis manos subieron con lentitud hasta su espalda, rodeando sin permiso su torso, para luego sentir cómo él también me envolvía en tan cálido contacto. Entreabrí los ojos y los volví a cerrar: Sí, aquéllo estaba ocurriendo de verdad. Noté su lengua queriendo adentrarse en mi cavidad. Abrí más la boca, y, a la par que aquel remolino eléctrico vibró en mi interior, esa parte de él envolvió a la mía, acariciándola con la suma lentitud en la que aquel beso se desenvolvía. Mi alma se fundía con calma en brazos de ese Yamada que tanto había deseado volver a sentir, ese mismo ser que, segundos después de pensar en morir, conseguía que parte de mí lo hiciera sobre aquellos labios. - Yamada, sólo por ésta noche... ¿Podrías hacerme olvidarlo todo? Me abrazaba; le abrazaba. En medio de la oscuridad lo único realmente vislumbrable eran nuestros sentimientos: Ardientes, sinceros, tan palpitantes que parecían querer tomar forma física. ------------------------------------------------------- Pobres ._. Les maltrato xD ¿Por qué he hecho a Takaki tan pervertido? luego me da vergüenza leer mis lemons xD con las cosas que dice... xDD es cómo kyaaa ¡¿Yo he escrito ésto?! XD Gracias por leer nee~~ x3 Si comentáis haré el pino con el dedo meñique de la mano izquierda O3O (cofcofestástúquepuedehacerésocofcof) Bah, no me hagáis caso, que ya tengo mucho sueño. Oyasuminasai~~~

2 comentarios:

  1. waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!! ya morí de nuevo es que este fic me tiene mas que metida !!!!!!!!!!!!!!!!!! amo este fic con todas mis fuerza, me hace sentir tan emosionada, hace que mis sentimientos afloren!! de verdad este fic me llega a dar miedo .____. hace lo que nadie a podido hacer u.ú le doy un 1000000000000... y muchos 0 mas ^o^ espero la continuación nee? ^^ cuidate kisses... Chu~* byebye!!*

    [*~Rys Nakakim~*]

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  2. ME LLAMO YUUNA, NO TENGO CUENTA ASI QUE LO ESCRIBO EN ANONIMO XDDD
    AME TU FICS ES REALMENTE TRAGICO SUS VIDAD POBRE VIDA DE CHINEN POBRESITO SHINTARO POBRESITO COMO SUFRE YAMADA ESPER QUE SIGAS ESCRIBIENDO ESTE FICS REALMENTE ME TIENE METIDA TE POYO PARA QUE SAQUES LUEGO EL CAPITULO 7 AME LA PAREJA DE HERMANITOS MORIMOTO TAMBIEN~ ME PREGUNTO QUE HABRA PASADO DESPUES DE QUE SINTARO SALIO CORRIENDO DE LA HABITACION ESPERO QUE TAKAKI NO LE HAGA NADA D; MUEROOO DE EMOCION JURO QUE LLORE DEMACIADO Y NO ME LOPODIA IMAGINAR ERA REALMENTE TRISTE.. ESPERO QUE SIGAS ESCRIBIENDO ESTE FIC ME GUSTO MUCHO ;D

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