sábado, 12 de marzo de 2011

kimi wo mamoru tame ni [ cap 3]







Kimi wo Mamoru Tame ni (Cap. 3)
Hi~~~~~

Últimamente le dedico mucho tiempo a escribir, no sé si éso es bueno o malo ._. Por eso traigo la conti (Para mi ritmo normal en los seriales, es poco común que esté hecho tan pronto xD)

Y bueno, ayer por la noche no podía dormir y como no me apetecía levantarme para coger el iPad pues me quedé pensando en la cama lo que podría poner en Kimi wo Mamoru Tame ni, y a consecuencia de éso, ya lo tengo todo en mi cabeza XD sólo falta escribirlo. Sólo diré que el final será bastante inusual y que según mis cálculos por ahora tendrá unos tres capítulos más, pero no es seguro.

Sin más, os dejo con la conti. Espero que os guste :3



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Kimi wo Mamoru Tame ni
[Por Protegerte]

Capítulo 3


Soshite Kokoro ga Sono Atatakai Kaze Kanjiteta
[Y entonces mi corazón sitió esa brisa cálida]


No recordaba cuánto tiempo llevaba aquí, pero la cuestión era que me encontraba observando tras unos arbustos desde aquel ángulo que me dejaba ver su perfil, la figura de Chinen acariciando al pequeño gato que había encontrado días atrás, quien se rendía a ronroneos ante aquellos movimientos delicados, suaves y tan dóciles. Yo, sin embargo, no podía evitar verme sumergido en aquella mirada triste que se enfocaba en el animal que sostenía en brazos. No entendía por qué, pero simplemente no podía desprender mis ojos de él, y no era la primera vez, ya llevaba bastantes pasándome lo mismo, pero no me importaba, era una sensación agradable, y cuanto más cerca suyo estaba más agradable se hacía. Me estaba haciendo adicto a aquella sensación, era lo único que deaseaba: Estar con él y, si fuera posible, hacerle sonreír, porque cuando esa persona sonreía mi interior se desbordaba en ternura.

- Tú y yo no somos tan diferentes, ¿Verdad, Yoru-chan? - dijo en un susurro.

Sonreí amargamente, mientras me acercaba en silencio hasta su espalda y me agaché a su lado, acariciando también aquel suave pelaje.

Al instante noté una mirada sobresaltada en mí.

- ¿Ya le has puesto nombre?- llevé mi vista hasta Chinen, dedicándole una sonrisa leve que su mirada desvió.
- Hum. - asintió. - Yoru, - sonó su voz mientras dejaba al animal en la caja de nuevo con cuidado. - porque es tan oscuro como la noche.
- Yoru... - repetí el nombre en voz alta. - Me gusta.

El silencio nos envolvió, y no pude evitar volver llevar mi mirada hacia él.

- ¿Q... Qué pasa, Yamada?
- ¿Sabes? Estaba pensando que necesitaríamos un lugar seguro donde esconderlo, si lo llegan a encontrar lo echarían. - dije, aunque en realidad éso lo había estado pensando por la mañana, ahora tan sólo tenía la mente en blanco mientras le miraba.
- Hmn... Yo conozco uno, pero...
- ¿Pero?

Suspiró, pensándose seriamente algo, y después de mantener la mirada perdida durante unos segundos acarició a Yoru-chan, apretando los labios con determinación.

- Lo haré por ti, Yoru-chan. - le dijo y me miró. - Vale, te lo enseñaré, pero tienes que prometerme no decírselo a nadie.
- Te lo prometo.

Cogí sin permiso su muñeca y enlacé nuestros dedos meñiques.

- Eres tonto... - dijo atrayendo esa mano hacia sí, avergonzado.

Reí.

- Y bien, ¿Dónde es?
- Mañana antes que se despierten todos vamos, ahora ya está empezando a oscurecer y dentro de poco nos llamaran para cenar.

Nada más decirlo sonó la campana con la cual nos indicaban la hora de la cena.



Ya iban tres veces que Chinen levantaba la vista justo cuando le estaba mirando, y yo, como el idiota que estoy hecho la apartaba torpemente, casi agradecí que Shintaro llegara a nuestra mesa, asustando a su hermano por la espalda, así desviaría un poco mi atención.

- Mou... Nii-chan dame una mordida de tu postre... - decía mientras le rodeaba el cuello por la espalda.
- Shin-chan, todavía no he acabado de comer.
- Por fa~~~

Ryutaro suspiró con profundidad, rindiéndose. Cogió el plátano que tenía en su bandeja y despeló la parte superior. Shintaro se inclinó un poco más sobre él, indicándole que se lo diese directamente. El mayor lo acercó a su boca y creo que todos los presentes en aquella mesa, excepto Chinen, que se mantenía en su aislamiento habitual, nos percatamos de cómo Ryutaro miraba aquella pieza de fruta entrar en la boca del menor, y de cómo tragó saliva al presionarla Shintaro con sus labios para morder el trozo.

- Gracias, Nii-chan. - le besó la mejilla para después volver a su mesa correspondiente.
- Ryutaro, eres un depravado. - soltó Kento una risita.
- P... Probablemente. - se levantó, dispuesto a irse. - Aunque mira quien fue a hablar ¿Te crees que no escuché vuestros jueguecitos ayer por la noche? Pedazo de pervertidos. - rió, concluyendo su venganza.

Les miré repentinamente, soprendido. Yo, que solía percatarme de este tipo de cosas, ni siquiera había sospechado aquéllo. Ambos habían enrojecido, aunque Fuma mucho más que Kento.

Ryutaro se retiró. Mi sexto sentido me decía que la escena vista anteriormente había armado un caos en sus hormonas. Observé cómo su hermano salía tras él segundos después de verle atravesar la puerta del comedor y evité que mi cerebro supusiera más cosas.

- Te dije que nos podrían escuchar. - dijo un cabizbajo Fuma.
- No pasa nada. - balanceó la mano, quitándole importancia. - Toma, ¿Quieres un poco de mi plátano? - rió ante su broma, aunque a Fuma no le hizo mucha gracia.

Volví a dirigir mi mirada hacia Chinen cuando vi que se levantaba y se encaminaba hacia la salida. Bufé, ya no le vería hasta el día siguiente.



Me levanté con prisas, lo acordado ayer me tenía ansioso.

Tras asearme y cambiarme me dirigí hacia el jardín donde vi a Chinen sentado sobre un banco, mordiendo la pajita que sobresalía de su caja de zumo, mientras se concentraba en el movimiento que hacía el balanceo de sus piernas, cuya longitud no era suficiente para llegar al suelo. Sonreí al ver esa imagen, y un deseo de abrazarle nació desde mi interior.

- Ah, por fin estás. Venga, vamos. - dijo al verme, sacándome de mis pensamientos.

Caminamos hasta la pequeña casita de los jardineros, situada tras un árbol de abundantes hojas, me preguntaba si lo habían construído ahí para camuflarlo.

Al parecer ésa era nuestra meta.

- Chinen, ¿Es ésto? Sabes que está cerrado, ¿Verdad?
- Siempre hablas demasiado, Yamada.- dijo mirando detrás de un arbusto. - ¿Dónde estará? - murmuró para sí, extrañado.
- ¿Qué buscas?
- Mi silla, sin la silla no hay llave.
- ¿Eh?

Apuntó hacia una pequeña ventanita sobre la puerta.

- Ahí está la llave.
- ¿Estás seguro?
- Completamente.
- Pues bien, cojámosla.

Me encogí, y tras rodear sus caderas con mis brazos le alcé en el aire.

- ¡Yamada! - gritó con desesperación. - ¿Se puede saber qué haces? ¡Bájame, bájame, bájame!

Solté unas risitas, ese exagerado sofoco le hacía parecer todavía más adorable.

- Cógela, ¡Vamos! - dije, riendo.

Él alzó sus ojos, que hasta ahora estaban mirándome desde aquel ángulo superior, y alargó un brazo, alcanzándola sin problemas.

Volví a agacharme y cuando sus pies tocaron el suelo resbalé mis manos por su cintura hasta quedar incorporado de nuevo, encontrándome con una mirada fija en la mía. Aquella situación me agradaba, y mucho. Llevó una de sus manos, antes posada en mi hombro, hasta su mejilla ruborizada y tras comprobar el estado de ésta se volteó de inmediato, abriendo la puerta con prisas.

- N... No v... vuelvas a hacer éso.

No le respondí, el rastro de aquella cercanía todavía estaba en mí y, no sé bien por qué, pero quería sentirla un poco más.

Un leve ruido de la cerradura nos indicó que teníamos el paso libre. Chinen abrió y esperó al lado de la puerta a que pasara.

A diferencia de lo que me esperaba por la imagen exterior, la habitación era pequeña. Justo en frente se veía directamente una ventana con vistas al pasillo que dirigía a la entrada trasera del horfanato. Bajo ella, tendido en el suelo, se encontraba un colchón algo viejo y sucio. Me preguntaba por qué estaba ahí, puesto que parecía estorbar, ya que ocupaba casi la mitad del sitio. Junto a la puerta, a mi izquierda, había un mueble de cristal en el cual parecían guardar herramientas y, a diferencia de la vacía pared del fondo derecho, la del izquierdo constituía en la puerta de un armario empotrado que, supongo, serviría para más de lo mismo.

- Es perfecto. - me volteé.

Me sonrió. La extrañeza se mezcló con una sonrisa en mi rostro.

- V... Vamos a por Yoru-chan. - se volteó tras agachar la cabeza, borrando aquella hermosa expresión de sus labios, algo nervioso.

Tragimos al pequeño y nos sentamos sobre aquel colchón que al principio me sacó unos cuantos estornudos.

- Oye, Chinen, ¿Aquí es donde estás cuando desapareces?
- Hum. - asintió mirando al pequeño Yoru-chan jugar con un trozo roto del cartón de su caja frente a nosotros.
- ¿Y qué haces aquí dentro metido tanto tiempo?
- Haces demasiadas preguntas, Yamada.
- Es que quiero saber cosas sobre ti.

Posó su vista en mí.

- Tengo que irme. - dijo levantándose.

- ¿Eh?¿Por qué?
- Ya estarán todos despiertos, si Takaki nota que faltamos justamente los dos se enfadará.

"Takaki, Takaki, Takaki" No aguantaba oír ese nombre.

Me incorporé rápidamemte antes que saliese y le cogí de la muñeca, a lo que él volteó su mirada hacia mí.

- Él no es tu dueño, Chinen.

Un expresión amarga apareció en su rostro y de un tirón deshizo el agarre que nos unía.

- Sí lo es. - se encaminó hacia el centro.
- ¿Cómo puedes decir éso? - salí tras él, apresurado. - ¡Chinen, reacciona! ¡Haz algo! ¿Lo has intentado hablar con la directora? ¿Has...?
- ¡Basta! - esa palabra, además de detener las mías, también nos paralizó a ambos.

Vi la angustia escrita en su rostro, y mi interior se encogió, no quería entristecerle..., sólo... hacerle reaccionar.

- Tú no entiendes nada. - se volteó hacia mí, y mi mirada siguió su figura pasando a mi lado para cerrar aquella puerta y encestar la llave en su sitio.- para de hablar como si lo supieras todo... Que haga algo... ¿Crees que no lo intenté?- volvió a emprender de nuevo sus pasos.
- Chinen...
- Cállate por favor, sólo... calla. - agachó la mirada y siguió caminando.

Caminé a su lado en silencio, mirando de reojo de vez en cuando esa expresión perdida en la nada.




No aguantaba más, lo ocurrido por la mañana me estaba asfixiando, tenía que ir a hablar con él, pero seguramente se exasperaría aún más.

Bufé, agobiado.

-¿Qué ocurre, Yamada?- preguntó Kento apoyando el mentón en el hombro del menor.
- Nada, tranquilo. - dije mientras despegaba mis ojos de la litera superior, llevando mi mirada hacia ellos.
- Éso no es lo que parece. - habló esta vez Fuma, quien se encontraba sentado entre las piernas de Kento, sujetando unas cuantas cartas en sus manos que ambos miraban con insistencia.
- Ésta de aquí.- le susurró a la oreja Kento, señalándola con una de las manos que antes rodeaba su cintura.

El menor, después de un ligero estremecimiento, retiró la carta indicada, dejándola sobre la cama.

- Oh, que tiernos..., Aunque... - dijo Ryutaro.

Pasó de estar tumbado boca abajo a sentarse en aquella misma cama en la que los dos chicos también lo estaban.

- ¡Éso no cambiará que gane otra vez! - soltó una risa malvada que ni en películas tenían tanto realismo, y hizo que los que habían optado pasar también su rato libre en la habitación le miraran asustados.
- Mou... Ken-chan... Ha sido tu culpa. - lloriqueó Fuma.
- ¡Os dije que no me ganariáis ni los dos juntos! - Ryutaro seguía en su mundo, carcajeándose, mientras le ignoraban.
- ¡Pero si fuiste tú quién le desafió! - rió Kento, quien, como habitualmente, se tomaba todo con diversión.
- ¡Me debéis dos postres seguidos! - la pareja seguía sin prestarle atención y Ryutaro paró en seco su actuación, indignado. - ¡Oi, hacédme caso! - siguieron ignorándole, aunque ahora lo hacían a propósito.

Reí y al parecer llegó hasta los oídos de Ryutaro, quien, tras levantarse para dirigir sus pasos hacia mí, se sentó sobre mi cama.

- ¿Seguro que no te pasa nada, Yamada? - preguntó, asustándome con su repentino cambio de actitud.
- Nada que no tenga solución. - me levanté, dedicándole una sonrisa grata por su preocupación.

Me dirigiría hacia la casita del jardín, seguramente estaría ahí como siempre, aunque una silueta conocida pausó mis pasos mucho antes, al pasar por la puerta contigua a la mía.

- ¿Puedo pasar? - dije entrando en su habitación.
- ¿Para qué lo preguntas si ya estás dentro? - siguió doblando unas cuántas piezas de ropa extendidas sobre su cama.

Reí.

- Ne... Esta mañana, yo... no debí haber decir todo éso. - me acerqué a paso lento, tocándome la nuca sin atreverme a mirarle. - ¿Me perdonas? - dije sentándome.
- Yamada... no estoy enfadado.
- ¿De verdad? - sonreí. - Menos mal...

Escuché salir un suspiro de su boca al desviar mi mirada a lo que doblaba.

- Ne, el otro día me dejé el manga sobre tu cama, ¿Dond...?
- ¡Shh...! - dijo súbitamente, y aquella paralización que ya había visto antes invadir su cuerpo volvió a aparecer.

Alzó su rostro hacia mí lentamente, preocupado.

- ¿Qu...?

Tapó de repente con la mano mi boca y, cogiéndome de la muñeca, me arrastró hasta el armario que teníamos al lado, junto a su cama, encerrándome ahí dentro ante mi mirada desconcertada. A pesar de todo, sólo atiné a obedecer aquellos ojos alarmados.

Observé entre las aberturas horizontales del armario cómo, con prisas, se posicionaba de inmediato sentado sobre la cama, volviendo a doblar las ropas.

Entonces, la puerta se abrió. Esa persona la cerró con una brusquedad que hizo que el cuerpo de Chinen pegara un respingo sobre la cama. Sus ojos se cerraron con fuerza, pero quien caminaba hacia él, desde ese ángulo, seguramente no sería capaz de percibirlo.

Se agachó frente al menor, quien, al notarlo, abrió los ojos antes que fuera capaz de ver la expresión que escondía su cabeza cabizbaja.

- Hola, conejito. - le cogió del mentón, obligándole a mirarle.

Tuve que ordenar a mi propio cuerpo que se mantuviese quieto, aunque ese remolino de cólera en mi interior intentara lo contrario.

- Creo que me estoy volviendo sordo, pero a lo mejor son imaginaciones mías. A ver... lo repetiré una vez más para asegurarme: Hola, conejito.
- Ho... Hola, Takaki-kun.
- Muy bien. Los conejitos maleducados no me gustan. - hablaba con aquel sosegado tono de voz, como si las palabras acariciasen lentamente el oído en el que se adentraban.

Cualquiera que escuchase aquéllo no se imaginaría que tras esa sonrisa que a mí me causaba una sensación extraña en el cuerpo, había una persona tal vil y desalmada.

Su rostro fue acortando los escasos centímetros que les separaban. Sentí mi sangre burbujear, sentí que iba a perder el control sobre mí mismo, simplemente no quería ver aquéllo pasar. Mandé la orden a mi cerebro de abrir esa puerta, pero, cuando estaba por ejecutarla, vi sus ojos mirando hacia el armario. Esa mirada preocupada y suplicante me detuvo. Observé con impotencia cómo atrapó una parte del labio inferior de Chinen, sonriendo mientras su mirada no dejaba a la del menor.

Y ante mi sorpresa se separó de él, acercándose a su oído.

- Ahora abre esa preciosa boquita y utilízala para algo productivo, ¿Sí?

Chinen tragó saliva con fuerza, y, mientras Takaki se enderezaba, colocándose de pie frente al chico, aquella mirada volvió a dirigirse hacia el armario. El mayor llevó sus manos hacia la hebilla de su cinturón, desabrochándoselo, y, justo cuando iba a bajarse la cremallera unas manos se posaron sobre las suyas, impidiéndole moverlas.

Chinen se puso de pie.

- Va... Vayamos a otro sitio, ¿Vale?
- ¿Cómo que a otro sitio? - dijo en tono malhumorado.
- Es que... los demás... ellos vendrán pronto y...
- Me estás poniendo de los nervios. Cállate.
- Por favor... si nos vamos te prometo que me lo tragaré todo sin rechistar.

Takaki rió ante la clara desesperación del menor, para luego, cogerle del antebrazo y desaparecer tras un golpe seco en la puerta.

Salí de inmediato del interior de aquel mueble, y me quedé instantes delante de la puerta con la mano sobre el pomo de ésta. De verdad no sabía qué hacer. Opté por esperar a que volviese. Sí, éso era lo mejor, ¿Verdad...? ¿O no...?

"¡Reiko, dime qué hacer!", fue lo que pensé. Sabiendo de sobra que ya no podía contar con su ayuda.

Cogí la ropa que estaba por doblar en la cama. Estreché aquella camisa contra mí, aspirando profundamente... Tenía el aroma de Chinen. Decidí terminar de doblarla para ocupar mi mente con algo, el nerviosismo empezaba revolverme el estómago.




Pegué un brinco sobre la cama al escuchar minutos después cómo se abría la puerta. Haber doblado toda aquella ropa hizo que casi se me olvidara lo que pasó.

- Chinen... - me levanté, pero él me ignoró, ni siquiera me miró, entró rápidamente y cogió de debajo de su cama un neceser, para después volver a salir de donde había entrado. - ¡Chinen...! - le perseguí por el pasillo hasta llegar a los lavabos.

Dejó sin esmero el neceser sobre la pileta y sacó de él con prisas el cepillo de dientes y el jabón.

Atiné a mirar lo que hacía. Restregó el cepillo contra el jabón, pasándolo bajo el grifo abierto para después dirigírselo a la boca.

- Ésto es lo que hacías esa vez, ¿Verdad? - no me respondió, siguió cabizbajo, pasando aquel cepillo con excesiva rapidez por cada rincón de su boca. - Chinen, haz algo... ¿No ves cuánto sufres? - decía mientras le veía escupir y enjuagarse la boca, para después cerrar el grifo. - Tiene que haber algo que podamos hac...
- ¡Cállate! - gritó. - ¡Vete, vete de aquí! - siguió con aquel tono de voz, cabizbajo.
- Pero...
- ¡Que te vayas he dicho! No me mires así, ¡Sólo haces que me sienta más patético!
- Chinen...
- Cuando no estabas era más fácil..., Sólo tenía que cerrar los ojos y omitir. Todo era más fácil...

Su voz se quebraba a cada palabra, y, aunque su flequillo lo ocultase, sabía que las lágrimas amenazaban con hacer aparición.

Me acerqué y le cogí de las muñecas para que esas manos dejasen de aguantar su peso en la pileta, obligándole a volverse hacia mí. Mi mano alzó su mentón, sin romper el agarre que la ótra tenía, y mis labios se posaron sobre su frente con lentitud, presionándola sin prisas.

- Yamada, suéltame... Estoy... Estoy sucio, Yamada. - dijo en un hilo de voz, aunque no hizo el mínimo esfuerzo por separarse.

Rodeé sus hombros y le atraje a mí como respuesta.

- No estás sucio... Chinen. - apoyé el costado de mi cabeza en la suya hundida en mi pecho y escuché sus leves sollozos.
- Yamada, ¿Por qué? Por más que intento alejarme de ti... - sonaron esas palabras, ahogadas.
- Shh... calla.

Silencio.

- Respira hondo, cálmate. - susurré y él me obedeció de nuevo. - Ahora rodéame con tus brazos.

Sus manos se alzaron trémulas, y se adentraron en mi chaqueta abierta, y aunque me envolvieron, se mantuvieron sin tocarme.

- Chinen, abrázame. - dije y de un sólo impulso, cómo habiendo reunido antes el valor suficiente y soltado todo de una sóla vez, sentí sus brazos estrechando mi torso.

Sus sollozos se tornaron un angustioso llanto que rasgaba el silencio de las paredes del lavabo, rebotando entre ecos hirientes. Estaba dejándolo salir todo de su interior, mostrándome sólo a mí, a aquel Chinen frágil e indefenso.

- ¿Ves que se está más cálido acompañado? - lo ceñí más a mi cuerpo.

Sentí sus manos agarrar con fuerza la tela de mi camisa sobre mi espalda.

- Yamada... ayúdame... ayúdame... no me dejes sólo, ayúdame...

Su ténue voz entraba en mis oídos, revolucionando cada rincón de mí, haciéndome sentir parte de aquel profundo dolor.

Y entonces lo decidí: Pasara lo que pasase yo le protegería, sin importar qué tipo de obstáculos, lucharía con todas mis fuerzas para cesar el sufrimiento de aquel pequeño cuerpo que tenía entre mis brazos, por él; por Chinen.




Hora de la cena. Asqueroso, todo muy asqueroso, como usualmente.

- Normalmente no comes mucho, pero no sueles revolver la comida con esta cara abstraída, ¿Qué ocurre, Yamada? - me preguntó Ryutaro.
- Hoy no me apetece comer, me voy a la cama. - me levanté.
- Cuidado que te castigarán. - rieron y esta vez yo también lo hice.

Por desgracia había comprendido la gracia de aquel chiste: Aquí no le importábamos a nadie, nadie nos cuidaba más que nosotros mismos, éramos una mera fuente de ingresos para el dueño del centro, apenas nos prestaban atención para la comida y poco más. El empeño en ignorar lo que pasaba en el interior de la bonita fachada del horfanato había desarrollado consecuencias... consecuencias que dejarían marca para toda la vida.

Eché un vistazo para comprobar antes de salir que aquella voz realmente fuese la de Takaki. Lo era. Me fui, encaminándome a buscar a Chinen, quien no se había presentado a la cena.

Pasé por su cuarto; no estaba, me aventuré a ir entre la oscuridad del jardín a la casita; tampoco, en los baños; ni rastro suyo.

Paré un segundo en mitad del pasillo, frunciendo el seño, concentrándome. Entonces, me percaté de que mi cuarto era el único que tenía la puerta abierta.

Entré silenciosamente.

Caminé hasta mi cama, y, efectivamente, aquel bulto sobre ella se trataba del cuerpo adormecido de Chinen.

Sonreí.

Me senté sobre el colchón, y las yemas de mis dedos rozaron con delicadeza y lentitud su mejilla ligeramente enrojecida; al parecer había estado llorando.

- Parece ser que me he enamorado de ti, pequenín. - susurré, acercándome a su rostro y secando con mis labios las lágrimas atrapadas en sus lagrimales.

"Me pregunto... cómo Takaki es capaz de hacerle daño a alguien tan adorable como tú", fue lo que pensé, al verle, al menos en sueños, sonreír dulcemente.


En ese entonces no me percaté, pero una mirada había presenciado aquella escena desde la puerta, mostrando sobre sus labios una sonrisa ruin que no presagiaba nada bueno.

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Y hasta aquí llegamos hoy.

Si comentáis haréis a Mika muuuy muuuy happy *^*



Ja ne~~~

2 comentarios:

  1. WaAaAaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!! nee nee!! el fic esta muy COOL kawaii YASASHI!! Yuri es tan inefenso el pobre y mi Ryosuke que lo ayudara y mas encima se enamoro de él *O*~♥ ame el capitulo espero el nº4 con muchas ansias cuidate muchoo kisses... Chu~*

    byebye!!*

    [*~Rys Nakakim~*]

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  2. awwww te quedo kawaii y super tierno este cap...!!

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