miércoles, 30 de marzo de 2011

kimi wo mamoru tame ni [ cap 6]

Konbanwa~~~ ¡Por fin! Parece que últimamente el mundo está en contra de que suba contis, en serio u.u" Tsk... Si es que sé que la A.A.C.M. conspira contra mí (Asociación Anti Contis de Mika) (XDDD ???) Por favor, no me hagáis caso, que ya es demasiado tarde para mí teniendo en cuenta que me he levantado a las siete hoy xD (mentira, Mika es así aunque vaya bien despierta. xD) Hablando de algo de interés mínimamente humano: ¿Recordáis las advertencias tan bonitas y tiernas que puse al principio? Pues me gustaría que las reconsiderarais antes de leer este capítulo xD aunque sé que nadie me hará caso, bé, da igual. Cómo sabéis, un capítulo lo narra Chii y otro Yama-chan, éste es el turno de la ardilla :3 Sin más, Dozo~~~~~ --------------------------------------------------------- Kimi wo Mamoru Tame ni [Por Protegerte] Capítulo 6 Karada wa Ano Hito no Mono Desu [Mi Cuerpo es Suyo]] "Estoy deseando que me des una excusa para rebentarle la cara". No. Nunca lo permitiría, esas palabras jamás se harían realidad, lo decidí nada más escucharlas salir de su boca. Nunca dejaría que ocurriese. Situado a mi espalda sus manos desabrochaban los botones de esa camisa, mientras, frente a mí, sentía la humedad cálida de la boca de Daiki pasearse por mi cuello. Esa prenda resbaló por mis brazos, y, tras notar la leve presión que ejercieron los dientes de Takaki al morderme el hombro, cerré los ojos, sintiendo aquel escalofrío recorrer mi espina dorsal. Noté esos dedos resbalarse hasta mi pantalón y lo desabrochó, adentrando su mano para palpar lo que bajo la tela de mi ropa interior se escondía. - Quítale la camisa a Daiki. Su voz susurrante me erizaba la piel, haciendo que un momentáneo ardor escalfase mi estómago. Era asqueroso, tan... asqueroso. Me dispuse a cumplir lo ordenado tras abandonar Daiki mi cuello. - No le habrás dejado marcas, ¿Verdad? - dijo atrayendo el mentón del menor a sí, acorralándome más entre ambos cuerpos. - No, Takaki. - respondió Daiki en ese tono con el que siempre se dirigía a él; un tono obediente, pero no sumiso. - Buen chico. No necesitó alzar la voz más allá de un susurro, pues la cercanía que los separaba era mínima, volviéndose inexistente cuando Takaki se apropió de sus labios. Sentí un empuje sobre mis hombros y cedí, arrodillándome frente a Daiki para disponerme a hacer aquéllo que sin palabras me mandaba. El calor que emanaba el cuerpo de Takaki tras de mí desapareció, al haberse desplazado hasta la puerta, abriéndola, y, tras decir unas breves palabras, estiró hacia el interior la muñeca de quien estaba vigilando fuera. Sonidos de placer se disipaban por el aire de la boca de Daiki, al ritmo que yo imponía sobre su erección. - Mira, Kei, cómo gime.... ¿No te excita? - le susurraba aquellas palabras desde su espalda. Los ojos de Kei se posaron casi forzosamente en nuestras figuras. - Sí. - su voz era serena, pero no su mirada. Esa mirada llena de culpa no quería estar viendo aquéllo, lo sabía muy bien. El cierre de sus vaqueros se abrió a manos de Takaki, quien le cogió la mano derecha, adentrando la propia y ésta dentro de los boxers del menor. - Venga, tócate, Kei. Estoy deseando verlo. El menor comenzó a mover su mano, cerrando los ojos. - No, no, abrélos. Quiero que mires. Takaki sonrió, y se dirigió hacia nosotros de nuevo, agachándose a mi lado. Cerré mis párpados inconscientemente, adentrándome en lo que mi boca le hacía a Daiki y, mientras acomodaba un mechón de cabello tras mi oreja con una delicadeza que me extrañó, susurró aquéllo que daba razón a ese cínico acto cariñoso: - Ahora serás bueno y te ábrirás de piernas a Daiki, ¿Sí? Me incorporé, sintiendo la pesadez relentizar todo mi cuerpo, y nos dirigimos hacia la litera. - ¿La quieres dentro de ti? - le dijo Takaki al llegar a su lado, tras sostener los muslos del menor, que ahora rodeaba con las piernas su cintura. - Sí... Por favor Takaki. - la mirada de Kei pasó por la de Daiki, y hasta yo sentí el pesar en aquel contacto visual. - Chinen...- me susurró el cuerpo sobre el mío, aprovechando que estaba Takaki ocupado de espaldas. - lo siento. Su miembro penetró cómo una hiriente punzada en mi cuerpo tenso. Mi boca dejó escapar un grito horrible, doloroso. Me cubrí los ojos con mi antebrazo, pero, cómo ya había comprobado, la oscuridad de mis párpados no hacía que el exterior realmente desapareciera. El dolor se adentraba una y otra vez en mí, y cuando pensé que ya era imposible que parase, cómo siempre ocurría: Lo sentí, y ese punto de placer en mi interior opacó cada vez más el dolor a medida que crecía. Retiré mi brazo, y volteé el rostro, poniéndole cara a esos gemidos que escuchaba al otro lado del cuarto. - Ah... Le le... Amas, ¿Cierto...? - susurré, sin dejar de apartar mi vista de un jadeante Kei recibiendo las fuertes embestidas de Takaki. - Ah... Sí...- respondió su voz vaporosa. - ¿Cóm.... Cómo sabes qu... estás enamorado? Daiki sonrió y sus manos antes apoyadas a cada lado de mi cuerpo me cogieron de los muslos, acercándome más, y profundizándose con más fuerza en mi interior. - Lo sabes cuando, ah... cuando sólo quieres hacer este tipo de cosas con él, cuando deseas abrazarle y no... Hmn... no soltarle... jamás, cuando tus lágrimas brotan ah... con facilidad cuando estás junto a él, cuando te sientes otra... per... sona a su lado..., si sientes todo éso, estás... enamorado de Yamada, Chinen. Cerré los ojos, agarrando con fuerza la sábanas bajo nuestros cuerpos. "Estás enamorado de Yamada, Chinen.", esa frase rebotó en ecos dentro de mi cabeza, me gustaba cómo sonaba. El viejo colchón chirriaba ante los acompasados movimientos de Daiki. Sentí mi cuerpo pidiéndome más, sentí cómo acariciaba el límite del placer. Y entonces, esa explosión de todo y nada a la vez me sacudió, y seguidamente sentí el líquido subir y liberarse por mi miembro. Casi al instante el cuerpo de Daiki se tensó y aquella sensación llegó a él en un gemido que no pudo evitar ni mordiéndose los labios. Volteé el rostro y vi a Takaki dejando el cuerpo mórbido de Kei de pie nuevamente, para luego abrocharse el cierre de su pantalón, y, después de voltearse a mirar la escena a su espalda, le susurró algo a Kei, acto seguido abrió la puerta situada a su lado y se marchó. Daiki se incorporó, quedando sentado en el borde de la cama, abrochándose el pantalón y abotonándose la camisa que le había descolocado, mientras observaba cómo Kei se vestía. Pasados unos segundos, éste caminó hasta nosotros, acomodándose la sudadera a medio vestir. - ¿Vamos? - le ofreció la mano, con una sonrisa suave. - Hum. - asintió devolviéndosela, y levantándose tras estrechar sus manos. - Daiki-kun... - se voltearon al escuchar ese ligero llamado. - Si sentís éso, entonces ¿Por qué...? Daiki sonrió, y pausé mis palabras. Volvió a sentarse sobre el colchón, y estiró la manta gruesa, enroscada a los pies de la cama, cubriéndome hasta el cuello. - "Si no puedes con tu enemigo, únete a él", ¿No? - acarició levemente mi rostro con la parte externa de sus dedos. La mano de Kei se posó sobre su hombro. - Vayámonos ya, Dai-chan. Daiki levantó la vista y asintió. Y con los dedos entrelazados, desaparecieron tras aquella puerta, dejando sólo el silencio en aquella habitación impregnada de olor a sudor, a lujuria.... a sexo; un aroma que odiaba. "Estoy deseando que me des una excusa para rebentarle la cara". Cerraba los ojos fuertemente. Esas palabras dichas por Takaki, una vez más, habían tomado mi sueño. Siempre que pensaba en Yamada, éstas irrumpían en mi mente, cómo recordándome que aquéllo estaba mal, que no debía siquiera rozarle en pensamientos. Encaminé mis pasos en silencio hacia el baño, para no despertar a nadie, y antes de entrar, me percaté de ese sonido. Empujé la puerta cuidadosamente y, en fecto, había alguien duchándose. - Jumping to my dream... Retrocedí un paso de inmediato al reconocer la voz de aquella persona que canturreaba dentro de la cabina de baños, pero pasados unos segundos, una fuerza extraña me impulsó a avanzar, hasta que aquel ángulo me dejó ver su figura tras la brecha de la puerta entreabierta. Mi corazón palpitó tan fuerte que temí que lo escuchara. ¿Qué estaba haciendo? Simplemente mis piernas no me respondían, se mantenían inmóviles. El agua recorriendo su espalda desnuda, bajando por sus nalgas, acariciando cada parte del cuerpo de Yamada... era una imagen casi hipnotizante. Y, cómo si hubiese notado una presencia, su rostro se volteó, y nuestros ojos chocaron. Me sobresalté, y salí corriendo de allí, dejando mi nombre repetirse en su boca un sinfín de veces. "¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!", sentía tanta vergüenza que creía que ésta misma me mataría, ¡Dios! ¡Qué estupidez había hecho...! Sin querer choqué contra alguien. Alcé la vista. - P... Perdón... Yabu-kun, l... Lo siento, no quería... yo... - balbuceé, mientras su mirada altanera y despreciante se volcaba en mí. - Takaki, controla a tu mascota, ¿O acaso quieres que yo lo haga? Aunque sus palabras se dirigieran a quien tenía al lado, esa sonrisa maliciosa se estaba encaminando hacia mí. - ¿Y acaso tú quieres que te haga una cara nueva? Le tocas sólo cuando te lo permito, ya lo sabes. - dijo Takaki volteando el rostro del mayor hacia sí. - Yo prefiero que me dejes tocarte a ti~ - sonrió con picardía. Aproveché para reprender mis pasos, ahora más veloces, al haberme quitado la atención. - Joder, ya te he dicho que a mí nadie me va a meter nada, ¿Acaso Hikaru no te tiene satisfecho? - Sí, pero... La conversación dejó de llegar a mis oídos al entrar en mi habitación, y suspiré aliviado. Aunque lo hubiese deseado profundamente, la hora de cenar había llegado, y debía ir, puesto que, cómo solía hacer, no me había presentado a la comida, y aguantar un día entero con una simple manzana para no encontrarme con Takaki ya me había causado desmayos en otras ocasiones. Aunque esta vez, a quien quiría evitar no era a precisamente a él. Me senté en la mesa, todos habían llegado menos Yamada. "No vengas, por favor..." era lo que, bajo aquella mirada ausente y fría, en realidad se estaba pasando por mi mente. Pero mis deseos no se cumplieron. - ¡Yamada! ¿Dónde estabas? - preguntó Kento. Y pude notar, en el breve tiempo que tardó en responder, su insistente mirada sobre mí. ¿Por qué cometí esa estupidez? Si no lo hubiese hecho, ahora estaríamos igual que siempre: Yo le igonaraba y él callaba; un hiriente pero forzoso ritual. - Por ahí, haciendo poca cosa. - ¿Qué respuesta es ésa? - rió Ryutaro - Anda, siéntate. La comida siguió igual, sintiendo esa mirada en mí, pero de alguna forma me agradaba. Quería, en el fondo, que lo hiciese. Porque ése era el único contacto que podíamos tener. Terminé por fin de comer, y me levanté, para cruzar la puerta del comedor. - ¿Adónde vas, Yamada? Todavía no has acabado. La voz de Fuma me alarmó, lo sabía, Yamada no se reprimiría, no después de descubrirme esta mañana. "¡No! ¿Qué haces, idiota?", le reñí en mis adentros. Miré hacia ambos lados y opté por apresurarme pasillo arriba, entrando en una de las habitaciones. Escuché sus pasos chocar con prisas contra el suelo, aminorándose en el final. - Mierda... - se quejó en un susurro. Pasados segundos de silencio incliné la cabeza, logrando ver cómo su espalda rendida volvía a dirigirse hacia el comedor. Suspiré. ¿Por qué, en mis adentros, deseaba que me hubiese encontrado? Ahora mismo, si lo hubiese hecho, ¿Podría volver a besarle? - ¿Chinen-kun...? Volteé mi mirada de inmediato al escuchar mi nombre. - Shin... ¡¿Shintaro?! Miré a mi alrededor; cómo sospechaba: Era su cuarto. - Yo... ya me iba. - dije con prisas, torpemente. - ¿Ése que te perseguía era Yamada-kun? Me volteé de nuevo hacia su figura sentada sobre esa cama. - S... Sí. - Hum... - dijo pensativo. - Ne, Chinen, siéntate. - Ahora no, Shintaro. - volví a voltearme, posando mi mano en el pomo de la puerta. - Por favor... sólo un poco, y luego te vas, te lo prometo... Volví a mirarle, y no pude oponerme a esa voz débil y tan dulce. - Si tu hermano te ve conmigo te reñirá. - No me hables de mi hermano... Es un baka. - ¿Os habéis vuelto a pelear? - caminé hacia la cama, sentándome en el borde. Shintaro asintió levemente, concemtrándose en el movimiento de sus dedos entrecruzándose de distintas formas. - Es que... ¡Yo ya no soy un bebé! Y él no quiere entender éso y... ¡Argh! No lo aguanto. - Deberías ponerte en su lugar, ne. Él sólo quiere protegerte. - ¿Protegerme? - Hum, protegerte. Shintaro me miró pensativo durante un par de segundos en los que pensé seriamente qué se estaría pasando por aquella cabeza, hasta que terminó de desconcertarme al lanzar esa risita. - Chinen-kun... cómo has cambiado - siguió riendo. - se nota que quieres mucho a Yamada-kun. Enrojecí al instante, ¡¿Qué cambio de tema era ése?! Además... Además... ¡Argh! ¡Qué vergüenza! - Antes te hubieras ido sin importar qué vocecita te pusiera. - siguió carcajeándose. - ¡Eres un maquinador! - reí, incrédulo. - Es una característica que suelen tener los hermanos pequeños. - me levantó su dedo pulgar, guiñándome el ojo. - Demo ne, gracias, si lo miro de su lado... Nii-chan sólo se preocupa. - dijo más alegre, sonriendo con la mirada alzada. Sonreí inconscientemente, y al mirarme, su sonrisa se hizo más grande. Caí tumbado sobre el colchón al no aguantar mi cuerpo el impulso del repentino abrazo de Shintaro. - ¡Chinen-kun, me gusta esta faceta tuya! - tomó distancia aguantándose con sus manos a cada lado de mi cuerpo. - Definitivamente Chinen-kun es más kawaii sonriendo. - Bravo. La habitación se llenó de unas fuertes e insistentes palmadas. Me incorporé, quedando nuevamente sentado. Sentí las manos de Shintaro agarrar la tela de la camisa sobre mi pecho, y miré hacia la puerta, de dónde provenía aquella voz. - Que escena tan tierna... Sus pasos se acercaron a la cama, y retiró las manos de sus bolsillos traseros para encorvarse hacia nosotros y coger con una de ellas la barbilla del pequeño. - ¿Se puede saber quién te ha dado permiso para acercarte tanto a mi conejito? - decía mientras que, con la que tenía libre, apartaba las temblorosas manos del menor de mi pecho. - Takaki-kun, dé... déjale, e... es un niño, sól... - me apresuré en decir. - ¡Cállate! - voceó, volteándose brevemente a hacia mí para luego volver a mirarle. - ¿Eres un niño? Éso no es lo que yo tengo entendido, Shin-chan. - pronunció ese diminutivo de su nombre con sarcasmo. - ¿Dónde está Nii-chan? Los ojos de Shintaro no sabían dónde posarse sobre el rostro de aquel ser, tenía miedo, lo podía percibir. Takaki suprimió lentamente la cercanía entre ellos, ante mis ojos pasmados. - ¡No...! - salió débilmente de los labios de Shintaro, casi inintelegible por haber apretado la mandídibula a la par que cerraba los ojos y se apartaba levemente. Takaki se alejó, sonriente ante aquella, para él, interesante reacción y desechó la idea de hacer contacto entre sus labios. - Takaki-kun, déja.. déjale... yo... haré lo que quieras, pero... - Argh... Que te calles de una puta vez, ¡Haré lo que me plazca, ¿Entendido?! - soltó irritado. Agaché la cabeza, escuchando cómo un leve llanto comenzó a oírse de fondo. Takaki arrastró una silla que se encontraba al lado de la cama y se sentó, cruzando las piernas. "No. Por favor, ¡No!", grité en mi interior al percibir uno de sus característicos hábitos antes de..., Antes de... - Tu amiguito está llorando, consuélale. - ¿Eh? - alcé la mirada. - Me estás poniendo de los nervios hoy, en serio, mira. - se levantó y cogió con brusquedad mis manos, colocándolas sobre la camisa de Shintaro. - continúa, ¿O se te ha olvidado cómo desabotonar camisas? Tragué saliva, mis manos empezaron a temblar ¿Desde cuando temblaba por este simple hecho? Yo ya estaba acostumbrado, pero él... Shintaro no. No quería pagarle toda esa amabilidad que ciegamente me había regalado de esta manera. Empezé a desabotonársela. - Chinen-kun... Ignoré aquella ténue voz que apenas lograba llegar a mis oídos. - ¿No me harás nada, verdad? - cerré los ojos, e intenté dominar ese nudo que amenazaba con liberar lágrimas. - Chinen-kun... - insistía, pero seguía sin responderle. La camisa se deslizó por sus brazos, y me acerqué a su oído, ladeando el rostro al lado contrario al que se encontraba Takaki. - Perdóname. - susurré sin que el mayor se percatara y sentí cómo su cuerpo se tensó. Mi boca se encontró con la piel tersa de su cuello, y, aunque tratase de ser delicado, su llanto aumentó al hacerlo. - No... Por favor... Detente. - Aunque se lo pidas no lo hará. - rió Takaki. - Es mío, sólo me obedece a mí; cómo las mascotas. Descendí hasta aquel pecho pálido y tan pequeño, capturando en mi boca un delicado botón rosado. - Ah..., no... Bajé con mis labios, abriendo esa cremallera con la máxima lentitud posible, quería aplazar al máximo aquéllo. Me sentía tan repugnante, todo en mí era asqueroso. Los sollozos de Shintaro entraban en mis oídos cómo si de una represalia se tratase. Pero no me movía, no hacía nada, porque en el fondo, yo no era más fuerte que aquel asustado chiquillo. Aprehendí con los labios ese pequeño y todavía flácido bulto que se notaba bajo su ropa interior, y comencé a pasar mi lengua sobre éste, percibiendo cómo cambiaba de estado, cómo se despertaba. - ¿Seguro que quieres que pare? Yo diría que no. - comentó esa asquerosa voz mirando la entrepierna del menor. Empujé sus hombros, obligándole a tumbarse. - ¡N... No! - hizo andemán en volver a incorporarse. - ¡Tsk! - bufó Takaki, levantándose de aquella silla. Lancé una mirada alarmante a Shintaro y esta vez no sólo le empujé, sino que le obligué a estarse en aquella posición. Takaki volvió a sentarse. Suspiré aliviado. Estiré del borde de su bermuda, junto a los boxers, quitándoselos. - Nii-chan... - miré a sus ojos bajo los míos, que se dirigían a algún punto del techo, mientras me acomodaba entre sus piernas. Las lágrimas caían a cada lado de su rostro mientras sus labios llamaban inaudiblemente a su hermano, de nuevo aquel nudo me exprimía, no debía llorar... a Takaki le enfadaba que llorase. - Nii-chan... - volví a escuchar. ¿Acaso ésto me convertiría en alguien tan despreciable cómo él? Por que, al fin y al cabo, ¿No estaba haciendo lo mismo? Justo y cuando pensaba que no podía estar más sucio, aquel ser lograba dar con la forma de atormentarme más. Pero no tenía otra opción... a fin de cuentas... le pertenecía. Limpié con mis pulgares esa humedad en el rostro del pequeño; éso era lo único que podía hacer. Su mirada se posó en mí. - Chinen-kun... - me acerqué para que sus susurros se hicieran más audibles.- Nii-chan nunca ha hecho nada más que tocarme, ¿E... Entiendes? Le miré, incrédulo. - Él... "me protegía". - su sonrisa triste rompió cada pedazo de mi ser. Paré en seco. ¿Acaso era ésto de lo que habíamos hablado antes? No, de ninguna manera. Ésto era demasiado, ¡No! Me incorporé. - ¿Qué haces? ¡Continúa! - alzó Takaki la voz, sin embargo seguí cabizbajo. No podía hacerlo. - ¿Vas a hacer que me levante? Me puse de pie antes que él lo hiciera y me subí a su regazo, ante su mirada desconcertada empecé a besar su cuello con devoción. - ¿Qué coño haces? - Takaki-kun... Es virgen. No me obligues a hacerle tanto daño... Te lo ruego... Por favor... - dije sin parar de darle aquellos besos húmedos, mezclados con leves mordidas y succiones recorriendo su cuello. Escuché cómo unos pasos resonaban con rapidez sobre aquel suelo, y alcé la mirada logrando ver a Shintaro cerrando la puerta por la cual había salido. Takaki me separó de él de los hombros y una fuerte bofetada estalló contra mi mejilla. Palpé la zona sin atreverme a mover mi rostro ladeado de su posición, notando cómo palpitaba en dolor y cómo las lagrimas ennublecían mi vista. - ¡Por tu culpa se ha escapado! - vociferó, cogiéndome de la muñeca para que saliese de encima suyo y poder levantarse, arrojándome del mismo agarre a la cama. Y a pesar de esos golpes impactando sobre mi cuerpo encogido, no oponía resistencia; aquéllo, de alguna forma, era mi castigo... por ser ésa persona tan despreciable. Pasos lentos y pesados se arrastraban por la tierra, el aire gélido balanceaba mis cabellos junto a esa camisa abierta, mientras notaba cómo el olor a tierra mojada envolvía con su suave sensación cada sentido de mi cuerpo. Tosí una vez más. Mi estómago retumbó en dolor. La luz de la noche apenas lograba iluminar el camino en forma de semicírculo en el que constaba aquel jardín. Caminaba, sin pensar en nada, sin mostrar ningún tipo de expresión, tan sólo... Sentía la necesidad de ir allí. Mi manos adoloridas de ya tan congeladas se posaron sobre la manilla de la puerta. La abrí y ésta misma se cerró a la par que mis rodillas se clavaron en el suelo. Miré mis manos, reproduciendo nuevamente la imagen de su cuerpo temblar bajo aquella camisa de la que le despojaba con lentitud. Despreciable. Repugnante. Asqueroso. Depravado. Repulsivo. Nauseabundo. Vomitivo. Todo había dejado de cobrar sentido: Mis pensamientos habían decidido abandonarme, seguramente al percatarse de mi absurda existencia. Me encontraba en un estado de ausencia total, cayendo por aquel abismo eterno, cómo en ese sueño; sin gritar, sin oponerme... Pues ya no me quedaba nada, ya nada era mío... ni mi mente... ni mi cuerpo. Ni siquiera... me quedaban lágrimas. Quería morir. ¿Si desaparecía de este mundo, alguien me echaría en falta? Vivir... Era demasiado doloroso. - ¿Chinen? Escuché el intenso latido que abatió mi corazón. Y me percaté: La puerta había estado abierta. Levanté la vista, y su silueta dibujada sobre la oscuridad me hizo enderezarme, retrocediendo lo que el recostarme en esa puerta me permitía. Aquella persona que se acercaba a pasos lentos a mí, ¿Era real? La intensidad de aquéllo que me producía su presencia era tal que tal vez mis ojos estuviesen engañándome. Pero no. - Chinen... - volvió a decir mi nombre. ¿Era sólo su voz la que hacía que se me erizase la piel al llamarme? Su mano se acercó a mi dañada mejilla derecha, percatándose de su estado. Una expresión apenada frunció su ceño, y antes de que la alcanzara cerré los ojos instintivamente, preparándome para sentir un roce punzante. Sin embargo no llegó. Abrí los ojos lentamente y vi cómo la retrocedía con lentitud. - ¿Qué haces con la camisa abierta? Estamos bajo cero. - dijo con una leve sonrisa que no consiguió borrar su anterior expresión, sólo mezclarse extrañamente con ésta, mientras las llevaba al comienzo de los botones, comenzando a cerrármela. Contemplé su rostro concentrado en lo que hacía, sintiendo cómo todo mi cuerpo gritaba su nombre, sintiendo nuevamente un tibio rubor en mis mejillas. Un escalofrío me hizo vibrar, al notar cómo cerraba la bragueta de mi pantalón, recordándome la repugnancia en cada centímetro de mi piel. No me merecía estar con ésa persona, no quería que sufriese por alguien como yo. Hice un esfuerzo sobrehumano para llevar mi mano hasta la manilla de la puerta, sin embargo la mantuve inmóvil, incapaz de hacerlo; deseaba demasiado estar a su lado, abrazarle, besarle, llorar y dejar que sus caricias me agasajaran... Sin embargo si no me retiraba a tiempo sólo le haría sufrir más, y éso era lo que menos quería, no quería ser el desencadenante de ningún daño a aquel ser, no por mí. Miró mi mano. - No te vayas, afuera... hace frío. Esa insignificancia fue suficiente excusa como para hacer que resbalara aquella mano lentamente, deshechando la idea de irme, todavía sin ser capaz de despegar mis ojos de su figura. - ¿Te duele? - dijo pasando con esmero el dorso de los dedos en mi mejilla, casi sin rozarla. - No pasa nada... me lo merezco. - sonreí con amargura mientras tocaba con el dedo la herida todavía palpitante que tenía en la comisura de los labios. - No digas éso, Chinen... Unos cálidos brazos rodearon mi cuerpo, y, contrariamente a lo que me esperaba, la intensidad de aquel agarre no me dolió, sólo me llenó de aquéllo que tanto había añorado: De Yamada. - Perdóname... - su voz se quebró en medio de aquel susurro hiriente - Quiero protegerte, Chinen... Quiero hacerlo pero no sé cómo... - entró en un angustioso tono por mis oídos. - Yamada... No me toques... estoy sucio. - ¡No vuelvas a decir éso! - alzó el tono con un matiz firme, cogiéndome los hombros mientras su mirada vidriada se inundaba. Miré sus lágrimas caer, una tras ótra... Mi corazón se exprimió, y, sin previo aviso, una repentina humedad comenzó a descender por mis mejillas también. Apoyé mi rostro en su hombro, cerrando los ojos con fuerza. - Yamada, si desapareciera... ¿Tú me echarías de menos? Volví a alzar la mirada hacia él, avistando un semblante desconcertado. - ¿Qué... estás diciendo? ¡¿Qué dices, Chinen?! - volvió a cogerme de los hombros, esta vez zarandeándome con insistencia. - ¡Tú no desaparecerás, ¿Me oyes?! ¡No lo permitiré! - Gracias. Abracé repentinamente su torso. - ¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué cada palabra que sale de tu boca me descoloca? ¿Por qué no consigo alejarme de ti? ¿Por q...? - Tonto... Un dedo levantó mi rostro, y vi sus ojos brillar bajo esa mirada serena y embriagante, con vestigios de aquellas saladas gotas. - Todas esas preguntas tienen una misma respuesta, ¿No es obvio? - sonrió con levedad, todavía sin deshacerse del todo de aquella tristeza en su rostro. - Porque yo te amo; porque tú me amas. No hice ningún esfuerzo por detener aquellos labios que avanzaban hacia los míos, terminando su recorrido en ese dulce contacto. Tomé aire; intentando apaciguar mi interior entre tantas sensaciones revoloteando en mis adentros. Sus labios se entreabrieron y volvieron a cerrarse sobre los míos; una caricia tan placentera que deseaba que lo hiciese una y otra vez. Mis manos subieron con lentitud hasta su espalda, rodeando sin permiso su torso, para luego sentir cómo él también me envolvía en tan cálido contacto. Entreabrí los ojos y los volví a cerrar: Sí, aquéllo estaba ocurriendo de verdad. Noté su lengua queriendo adentrarse en mi cavidad. Abrí más la boca, y, a la par que aquel remolino eléctrico vibró en mi interior, esa parte de él envolvió a la mía, acariciándola con la suma lentitud en la que aquel beso se desenvolvía. Mi alma se fundía con calma en brazos de ese Yamada que tanto había deseado volver a sentir, ese mismo ser que, segundos después de pensar en morir, conseguía que parte de mí lo hiciera sobre aquellos labios. - Yamada, sólo por ésta noche... ¿Podrías hacerme olvidarlo todo? Me abrazaba; le abrazaba. En medio de la oscuridad lo único realmente vislumbrable eran nuestros sentimientos: Ardientes, sinceros, tan palpitantes que parecían querer tomar forma física. ------------------------------------------------------- Pobres ._. Les maltrato xD ¿Por qué he hecho a Takaki tan pervertido? luego me da vergüenza leer mis lemons xD con las cosas que dice... xDD es cómo kyaaa ¡¿Yo he escrito ésto?! XD Gracias por leer nee~~ x3 Si comentáis haré el pino con el dedo meñique de la mano izquierda O3O (cofcofestástúquepuedehacerésocofcof) Bah, no me hagáis caso, que ya tengo mucho sueño. Oyasuminasai~~~

lunes, 21 de marzo de 2011

amame [ cap 6







capitulo VI


Aun sumido en esta solitaria y abrumadora obscuridad sigo pensando en tí, no se qué este pasado con mi cuerpo y a la vez ni me interesa pues me siento tan tranquilo aquí que me gustaría no regresar , tal vez así este dolor que recorre mi pecho deje de hacer estragos dentro de mí.

-¿Cómo es que llegamos a esto?... ¿cómo es que hemos llegado a este momento?... ¿Cuándo fue que ambos cambiamos hasta convertirnos en personas totalmente diferentes a lo que una vez fuimos? - no quiero ni pretendo poder cambiar el pasado pues no me arrepiento de nada, sólo quiero respuestas, esas escurridizas respuestas que se escapan de mí cada vez que intento alcanzarlas. Quisiera que me contestaras tantas cosas, como - ¿quién te lastimó tanto como para ya no creer en el amor? ¿Qué te hizo cambiar así? ¿Por qué aún si no sientes amor como el que yo te profeso sigues conmigo? Y la pregunta más importante ¿Qué sientes por mí? ¿Amor, compasión, lujuria, lástima? ¿O de verdad sólo soy un juguete para ti? quisiera no seguir pensando pero es lo único que me queda ya.

Recuerdo cuando las circunstancias nos cruzaron por el mismo camino, creo que jamás olvidaré ese día pues fue el inicio de mi vida junto a ti y lo que comenzó como un juego hoy ha terminado en esto.

Aun en cuando me sigo preguntando por qué llorabas esa noche en que te conocí, estabas sollozando a las afueras de una casa con la cabeza completamente sumida entre tus brazos, creo que esa fue, si no mal recuerdo, la primera y única que vez que te vi derramar lágrimas por alguien, bueno, eso supongo pues nunca quisiste develarme la razón de tu dolor, siempre me la ocultaste como tu mas preciado tesoro. Esa noche te ignoré por completo, pues no me interesaste lo suficiente, así que pasé de largo sin detenerme siquiera a preguntarte si estabas bien, sencillamente no era ese tipo de persona. Seguí mi recorrido hasta que escuché unos pasos acercarse a mí y por instinto voltee a ver de quien se trataba, pasaste a mi lado corriendo aun con los ojos llenos de lágrimas y con la mirada perdida, no puedo describir a ciencia cierta cuál fue la sensación que sentí al verte, pero pudiera decir que me inspiraste compasión, nada más que pura compasión, quién diría que los papeles se invertirían con el correr del tiempo.

Después de eso no te volví a ver hasta pasadas unas semanas cuando entrando a un café estabas platicando con unos chicos muy amenamente, te seguí con la mirada unos segundos hasta llegar a mi asiento y de ahí te perdí de vista o simplemente me olvide de tú existencia.

- ¿Está libre este asiento? – preguntaste al tiempo que tomabas el lugar.

- Reservado solo para ti – respondí volviendo a mi lectura.

- ¿De por sí eres tan serio?- alcé la mirada para mirarte pues de verdad que me estabas irritando, no sé por qué sentí eso, pero quería que te fueras de inmediato.

- ¡No! Sólo lo soy con personas desconocidas-

- Mmm ¿en serio?, que mal –

- ¿Qué es lo…?- intente decir pero me callaste con otra pregunta.

- ¿nos conocemos?- me interrogaste mirándome a los ojos como examinándome.

- ¿ehh?- respondí casi de inmediato – ¿que no ves que no? - te contesté molesto pero tú solo sonreíste pícaramente –

- Por eso te pregunto ¿nos conocemos?- (via-chan, no me resistí a poner tu chiste es que me encanta jeje) no pude negar que ese chiste me hizo cambiar mí percepción de ti pues reí como loco y cuando menos lo pensé ya estábamos entrados en plática como si fuéramos viejos amigos que se reencuentran después de no verse en mucho tiempo.


Después de ese día seguimos frecuentándonos y supe tantas cosas de ti, tanto buenas como malas, tus gustos, tu comida favorita, la película que te llegó al corazón, el primer beso que diste, tu color, grupo favorito, curiosidades en la escuela, travesuras y descubrí por casualidad que amabas la música en especial el sonido del piano, me sorprendía como te apasionaba ese tema pues podías hablar sin para y a mí me encantaba verte sonreír pues esos ojos me alegraban la vida.

No diré que me enamore de ti de inmediato pues mentiría, ya que en mi corazón había otra persona y aunque no me correspondía aún tenia la esperanza de que llegaría a ser así, pero de lo que no tenia duda era que me sentía muy bien contigo y en especial ese día en que todo comenzó.

No recuerdo la fecha exacta y podría decirse que no importa del todo, sólo se que ese día llegaste a mi apartamento completamente ebrio, pude notar en tu rostro al abrirte la puerta que estabas sufriendo, pero no quise preguntar y te hice pasar de inmediato, caíste sobre el sillón sin decir nada, tu mirada parecía extraviada en un lugar lejano en el que yo no podía accesar y de verdad me sentía impotente. Recargaste tu cabeza en el respaldo y te sumiste en un profundo sueño, las horas pasaron y tú estabas tan tranquilo que no quise molestarte y te coloqué una frazada para que durmieras en paz.

Fui a mí habitación dejando aun lado tu extraño comportamiento, tal vez mañana quisieras platicar cuando estuvieras más tranquilo así que dándote la última ojeada me encerré en mi cuarto.

El tiempo pasó despacio y yo sumido en mis cosas no note que estabas parado al otro lado de mi puerta.

- Daiki- susurraste mi nombre dando unos ligeros golpes en la puerta.


- Aquí estoy – te respondí abriendo de inmediato. Tu cara había cambiado y se te veía un poco mejor.

- ¿Qué pasó Inoo-kun?- te pregunté al tiempo que te hacia pasar.

- Ya me voy- contestaste mirando al suelo, como apenado.

- ¿Pero por qué?-

- Ya te cause muchas molestias-

- Oh, no te preocupes no eres ninguna molestia- conteste desordenándote el cabello.
Te me quedaste viendo con esos ojos almendrados que me encantan, y no sé cómo fue que ocurrió pero te abalanzaste sobre de mi empujándome contra la pared y comenzaste a besarme con desesperación. “Por qué será que nunca puedo resistirme a ti, desde entonces ya influías en mí”. Por un instante me quedé pasmado e intenté repelerte a empujones, pero te presaste a mi cuerpo como una garrapata y succionabas mis labios como queriendo sacarme hasta la última gota y no me soltaste hasta dejarlos rojos como una gota de sangre. Te separaste un poco y yo aproveché para tomar una bocanada de aire y sólo vi como te relamías los labios para volver a aprisionar los míos al tiempo que tomabas mis manos y las ponías sobre mi cabeza, eso hizo que nuestros cuerpos se juntaran más.

El frenesí de tus besos por todo mi cuello me estaban volviendo loco, no podía decir nada pues tus caricias me habían dejado tonto “y de verdad que lo fui”, sólo me dejé llevar por esa excitante sensación que palpitaba en mi miembro. Soltaste mis manos y las tuyas las encaminaste por debajo de mi ropa ese contacto hizo que mi piel se erizara y lanzara pequeños gemidos en tu boca.

Seguiste tocando mi piel con esas delicadas manos que estremecen todo mi ser, tus besos seguían sacándome suspiros lujuriosos y mi cuerpo cada vez pedía más y más pasión. Eres tan perceptivo que te diste cuenta que mi cuerpo está al borde del éxtasis y sensualmente comenzaste a sacarme la camisa desabrochando botón por botón dándome besos por todo el pecho, tu saliva me quemaba como cera caliente y la excitación crecía a cada palmo en que deslizabas tus ágiles manos por mi entrepierna.

- ¡¡Santo cielo!! – exclamé cuando por la tela le propinaste a mi miembro un mordisco haciendo que poco a poco éste se pusiera duro. Una sonrisa pícara se dibujó en tu rostro y al igual sonreí.

Desabrochaste el cinto y lo sacaste como cuando desenvainas una espada y lo pasaste por mi cuello atrayéndolo en un beso, aun pegados seguiste desabrochando mi pantalón y al cabo de un rato ya estaba en el suelo estorbando.

Al darme cuenta que yo ya casi estaba desnudo, comencé a hacer mi labor y te despojé de tu playera y al poco tiempo ya estabas completamente desnudo.

-No es justo- dijiste haciendo un puchero y nuevamente con esa sonrisa pícara fuiste descendiendo por mi pecho hasta quedar justo enfrente de mi miembro aun cubierto por la tela, subiste un poco y comenzaste a bajar mi bóxer con tus dientes, la parte de atrás del bóxer no se movió pero la de adelante descendió hasta mostrar sólo mi miembro semi despierto, al tener aquella vista con tus manos delineabas mi escroto mientras que con tu lengua lamias toda la extensión de mí órgano ¡¡INOO!!– gemí lo mas fuerte que mis cuerdas vocales me dieron y recargué mi espalda al sentir esa boca tuya chupar de arriba a bajo mí miembro, busque en la pared desnuda algo con que aferrarme pues las oleadas de placer que estaba experimentando hacían que quisiera salir de ahí, pero la única cosa de la que me pude afianzar fue de tú cabeza, me distraje de ese placer enloquecedor jugando con tus cabellos enredando cada dedo en ellos. Por reflejo mis caderas se comenzaron a mover al compas de tus succiones atrayendo con mis manos tu cabeza, podía sentir como mi miembro penetraba hasta tu garganta y tu lengua juguetona me brindaba mas delicia al lamer toda la extensión de ese pedazo de carne que estaba al límite.

- Inoo- gritaba tu nombre con desesperación pues sentía que solo así podía calmar esta calentura que recorría como oleadas mi cuerpo haciendo que diminutas gotas de sudor se formaran, de verdad que no podía acallar mi boca, quería sentir más, quería que de una vez por todas terminaras con el trabajo y pareció que leías mi mente pues de un movimiento me acostaste sobre el suelo frio y posicionando tu miembro que al igual que el mío estaban tan duros y excitados que dolían, colocaste mí pierna izquierda sobre tu hombro mientras que la derecha quedó debajo de ti, posicionaste en mí entrada tu miembro y de una escotada entraste arrasando con mi carne en el proceso, te quedaste quieto y me proporcionaste un beso tan cálido y reconfortante que el dolor punzante que estaba sintiendo comenzó a disminuir, tus caderas comenzaron a moverse aun compas pausado y delicioso, mentiría si dijera que todo era placer pues el dolor de ser invadido se mezclaba con el goce de tenerte dentro, quería que me dieras más fuerte así que otra vez moví mis caderas y el golpe y la penetración eran mas profundas.

-¡ahhh! ¡Inoo! ¡Inoo!- gemía tú nombre a cada vaivén, sabia que el clímax estaba cerca y quería disfrutarlo con tu cuerpo fundido con el mío, así que baje mi pierna y tú de inmediato te recostaste sobre de mí y seguiste con las embestidas, una, dos, tres, y a la cuarta esa esencia maravillosa inundo mi ser al igual que la mía se derramó sobre los dos.

Nuestros cuerpos completamente agotados dejaron de moverse, nuestras respiraciones se hacían cada vez mas regulares y ambos seguíamos sin decir nada.

- ¿Qué fue esto?- te dije aun conmocionado mirándote directamente a los ojos.

- Se llama sexo- me respondiste con sarcasmo, me dolió un poco esa manera de decirlo pues no estaba acostumbrado a tú forma brusca de ser, pero al ver tu error te arrojaste a mis brazos y me dedicaste un beso dulce.

- Esto no significa nada- te dije cuando ambos nos levantamos del suelo.

- Ya lo se, fue un arrebato yo tengo a alguien más, disculpa por hacerte esto, -

Sonreí ante tu cometario – si no hubiera querido, me habría negado –


- Me parece – contestaste mas tranquilo.

- Aunque déjame decirte que me encanto como lo haces – ligeramente te sonrojaste.

- A mí me gustaría que se repitiera- dijiste acercándote a mis labios.

- A mí igual - conteste acercándome otro poco.

- Hay que hacerlo sin ningún compromiso- dijiste dándome un beso - solo puro sexo y nada más-


Sonreí contento pues ese placer que me habías brindado lo volvería a sentir y sin ningún tipo de atadura.

sábado, 19 de marzo de 2011

kimi wo mamoru tame ni [ cap 5]







Konbanchiwa~~ (cómo diría Yamapi xD)

Gracias por vuestros comentarios, ¡Son amor!

No sé si ha sido bueno o malo que mi madre me quitara el iPad estos días, porque gracias a éso habrá un capítulo más en el fic xD especialmente el siguiente - aunque para lo que va a ocurrir no creo que sea bueno... XD - bé, da igual :3

Siento la espera por un capi tan corto y además con el final - cómo se diría por aquí - hecho a boleo xD ( ¿para qué mentir? XD) Es que en teoría el final de éste sería el del siguiente, pero cómo le he puesto una cosa en medio... anjsb%yxb:@euc¡ex! Da igual, yo me entiendo, ale, ahí está, espero que os guste xD



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Kimi wo Mamoru Tame ni
[Por Protegerte]

Capítulo 5


Boku wa Yaru no Nani ga Dame no ka na?
[¿Por qué yo no puedo hacerlo?]



- ¡Ken-chan! Par... ¡No más! Dente.. ¡Dentente! - decía retorciéndose sobre la cama. - ¡No más cosquillas, Ken-chan! - apenas podía pronunciar entre carcajadas, mientras Kento pasaba las manos hábilmente por los costados de su torso.
- Parecen dos críos. - reí, mirando la escena sentado en el borde de la cama de enfrente.
- Están en la etapa tontita de la relación, déjalos. - sonrió sin despegar la vista a lo que sostenían sus manos, tumbado boca abajo tras de mí. - ¿Éste quién es? - hizo que mi vista se dirigiera hacia una viñeta del manga que le había prestado.

Sonreí. Ryutaro, a pesar de ser menor que yo, a veces me sorprendía con esas palabras tan impropias para alguien de su edad.

Antes de poder contestar, la puerta se abrió, dejando pasar a un alterado, -mejor dicho-: alteradísimo Shintaro.

Su hermano, al verlo, se incorporó de inmediato, asustado.

El pequeño se dirigió a paso rápido hacia Ryutaro, para susurrarle algo al oído. El mayor se dejó llevar por el agarre con el que lo empezó a estirar de la manga de su camisa hacia la salida.

Todos miraban con curiosidad la escena, sin embargo fue únicamente a mí a quien los ojos de Shintaro, al pasar delante mío, me advirtieron que viniese.

Nos apresuramos en llegar al final del pasillo, y nada más acercarnos lo escuchamos.

- ¡Contesta! ¡Te estoy preguntando que si te gustó!

Un gran barullo sonaba tras aquella puerta, sonidos de golpes y sollozos, sonidos que dañaban al escuchar.

Shintaro se acuclillo, tapándose los oídos mientras esas lágrimas comenzaban a descender de sus ojos.

Mi puño se cerró con una fuerza que consiguió mover mis pasos, ignorando sus figuras inmóviles. Tan sólo llegué a posar la mano sobre la superfície fría del pomo de la puerta; de inmediato sentí que me estiraban.

- ¡¿Qué crees que haces?! - se esforzó en no alzar la voz Ryutaro.
-¡Es obvio, entraré ahí y mataré a ese cabrón! - di un paso adelante pero él interpuso su cuerpo en medio. - ¡Quítate, le mataré!

Sus manos agarraron con fuerza las solapas de mi chaqueta, y sentí el golpe seco de mi espalda al clavarse contra la pared.

- ¡¿Qué mierdas estás diciendo?! ¿Matarle? ¡Yamada, despierta! ¡La realidad es mucho más dura que ese cuento de la doncella en apuros! ¡Si entras ahí puede que no se quede en una simple paliza, ¿Me entiendes? ¡Cuando se cabrea ese monstruo no mide fuerzas!
- ¡¿Y qué quieres que haga?! - intenté que me soltase, pero sólo hice que me cogiése más fuertemente como precaución. - ¡Déjame! ¡Le va a matar! - mi voz se quebró y sentí cómo lágrimas de impotencia venían a mí.
- ¡¿Es que no lo entiendes?! ¡Sólo harás que él sufra más! ¡Todo lo que está pasando es en relación a ti! ¡Cuando no estabas aquí había un equilibrio, Yamada! ¡Lo estás rompiendo y éso causa grandes daños!
- ¡Le mataré, le mataré! ¡Suéltame!- empecé moverme frenéticamente.
- ¡¿Quieres parar de decir gilipolleces?! - gritó, zarandeándome fuertemente y me callé.- ¿Sabes lo que implica matar a alguien? ¡¿Sabes el cargo de consciencia que arrastrarás en toda tu vida?! - me zarandeó.
- ¡¿Y acaso tú sí?! - solté fútilmente, ya sin esperanzas de deshacerme de ese agarre.
- ¡Por supuesto!

Aquel tono firme, seguro y severo entró por mis oídos cómo una ráfaga de frío viento, congelándome.

- Nii-chan... es suficiente.

La mano de Shintaro se posó con delicadeza sobre la de su hermano, tensa por el fuerte agarre a mi chaqueta, y al instante ésta se relajó, soltándome lentamente.

- Es suficiente... - repitió con aquella voz que acalmaría a cualquier bestia, ayudándole a retirar la ótra mientras esos ojos llenos de angustia y restos de lágrimas le miraban.

Se interpuso en el corto espacio entre nosotros, sin alejar su vista de él, amansándole. Rodeó su torso, abrazando a su hermano con aquella dulzura que emanaba de cada delicado movimiento. Volví a mirar a Ryutaro, y su vista evitó a la mía, descendiendo a medida que envolvía al pequeño entre sus brazos.

El ruido del interior se había reducido a un leve llanto, sobresaltándome y recordándome lo que tenía que hacer. Me encaminé hacia aquella puerta dejando esa escena atrás, y entonces escuché unos pasos acercándose y vi cómo ésta se abría con algo de brusquedad.

Sus ojos se clavaron en los míos y no pude evitar retroceder inconscientemente un paso.

- Vaya, vaya... ¿A quién tenemos aquí?

Tras esa puerta entreabierta, la silueta de Chinen tirado en el suelo, acompañando con su cuerpo el ritmo de los sollozos, llamó a mis ojos inmediatamente.

Takaki se percató de éso.

- Cómo ves; llegas tarde a salvar a la princesita.
- ¡Eres un monstruo! ¡¿Qué le has hecho?!

Un puño se hundió súbitamente en mi estómago, curvando mi cuerpo y haciendo que tosiese tras rodear con los brazos mi vientre.

Takaki se inclinó, acercándose tanto que sentí su respiración sobre mi oído.

- Yo no le he hecho nada, todo lo que ves lo has causado tú. - susurró, removiéndome el estómago.

¿Yo...? ¡Fueron sus golpes, no los míos lo que dejaron a ese Chinen en el suelo!

Sentí su mano cogerme de la quijada alzándome el rostro hacia él.

- Espero que con todo ésto hayas aprendido a no volver a tener la osadía de tocar algo de mi propiedad.

Sonreía, ¡Ese tipo sonreía mientras decía esas asquerosas palabras!

- ¡Él no es tuyo! - con un movimiento seco hice que me soltara el rostro, enderezándome.
- ¿Ah, no? - soltó una risita, incorporándose también para luego acomodar las manos en los bolsillos traseros de sus vaqueros. - Sería interesante ver qué cara pones al preguntárselo a él, pero ahora debo irme, una pena, me perderé la divertida escena que ocurrirá cuando entres ahí dentro.

¿Escena? No entendía nada.

- Venga, chicos. Vamos. - dijo volteándose.

De la habitación salieron aquellos cuatro con quien siempre andaba, y comenzaron a caminar hacia el jardín, seguramente saltarían la puerta trasera para escaparse como, sabía, era una de sus actividades habituales.

Volteé mi rostro inmediatamente; la imagen de Chinen, intentando aguantar el peso sobre sus temblorosos brazos para levantarse mientras de su garganta salía un llanto mezclado con esa insistente tos, hizo que mi cuerpo vibrara en cólera y dio velocidad para que mis pasos me llevaran hasta él.

- ¡No te acerques!

Mi detuve bruscamente.

No pude evitar fijarme en su magullado cuerpo, en la comisura derecha de sus labios marcando una herida - seguramente causada por lo mismo que enrojeció esa mejilla-, en sus brazos que dibujaban marcas del agarre de Takaki...

- ¡Que te vayas te digo! - tosió, aguantándose con la mano el estómago, que al parecer había forzado su delicado estado para gritarme aquéllo.

Su expresión adolorida me hizo pensar que en aquella zona había recibido una buena parte de lo que se había escuchado desde fuera.

Le hice caso omiso y di un paso.

- N... ¡No te acerques! - resbaló su cuerpo sentado el suelo, alejándose de mí.

Sus ojos... ¿Me miraban con temor?

Entonces lo entendí todo; comprendí lo que todos intentaban decirme: Era mi culpa, todo aquéllo estaba pasando por mi culpa. Yo... No podía protegerle, no podía sacarle de aquel suplicio, ni siquiera servirle de apoyo.

Porque mi simple presencia a su lado le dañaba.

La única forma de ayudarle... era alejándome. Ahora comprendía porque todos actuaban así, porque todos ignoraban tan hipócritamente lo que ocurría: Porque era así cómo, en realidad, estaban ayudando.

- Chinen...
- ¿Por qué no lo entiendes, Yamada? ¡Vete de aquí, déjame solo! Ya no sé cómo decírtelo... Déjame... Déjame en paz, Yamada... Déjame... Déjame...

Aquella palabra se repetía una y otra vez en sus labios. Sus ojos derramaban lágrimas, tras esa mano ocultándole mientras mantenía la cabeza gacha.

Mi corazón se oprimió. Sentí un bulto extraño en mi garganta, que me dolía el tragar. Intenté bloquearlo pero fue peor: Todo lo que retuve salió de una sóla vez.

Me volteé al sentir su mirada extrañada sobre mí, y caminé a paso lento, atravesando aquella puerta por la cual, sin prisas, desaparecí.



Los días pasaban tediosos bajo la normalidad que aquellas paredes fingían. La mirada ausente y apagada de aquel chico que una vez había conocido volvió a él. Ya no había había rastro de ese Chinen que enrojecía y se tranquilizaba cuando mis labios acariciaban los suyos, cuando le estrechaba entre mis brazos, todo aquello había desaparecido: Ya no nos mirábamos, no nos hablábamos; mi presencia no surtía ningún efecto en él, y éso... Era algo que no soportaba, que me hacía tener el impulso de arrastrarle conmigo, de abrazarle y besarle, de no soltarle jamás, de huír tan lejos que el doloroso recuerdo de Takaki no podría alcanzarnos.

Pero no podía; no debía... y no lo haría. Porque había decidido alejarme, puesto que éste era el único modo de reducir al mínimo ese tormento.

Me levaté de la mesa sin decir palabra alguna, y las miradas de mis compañeros se clavaron en mí, - todas, menos la de aquella persona - pero las ignoré, cómo ya estaba creando costumbre.

- ¿Te vas ya? - insistía Kento en hablarme.
- Sí, estoy bastante cansado y quiero dormir. - le dediqué una leve sonrisa y me fui.

Llegué a pasos lentos e indolentes a mi habitación, dejándome caer sobre la cama con desaliño.

- Chinen..., Chinen..., Chinen...

Su nombre: Tan sólo decirlo me agitaba el pecho; lo sentía bajo mi mano golpearme una y otra vez, produciendo esas agudas sensaciones en la boca de mi estómago. Cerré los ojos y su figura cabizbaja frente a mí en la mesa exprimió mi interior, sacándome esas lágrimas que se escurrían por mis sienes.



- Argh... - me quejé al despertar.

Quedarme dormido de la misma forma en la que caí sobre la cama no le había sentado nada bien a mi cuerpo. Giré el cuello, para luego levantarme tocándome con insistencia la nuca, puesto que allí era el punto del dolor.

Por un momento mi mente se alegró de que fuera la hora del desayuno, mas fueron suficientes milésimas de aquel segundo para volver en seguida a la realidad: Ya no pasábamos las mañanas juntos, ni las pasaríamos. Nunca más.

Estreché mi pecho, intentando tranquilizar esa sensación que lo estaba empezando a inundar.

Tras asearme me dirigí hacia la cocina, y lo que vi me hizo retroceder inmediatamente para no ser descubierto. Me agaché contra la pared al lado de la puerta, y con cuidado volteé mi mirada hacia el interior: La delicadeza con la que tomaba la comida entre sus manos, su mirada perdida y sus pies balanceándose casi inconscientemente; era una imagen que deseaba volver a tener frente a mí. Aparté la mirada, pero, aunque no se escuchara sonido alguno y aunque no pudiese verle, de alguna forma deseaba quedarme allí. Sentía su presencia y aquel trocito de él me ayudaba a, por lo menos, cerrar los ojos e imaginar que podía volver a estar a su lado.

Me levanté, después de todo no quería ser descubierto. Caminando hacia mi habitación con la mirada gacha topé con un hombro, y mi mirada se alzó hasta encontrarse con la de Ryutaro.

- Lo siento. - me excusé.
- Yamada-kun, ¿Estás bien? - preguntó la voz de Shintaro.

Miré sus manos entrelazadas, y no pude evitar que un remolino me erizara la piel. ¿Qué sentía? ¿Acaso era envidia? Ellos... eran tan felices, sin importar las circunstancias, sin importar los tantos y grandes obstáculos que aquella complicada relación traía consigo, no soltaban esa mano; estaban juntos, ¿Por qué yo no podía hacerlo?

- ¿Yamada? - escuché esta vez la voz del mayor.

Sonreí, y asentí con brevedad, para luego seguir caminando.

- Nii-chan, cada día está peor, habla con él...

La conversación perdió alcance a mis oídos tras llegar al jardín.

¿Por qué yo no podía hacerlo... ? Esa pregunta se repetía insistentemente en mis pensamientos.

- Yoru-chan... ¿Tú qué opinas? - dije tras sentarme sobre ese colchón.




- Ne, ne, Fuma-chan di ah~ - decía Kento, sosteniendo el arroz con los palillos en el aire.
- No~ que vergüenza... - respondío éste, a mi lado.
- Porfa, porfa, porfa~~- insistía el mayor.
- Venga, hombre, que sino no se callará. - intervino Ryutaro de repente.

Fuma frunció el ceño, haciendo un puchero con fastidio.

- Ah~- dijo por fin, no muy conforme, mientras en su rostro subía un color que denotaba su estado.

Reí, pero mi risa se apagó inmediatamente al ver frente a mi a Takaki dándole dos toques en el hombro a Chinen, quien en seguida le puso atención. Reconocí de inmediato a las dos figuras que esperaban tras él, y en seguida aquella escena que por casualidad presencié se reprodujo cómo un fugaz relámpago en mi mente.

[...]

No pude evitarlo: Mis pies retrocedieron tras ver aquélla imagen entre la brecha de la puerta.

- ¿Qué te está haciendo Kei, Daiki? - preguntaba Takaki, sentado frente a la cama, entrecruzando sus brazos alrededor del respaldo de aquella silla en la que se encontraba sentado en el lado contrario.
- Me la está..., ah... me la está metiendo... por detrás... - decía Daiki a su espectador, siguiendo con su cuerpo el ritmo de las embestidas de Kei.
- ¿Y te gusta? - sonrió Takaki, disfrutando.

Daiki agarró con fuerza las sábanas de la cama en las que también se hundían sus rodillas, y Kei profundizó más al notar cómo recostaba su frente sobre el colchón, retorciéndose de placer.

- Sí..., ah... Sí, me encata.
- Dile a Kei cuánto te gusta. - apoyó su barbilla sobre el borde del respaldo, mostrando una soprendente naturalidad ante aquella situación.
- Kei... me encanta... Así, hmn... sigue...

El mayor se inclinó un poco y Daiki, incorporándose hasta suprimir la distancia, alcanzó esos labios que lo atraparon con la pasión y el ritmo acelerado en el que se veían envueltos.

Takaki se levantó, inclinándose a coger el mentón del menor, y separándolos para tomar él aquel contacto con Daiki. Sus lenguas se veían envolverse en aquel juego erótico y agitado. Takaki despositó las manos del menor sobre el borde de sus pantalones, a la par que acercaba el rostro de Kei del mentón, para luego voltearse y seguir con él aquel excitante beso que Daiki ahora no podía continuar, estando demasiado ocupado con su miembro. Gemidos inundaban las paredes de aquel cuarto y aumentaban a medida que Kei aceleraba sus movimientos, gemidos intensos.

Takaki volvió a alzar el rostro del menor, sin separarse de los labios que ahora devoraba, haciendo que dejase jugar con su boca en esa parte suya, y cuando estuvo lo suficientemente cerca se apartó, dejando a ambos cómo los había separado.

Cogió su miembro y mirando aquella escena con el brazo apoyado en la cama superior de aquella litera, comenzó a masageárselo.

- Oh, Dios, voy a explotar. - dijo antes de subirse a la cama.

Cogió la cintura de Kei, y sin previo aviso se adentró en él, sacándole un gemido intenso.

[...]

Balanceé la cabeza, consiguiendo que aquel recuerdo se esfumara en mi mente.

Observé cómo Chinen miraba a su comida por medio acabar mientras escuchaba con la mirada ausente las palabras susurradas por un sonriente Takaki. Respiró con breve profundidad, aunque éste no logró percatarse y, finalmente, cuando acabó de hablarle, se levantó. Saliendo del comedor tras ellos.

Dejé los cubiertos sobre la mesa con demasiada brusquedad... todos se percataron.

Aunque no me atreviese a hacerlo con el rostro, alcé la mirada, y aquellos ojos angustiosos mirándome tan sólo hicieron que los míos se llenasen de lágrimas, ¿Acaso tan patético me veía?

Me levanté, antes que lo que se acumulaba cayera por mis mejillas.

- ¿Adónde vas? - dijo Ryutaro.
- A dormir, papá. - intenté reír.
- Buenas noches pues, hijo. - sonrió demasiado dulcemente cómo para ser una respuesta a esa broma, sin embargo lo ignoré, devolviéndole la sonrisa, mientras notaba las lágrimas, de alguna manera, desvanecerse en mis ojos.

" Ne, Reiko... ¿Por qué yo no puedo hacerlo...? Es tan frustrante..., tan injusto..."

Y cerré los ojos, agasajado bajo esas sábanas, esperando, una vez más, otro día sin él.


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Me ha encantado escribir la escena InooDai + Takaki, en serio xDD

Comentad onegai shimasu! >.<

Ja ne~

martes, 15 de marzo de 2011

kimi wo mamoru tame ni [ cap 4]






Me pregunto por qué no soy capaz de escribir sólo cosas bonitas y rosas u.u" supongo que no es lo mío.
Estoy depresiva, mañana empiezan otra vez las clases... ¡NOOOO! Nandeeeee? T.T
Os dejo el capi ne~

Narra Chinen :3



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Kimi wo Mamoru Tame ni
[Por Protegerte]

Capítulo 4


Kimi no Kuchibiru no Yasashisa
[La Amabilidad de tus Labios]


Una nube. Una nube espesa y negra: Ahí dentro me encontraba, flotando sin dirección. Miré hacia un lado: Oscuridad. Hacia el ótro: Negrura. Mi pecho se oprimió y junto a esta sensación, de forma súbita, noté mi cuerpo caer, caer a una velocidad aterrorizante. Sentía mi estómago revolverse y los gritos salir por mi boca, llenando el vacío de aquel lugar.

Pero nadie me escuchaba; nadie me escuchó.

Mis gritos se mezclaban con el llanto, rasgando la oscuridad de la silenciosa paz en aquella nada, mientras seguía cayendo.

Hasta que me cansé de gritar, de gastar mi voz en vano.

Cerré los ojos y sentí las lágrimas descender lentamente. Intentaba que el temor no me inundase, adaptándome a la idea de permanecer toda mi vida precipitándome en lo desconocido. Y lo conseguí. Y me acostumbré. Y las lágrimas secaron sobre mis mejillas.

Sin embargo algo me detuvo.

Una mano, éso fue lo que me detuvo. Una mano agarró la mía fuerte, muy fuertemente. Abrí los ojos y descubrí que la oscuridad se había tornado luz. Una luz cegadora y cálida, una luz que envolvía, que me llenaba de esperanzas.

Hasta que esa luz... también empezó a caer.



Mis párpados se abrieron súbitamente. Mi corazón se había agitado y sentía mis pulmones trabajar a su máxima velocidad.

- ¿Estás bien? - escuché un cercano susurro.

¿Eh? ¿Esa voz era...? Volteé el rostro y pegué un respingo al ver a Yamada de costado, tumbado detrás de mí con su brazo descansando sobre mi cintura.

- Ya...Yam... Yamada, ¿Qué haces aquí? - me incorporé rápidamente, contestándole con el mismo tono bajo, para no despertar a nadie.
- ¿Cómo que qué hago aquí? - se sentó también, con calma, bostezando. - No sé si lo has notado pero ésta es mi cama. - rió, restregándose los ojos.

Miré a los lados con rapidez, comprobando que era cierto.

Entonces me acordé: Ayer... Ayer vine a entregarle ese manga que se dejó en mi cuarto y me tumbé... las sábanas olían a él.

Balanceé la cabeza, intentando calmar el rubor que subía a mis mejillas.

- ¿Por qué no me despertaste? - agaché levemente el rostro.
- Soñabas tan plácidamente que preferí no hacerlo.

Alcé la mirada hacia él. Y noté cómo una de sus manos se posaba sobre mi rostro.

- ¿Te encuentras bien?

Tragué saliva. Sus ojos clavados sobre los míos me agitaban, y la cercanía de su mano no ayudaba a calmarme.

- ¿Por qué lo dices?
- Has tenido una pesadilla, ¿Verdad?
- E... Estoy bien, tranquilo.

Sonrió, y cerré los ojos inconscientemente cuando sentí sus labios sobre mi frente, mientras mis mejillas adquirían una leve tonalidad rosada.

- Me voy..., an... antes que se despierten todos. - susurré sin saber exactamente cómo reaccionar.

Me levanté, notando su mirada en mi espalda mientras me encaminaba hacia aquella puerta que cerré con cuidado.



Caminaba hacia los jardines después de comer, con la intención de permanecer en la casita escondido el resto de la tarde, pero de un repentino estirón un brazo me obligó a cambiar de planes radicalmente, haciéndome entrar en una habitación para clavarme de la más brusca de las formas contra la pared.

- Hi... Hikaru-kun... - balbuceé, desconcertado.
- Hola, Chinen. - sonrió, sus manos apoyadas a los lados de mi cabeza me impedían cualquier intento de fuga.
- ¿Qu...?
- Ayer, - me interrumpió - te vi en la cama de Yamada. Tu nuevo amiguito es muy cariñoso, ¿No crees, Chinen?

Tragué saliva.

- ¿Qué crees que opinará Takaki si se entera de que dormiste con él?
- N... No hemos hecho nada, é... él sólo... No... ¡No se lo digas a Takaki, por favor!

Las palabras salían desordenadas e inintelegibles por mi boca, no podía evitarlo, el sólo pensar en que Takaki se enterase de aquéllo, hacía que ya sintiese el dolor de los golpes en mi piel; esta vez no sería tan benévolo cómo en la primera, él mismo me avisó.

- ¿Por favor? ¿Y qué obtengo yo a cambio, Chinen? - habló, posando su mano sobre mi mejilla y acariciando con su pulgar mi labio inferior.

Aparté bruscamente con el brazo ese contacto de mi rostro, y mi expresión coaccionada repeló su mirada, descendiendo mis ojos para luego agacharme.

Tras quedar arrodillado frente a él, le desabroché el botón del pantalón, para acto seguido bajarle la cremallera de éste. Palpé el bulto bajo sus boxers, notando cómo respondía, apartando la vista para no ver aquéllo.

Al notar que era suficiente, estiré del borde de sus boxers hacia abajo, dejando a mi vista aquella parte semidespierta de él. Volví a rehuir la mirada, avergonzado. Cerré los ojos y la introduje en mi boca lentamente, escuchando cómo un sonido grave salía de sus labios.

Comencé a moverme y a sentir su virilidad crecer y endurecerse cada vez más dentro de mi cavidad.

- Házlo bien, o ya sabes.

Cogí su miembro entre mis manos, apartándome para comenzar a acomplejar mis movimientos. Acerqué mi lengua a la punta de su hombría, haciendo círculos con ella para luego introducirme sólo esa parte. Succioné, y un suspiro salió de su boca.

- Ah... Joder, que bien enseñado te tiene Takaki...

Entonces la puerta se abrió, pegué un respingo pero al ver quien era continué con mi forzosa labor.

- Hikaru, ¿Qué haces jugando con el conejito de Takaki? Como te vea te mata.
- Tranquilo Kota, está muy ocupado con Daiki y Kei ahora. - alargó la palabra "muy", dándole un tono pícaro que hasta yo entendí.

Ambos rieron, mientras yo me concentraba en hacer lo que debía, pasando esta vez mi lengua por la longitud del sexo de Hikaru.

- Kota ah..., ven aquí. - le cogió de la muñeca, situándolo detrás suyo.

El mayor sonrió, sujetándose a la cintura de Hikaru, quien apoyó las manos en la pared al sentir cómo esa parte suya se restregaba en él.

- Ah... Kota... Te estás poniendo duro.

El más alto rió.

- ¿Quieres sentirlo dentro de ti?
- Sí...

Se desabrochó la parte delantera de su pantalón, bajándoselos aún más a Hikaru para rozar su miembro erecto contra él, mientras éste le humedecía los dedos.

Cerré los ojos, imaginándome que no estaba allí; me avergonzaba ver aquéllo, pero no pude evitar volver a la realidad al sentir cómo Hikaru cogía mis cabellos, moviéndome la cabeza a su antojo mientras salía y entraba en mi boca.

Dejó escaparse un gemido al sentir a Yabu entrar en él.

- Ah... Kou-chan... Sí... Así...
- Eh, criajo, ya... Ah... Ya puedes irte. - me habló Kota.
- ¿Eh? ¿Por qué~? - sonó un meloso Hikaru-kun.
- No le quiero aquí. Venga, vete.

Me incorporé, y tras caminar hasta la puerta, me volteé otra vez.

- Hikaru-kun... No le dirás nada, ¿Verdad? - dije y vi cómo Kota le volteaba, alzándole de los muslos para que el menor le rodeara con sus piernas.
- No..., Ah... Vete ya. - respondió enredando sus dedos en el cabello de Kota, quien se encontraba apoderándose de su cuello, mientras le embestía con fuerza.
- ¿Decir qué? - escuché un susurro del mayor, mientras abandonaba la zona antes mordisqueada, dirigiéndose a sus labios.
- Nada. - le respondió en el mismo tono para luego unir finalmente sus labios, en un beso lleno de deseo y lujuria.



Tras cepillarme los dientes y dejar el neceser en mi cuarto, volví a emprender mi camino hacia la casita del jardín, buscando algo de paz; necesitaba esconderme, sin embargo, para mi sopresa, la puerta estaba abierta.

La entreabrí y vi cómo Yamada jugaba con Yoru-chan, haciendo que saltase para alcanzar un hilo que aguantaba en su mano. Sonreía, esa sonrisa... ¿Por qué conseguía aquel efecto en mí?

- Ah, Chinen, ¿Dónde estabas? Te he estado buscando. - me descubrió y no me quedó otra opción que pasar.

Y la preocupación volvió de nuevo. Si por un casual Hikaru decidiese decírselo a Takaki, sufriría las consecuencias, y de seguro, cómo me había dicho aquella vez, serían mucho peores.

- ¿Qué ocurre? - se levantó.
- ¿Eh? Ah, nada. - sin apenas percibirlo esos pensamientos habían tomado cuenta de mi expresión. - Bueno, me voy. - sonreí y me volteé.

Pero su mano se posó sobre la mía en la manilla de la puerta.

- Chinen, - me volteó hacia él de los hombros. - ¿Qué ha pasado? ¿Takaki?

Negué con la cabeza, incapaz de mirarle.

- Dímelo, Chinen.
- N... No..., me da vergüenza.

Alzó mi rostro hacia él y, como ya empezaba a ser habitual, besó mi frente con aquella delicadeza que erizaba mi piel.

- Hikaru... Hikaru-kun me vio ayer en tu cama y... Sabe que dormí allí...

¿Por qué le contaba todo aquéllo? Las palabras salían sin consultármelo por mi boca.

- Tengo miedo de que se lo cuente..., Takaki... me da mucho miedo...

Agaché la cabeza, luchando contra las lágrimas. No, no quería que saliesen, ¿Por qué lloraba con tanta facilidad cuando me encontraba frente a él? ¿Por qué su presencia me volvía débil? Yo... Aguanté todo hasta ahora callado, reteniéndolas al máximo en mi interior, esforzándome en ser una simple marioneta sin sentimientos..., era lo más conveniente en mi situación, pero esa persona... Me hacía sentir humano. El tacto de sus manos sobre mi piel provocaba una reacción agradable en mi cuerpo que cada vez me apetecía rechazar menos, cómo si, más que acostumbrarme, me estuviera volviendo dependiente a ella.

Su cuerpo dio un paso hacia mí, y mi cabeza gacha recostó su frente en aquel hombro. Mis manos sintieron ese impulso propio y se posaron sobre su cintura. Sentí sus brazos rodearme y acercarnos, restando la distancia que nos separaba del término "abrazo". Y resbalé las manos hasta posarlas en su espalda, estrechándolo a mí del mismo modo.

Yo... ¿Qué estaba haciendo?

Mis sollozos me delataban, la humedad que dejaba sobre su cuello también. Me cogió de los hombros, apartándome lo suficiente de sí como para comprobar que estaba llorando.

- Venga... no llores, no pasará nada, ¿Ne? - cogió mi semblante entre sus manos, mostrándome una alentadora sonrisa.

Sus labios tomaron contacto una vez más con mi frente, bajaron rozándome hasta mi nariz; besándola también, luego se posaron sobre mi mejilla, y al final... al final... Esos labios se unieron con los míos. La bravedad de aquel fugaz contacto me hizo entrecerrar los ojos, cómo si una pequeña ola eléctrica hubiera invadido mi cuerpo, y no niego que así fuese.

Volvió a abrazarme, y mi mejilla se recostó sobre su pecho.

Aquéllo... era tan agradable; sumamente agradable. Me sentía envuelto en una nube de algodón, cómo si todo a mi alrededor se desvaneciese. Mi corazón, colmado por aquel sentimiento, parecía querer explotar de ternura, era una sensación que no recordaba haber sentido jamás; la más hermosa de las sensaciones.



- Chinen~ - susurró una voz conocida, dándole un tono melódico. - Buenos días. - me saludó alegremente Yamada, tras haberme volteado algo sorprendido.
- Buenos días, Yamada. - respondí.
- ¿Sabes? Hoy he soñado algo muy raro...

Sonreí, mientras escuchaba cada detalle en las palabras que salían con tanto entusiasmo de su boca, y casi sin precebirlo llegamos al comedor, el cual todavía se encontraba vacío. Cogimos lo que iba a ser nuestro desayuno y nos sentamos en la mesa correspondiente.

- Hoy estás de buen humor, Yamada.- reí en tono bajo, al percatarme de que, más que comer, se había pasado todo el desayuno averiguando cómo hablar y masticar a la vez y lograr que sus palabras se entendieran.
- Porque tú lo estás. - tragó el último bocado.
- ¿Lo estoy?
- Sí, mira, ahora mismo me estás sonriendo.

Desvié la mirada, curvando mis labios torpemente.

- ¿Has acabado? Venga, vamos a darle de comer a Yoru-chan antes que se despierten todos. - dijo.

Caminamos por el pasillo, un silencio confortable nos rodeaba, en el cual únicamente el sonido de nuestros pasos se inminscuía.

Mis párpados se abrieron casi instantáneamente: Talón, punta, talón..., Pasos grandes y firmes. El sonido seco de sus zapatos chocando en aquel compás tan característico contra el suelo me era inconfundible.

- ¿Qué pasa? - escuché que me decía una voz dulce a mi lado.

Cogí sin pensármelo dos veces la mano de Yamada y en aquel arrastre lo adentré junto a mí a la primera puerta que encontré.

Miré incrédulo a los lados, descubriendo que habíamos entrado en los baños, donde, de seguro, aquella recién levantada persona sólo podía dirigirse.

- ¡¿Y ahora qué?! - murmuré perdiendo el control.

Y justo entonces noté cómo la mano de Yamada, todavía unida a la mía, me arrastraba.

La puerta de una de las estrechas cabinas de la duchas se cerró milésimas de segundos antes de que la de la entrada del baño se abriese.

Mi corazón empezó a bombear sangre tan rápidamente que temía que ese todavía adormilado Takaki lo percibiera desde donde se encontraba cepillándose los dientes.

- Tranquilízate...

Un susurro, casi inaudible si no estuviera tan próximo a mí, acarició mi oído, adentrándose en mi cuerpo y volviéndose vibraciones que me agitaron, esta vez de un sentimiento diferente.

Cogió mis manos, que hasta ese momento no había notado que temblaban con levedad, y, estrechándolas entre las suyas, las besó. Se separó de ellas con lentitud, alzando el rostro. Me miró, y temblé; allí estaba otra vez: Esa pequeña presión sobre mis labios. Un roce breve, cálido y... desconcertante.

Le abracé, escondiendo mi rostro en su hombro, hasta que escuchamos cómo Takaki salía.

¿Por qué, más que ignorarlo, estábamos tratando con tanta normalidad ese tipo de contacto? Ésto estaba mal, ¿Por qué no reaccionaba? Tal vez... Porque había descubierto que dejarme llevar era algo demasiado agradable.




- Ne... Shintaro. - le dije, algo avergonzado por lo que preguntaría. - ¿Si besas a alguien... significa que te gusta, verdad?

¿Qué hacía yo preguntándole a un niño de doce años éso? Aunque pensándolo bien él tenía más experiencia en este tipo de cosas... creo.

Vi a Shintaro sonreír, sentado en el borde de mi cama, algo desconcertado por la pregunta.

- Sí... yo no le veo otra razón. - cogió un trozo del pan que me había traído. - ¿Seguro que no quieres? - me lo ofreció y negué.
- Te he dicho que ya he desayunado.

Se lo llevó a la boca.

Hoy, como otros muchos días, Shintaro se había acercado a mi habitación, preocupado por mi dieta, y yo no podía evitar, contrariamente a lo habitual, que ese buen humor que irradiaba no se percibiese, puesto que normalmente evitaría intercambiar palabras con él, a pesar de que se empeñara en lo contrario.

- ¿Quién te ha besado, Chinen?

Me atranganté con mi propia saliva, empezando a toser sin control.

- ¡Que te mueres! ¡Respira! - me golpeaba levemente la espalda.

Después de unos minutos de desesperación y agonía, carraspeé la garganta por décima vez, intentando devolverla a su estado normal.

- ¿Yamada-kun te ha besado? - sonrió pícaramente cuando me normalicé, insistiendo en aquéllo.
- No, Shintaro... Ya basta, puedes irte.
- Jo... Venga, dímelo, ¿Cómo besa Yamada-kun? ¿Sabes? Cuando besé a Nii-chan por primera vez...

Su voz irrefrenable entraba en mi cabeza, sin que ésta descodificara las palabras; me encontraba completamente ensimismado.

Y es que ni siquiera.... ¡Ni siquiera me había besado! Sólo fue un pequeño toque... es decir, para tranquilizarme, ¿No? No se puede llamar beso... ¡¿En qué estaba pensando? ¿Yo... Quería que me besase? Sí..., sólo para saber cómo se siente...

- Chinen. - mi mirada se dirigió inmediatamente hacia aquella voz que me llamaba desde la puerta. - Takaki te llama. - dijo Daiki.

Toda expresión en mi rostro desapareció, agachando la cabeza.

- V... Voy. - me levanté.

Al llegar a la mitad del pasillo donde caminaba tras esas dos figuras, Daiki se detuvo, pausando también los pasos de Kei.

- Chinen, aléjate de Yamada... no te conviene. - dijo repentinamente, al voltearse hacia mí.
- Dai-chan no d...
- Kei también piensa lo mismo. - cortó las palabras del mayor, quien sólo atinó a agachar la cabeza, corroborando lo dicho.
- Sabes que no somos como ellos, pero no podemos hacer nada para ayud...
- Ya basta, Dai-chan.

Kei dio por finalizada la conversación, agarrando la mano de Daiki para seguir avanzando hacia la habitación de los mayores; la última puerta a la derecha.

No quería entrar, no... mis manos temblaban. En la mirada de Daiki pude percibir que nada bueno se presagiaba. Pero, como era de esperar, no tuve más opción que hacerlo.

- ¿M... Me llamabas? - sonó mi voz mientras me acercaba a paso lento hacia su figura.

Daiki y Kei aguardaron de pie a cada lado del interior de la puerta. Me asusté, ¿Acaso era para que no escapase? Takaki se encontraba sentado sobre una de las camas inferiores de las literas, la cual, en la parte superior estaba un Kota adentrado en la lectura de una revista mientras descansaba sus piernas sobre las de Hikaru, sentado en la misma que él, haciendo lo mismo.

Takaki volvió su mirada hacia mí, y se levantó.

- Acércate. - su voz era firme, autoritaria.

Di dos pasos, obedeciéndole.

La mano derecha de Takaki se alzó por encima de su hombro izquierdo, y ni siquiera tuve tiempo de retener el aire en mis pulmones: El dorso de ésta impactó con tal fuerza contra mi mejilla, que sentí antes el dolor de mis rodillas clavándose en el suelo, que el agudo escozor que hormigueaba la zona.

Un nudo se formó en mi garganta, y mis sollozos salieron nada más sobarme esa parte.

- Mira qué me obligas a hacer en tu preciosa cara. - se agachó, volteándome al cogerme de la quijada y haciéndome temblar ante esa mirada aparentemente serena, pero que ocultaba una furia desenfrenada. - Eres un conejito desobediente, ¿Cómo te has atrevido? - esos dedos se hundieron más en mis mejillas, lastimándome.

Me arrojó al suelo con brusquedad.

Se levantó. Intenté al menos incorporarme para quedar nuevamente de rodillas, pero un pie sobre mí lo impidió.

- ¿Qué? - un fuerte golpe se clavó en mi estómago, haciendo que mi cuerpo se zarandeara.

Y cerré los ojos, sintiendo esas gruesas y saladas gotas descender.

- ¿Te folló? ¿Eh? ¿Te gustó cómo te folló?

Sus patadas se hundían una y otra vez en mí, sin importar dónde impactaban, él sólo cogía impulso y hacía que el dolor chocara de aquella manera hiriente en alguna parte de mi encogido cuerpo sobre el heladísimo suelo.

Mantenía mis brazos flexionados a cada lado de mi rostro, esperando que todo acabase pronto. Lloraba, y por más que aquel nombre salía a gritos de mi interior, nadie aparecía, nadie me salvaría, siempre lo supe. La única calidez con la que siempre podría contar se llamaba lágrimas, ellas... Nunca me abandonaban.

"Yamada, ¿Sabes si las lágrimas son cálidas por ese motivo? Yo... aún así, prefiero la calidez de tus besos", pensé, mientras mi cuerpo temblaba, llegando al límite de su aguante, meciéndose... al ritmo de aquella tortura.


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FIN


Gracias por leer este fic hasta aquí, no quería acabar tan pronto pero en fin... el capítulo final ha sido un poc...



Es broooma~~~ xD

XDDDDDD

Vale, ya. ._. No sé cuántas veces habré hecho esa misma broma pero me sigue divirtiendo xD

Ale, no me castiguéis sin comentarios por éso, ne? n.n que me encanta leer vuestros comentarios >.< Espero que os haya gustado este capítulo :3 nos vemos en el próximo yay~~!

sábado, 12 de marzo de 2011

kimi wo mamoru tame ni [ cap 3]







Kimi wo Mamoru Tame ni (Cap. 3)
Hi~~~~~

Últimamente le dedico mucho tiempo a escribir, no sé si éso es bueno o malo ._. Por eso traigo la conti (Para mi ritmo normal en los seriales, es poco común que esté hecho tan pronto xD)

Y bueno, ayer por la noche no podía dormir y como no me apetecía levantarme para coger el iPad pues me quedé pensando en la cama lo que podría poner en Kimi wo Mamoru Tame ni, y a consecuencia de éso, ya lo tengo todo en mi cabeza XD sólo falta escribirlo. Sólo diré que el final será bastante inusual y que según mis cálculos por ahora tendrá unos tres capítulos más, pero no es seguro.

Sin más, os dejo con la conti. Espero que os guste :3



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Kimi wo Mamoru Tame ni
[Por Protegerte]

Capítulo 3


Soshite Kokoro ga Sono Atatakai Kaze Kanjiteta
[Y entonces mi corazón sitió esa brisa cálida]


No recordaba cuánto tiempo llevaba aquí, pero la cuestión era que me encontraba observando tras unos arbustos desde aquel ángulo que me dejaba ver su perfil, la figura de Chinen acariciando al pequeño gato que había encontrado días atrás, quien se rendía a ronroneos ante aquellos movimientos delicados, suaves y tan dóciles. Yo, sin embargo, no podía evitar verme sumergido en aquella mirada triste que se enfocaba en el animal que sostenía en brazos. No entendía por qué, pero simplemente no podía desprender mis ojos de él, y no era la primera vez, ya llevaba bastantes pasándome lo mismo, pero no me importaba, era una sensación agradable, y cuanto más cerca suyo estaba más agradable se hacía. Me estaba haciendo adicto a aquella sensación, era lo único que deaseaba: Estar con él y, si fuera posible, hacerle sonreír, porque cuando esa persona sonreía mi interior se desbordaba en ternura.

- Tú y yo no somos tan diferentes, ¿Verdad, Yoru-chan? - dijo en un susurro.

Sonreí amargamente, mientras me acercaba en silencio hasta su espalda y me agaché a su lado, acariciando también aquel suave pelaje.

Al instante noté una mirada sobresaltada en mí.

- ¿Ya le has puesto nombre?- llevé mi vista hasta Chinen, dedicándole una sonrisa leve que su mirada desvió.
- Hum. - asintió. - Yoru, - sonó su voz mientras dejaba al animal en la caja de nuevo con cuidado. - porque es tan oscuro como la noche.
- Yoru... - repetí el nombre en voz alta. - Me gusta.

El silencio nos envolvió, y no pude evitar volver llevar mi mirada hacia él.

- ¿Q... Qué pasa, Yamada?
- ¿Sabes? Estaba pensando que necesitaríamos un lugar seguro donde esconderlo, si lo llegan a encontrar lo echarían. - dije, aunque en realidad éso lo había estado pensando por la mañana, ahora tan sólo tenía la mente en blanco mientras le miraba.
- Hmn... Yo conozco uno, pero...
- ¿Pero?

Suspiró, pensándose seriamente algo, y después de mantener la mirada perdida durante unos segundos acarició a Yoru-chan, apretando los labios con determinación.

- Lo haré por ti, Yoru-chan. - le dijo y me miró. - Vale, te lo enseñaré, pero tienes que prometerme no decírselo a nadie.
- Te lo prometo.

Cogí sin permiso su muñeca y enlacé nuestros dedos meñiques.

- Eres tonto... - dijo atrayendo esa mano hacia sí, avergonzado.

Reí.

- Y bien, ¿Dónde es?
- Mañana antes que se despierten todos vamos, ahora ya está empezando a oscurecer y dentro de poco nos llamaran para cenar.

Nada más decirlo sonó la campana con la cual nos indicaban la hora de la cena.



Ya iban tres veces que Chinen levantaba la vista justo cuando le estaba mirando, y yo, como el idiota que estoy hecho la apartaba torpemente, casi agradecí que Shintaro llegara a nuestra mesa, asustando a su hermano por la espalda, así desviaría un poco mi atención.

- Mou... Nii-chan dame una mordida de tu postre... - decía mientras le rodeaba el cuello por la espalda.
- Shin-chan, todavía no he acabado de comer.
- Por fa~~~

Ryutaro suspiró con profundidad, rindiéndose. Cogió el plátano que tenía en su bandeja y despeló la parte superior. Shintaro se inclinó un poco más sobre él, indicándole que se lo diese directamente. El mayor lo acercó a su boca y creo que todos los presentes en aquella mesa, excepto Chinen, que se mantenía en su aislamiento habitual, nos percatamos de cómo Ryutaro miraba aquella pieza de fruta entrar en la boca del menor, y de cómo tragó saliva al presionarla Shintaro con sus labios para morder el trozo.

- Gracias, Nii-chan. - le besó la mejilla para después volver a su mesa correspondiente.
- Ryutaro, eres un depravado. - soltó Kento una risita.
- P... Probablemente. - se levantó, dispuesto a irse. - Aunque mira quien fue a hablar ¿Te crees que no escuché vuestros jueguecitos ayer por la noche? Pedazo de pervertidos. - rió, concluyendo su venganza.

Les miré repentinamente, soprendido. Yo, que solía percatarme de este tipo de cosas, ni siquiera había sospechado aquéllo. Ambos habían enrojecido, aunque Fuma mucho más que Kento.

Ryutaro se retiró. Mi sexto sentido me decía que la escena vista anteriormente había armado un caos en sus hormonas. Observé cómo su hermano salía tras él segundos después de verle atravesar la puerta del comedor y evité que mi cerebro supusiera más cosas.

- Te dije que nos podrían escuchar. - dijo un cabizbajo Fuma.
- No pasa nada. - balanceó la mano, quitándole importancia. - Toma, ¿Quieres un poco de mi plátano? - rió ante su broma, aunque a Fuma no le hizo mucha gracia.

Volví a dirigir mi mirada hacia Chinen cuando vi que se levantaba y se encaminaba hacia la salida. Bufé, ya no le vería hasta el día siguiente.



Me levanté con prisas, lo acordado ayer me tenía ansioso.

Tras asearme y cambiarme me dirigí hacia el jardín donde vi a Chinen sentado sobre un banco, mordiendo la pajita que sobresalía de su caja de zumo, mientras se concentraba en el movimiento que hacía el balanceo de sus piernas, cuya longitud no era suficiente para llegar al suelo. Sonreí al ver esa imagen, y un deseo de abrazarle nació desde mi interior.

- Ah, por fin estás. Venga, vamos. - dijo al verme, sacándome de mis pensamientos.

Caminamos hasta la pequeña casita de los jardineros, situada tras un árbol de abundantes hojas, me preguntaba si lo habían construído ahí para camuflarlo.

Al parecer ésa era nuestra meta.

- Chinen, ¿Es ésto? Sabes que está cerrado, ¿Verdad?
- Siempre hablas demasiado, Yamada.- dijo mirando detrás de un arbusto. - ¿Dónde estará? - murmuró para sí, extrañado.
- ¿Qué buscas?
- Mi silla, sin la silla no hay llave.
- ¿Eh?

Apuntó hacia una pequeña ventanita sobre la puerta.

- Ahí está la llave.
- ¿Estás seguro?
- Completamente.
- Pues bien, cojámosla.

Me encogí, y tras rodear sus caderas con mis brazos le alcé en el aire.

- ¡Yamada! - gritó con desesperación. - ¿Se puede saber qué haces? ¡Bájame, bájame, bájame!

Solté unas risitas, ese exagerado sofoco le hacía parecer todavía más adorable.

- Cógela, ¡Vamos! - dije, riendo.

Él alzó sus ojos, que hasta ahora estaban mirándome desde aquel ángulo superior, y alargó un brazo, alcanzándola sin problemas.

Volví a agacharme y cuando sus pies tocaron el suelo resbalé mis manos por su cintura hasta quedar incorporado de nuevo, encontrándome con una mirada fija en la mía. Aquella situación me agradaba, y mucho. Llevó una de sus manos, antes posada en mi hombro, hasta su mejilla ruborizada y tras comprobar el estado de ésta se volteó de inmediato, abriendo la puerta con prisas.

- N... No v... vuelvas a hacer éso.

No le respondí, el rastro de aquella cercanía todavía estaba en mí y, no sé bien por qué, pero quería sentirla un poco más.

Un leve ruido de la cerradura nos indicó que teníamos el paso libre. Chinen abrió y esperó al lado de la puerta a que pasara.

A diferencia de lo que me esperaba por la imagen exterior, la habitación era pequeña. Justo en frente se veía directamente una ventana con vistas al pasillo que dirigía a la entrada trasera del horfanato. Bajo ella, tendido en el suelo, se encontraba un colchón algo viejo y sucio. Me preguntaba por qué estaba ahí, puesto que parecía estorbar, ya que ocupaba casi la mitad del sitio. Junto a la puerta, a mi izquierda, había un mueble de cristal en el cual parecían guardar herramientas y, a diferencia de la vacía pared del fondo derecho, la del izquierdo constituía en la puerta de un armario empotrado que, supongo, serviría para más de lo mismo.

- Es perfecto. - me volteé.

Me sonrió. La extrañeza se mezcló con una sonrisa en mi rostro.

- V... Vamos a por Yoru-chan. - se volteó tras agachar la cabeza, borrando aquella hermosa expresión de sus labios, algo nervioso.

Tragimos al pequeño y nos sentamos sobre aquel colchón que al principio me sacó unos cuantos estornudos.

- Oye, Chinen, ¿Aquí es donde estás cuando desapareces?
- Hum. - asintió mirando al pequeño Yoru-chan jugar con un trozo roto del cartón de su caja frente a nosotros.
- ¿Y qué haces aquí dentro metido tanto tiempo?
- Haces demasiadas preguntas, Yamada.
- Es que quiero saber cosas sobre ti.

Posó su vista en mí.

- Tengo que irme. - dijo levantándose.

- ¿Eh?¿Por qué?
- Ya estarán todos despiertos, si Takaki nota que faltamos justamente los dos se enfadará.

"Takaki, Takaki, Takaki" No aguantaba oír ese nombre.

Me incorporé rápidamemte antes que saliese y le cogí de la muñeca, a lo que él volteó su mirada hacia mí.

- Él no es tu dueño, Chinen.

Un expresión amarga apareció en su rostro y de un tirón deshizo el agarre que nos unía.

- Sí lo es. - se encaminó hacia el centro.
- ¿Cómo puedes decir éso? - salí tras él, apresurado. - ¡Chinen, reacciona! ¡Haz algo! ¿Lo has intentado hablar con la directora? ¿Has...?
- ¡Basta! - esa palabra, además de detener las mías, también nos paralizó a ambos.

Vi la angustia escrita en su rostro, y mi interior se encogió, no quería entristecerle..., sólo... hacerle reaccionar.

- Tú no entiendes nada. - se volteó hacia mí, y mi mirada siguió su figura pasando a mi lado para cerrar aquella puerta y encestar la llave en su sitio.- para de hablar como si lo supieras todo... Que haga algo... ¿Crees que no lo intenté?- volvió a emprender de nuevo sus pasos.
- Chinen...
- Cállate por favor, sólo... calla. - agachó la mirada y siguió caminando.

Caminé a su lado en silencio, mirando de reojo de vez en cuando esa expresión perdida en la nada.




No aguantaba más, lo ocurrido por la mañana me estaba asfixiando, tenía que ir a hablar con él, pero seguramente se exasperaría aún más.

Bufé, agobiado.

-¿Qué ocurre, Yamada?- preguntó Kento apoyando el mentón en el hombro del menor.
- Nada, tranquilo. - dije mientras despegaba mis ojos de la litera superior, llevando mi mirada hacia ellos.
- Éso no es lo que parece. - habló esta vez Fuma, quien se encontraba sentado entre las piernas de Kento, sujetando unas cuantas cartas en sus manos que ambos miraban con insistencia.
- Ésta de aquí.- le susurró a la oreja Kento, señalándola con una de las manos que antes rodeaba su cintura.

El menor, después de un ligero estremecimiento, retiró la carta indicada, dejándola sobre la cama.

- Oh, que tiernos..., Aunque... - dijo Ryutaro.

Pasó de estar tumbado boca abajo a sentarse en aquella misma cama en la que los dos chicos también lo estaban.

- ¡Éso no cambiará que gane otra vez! - soltó una risa malvada que ni en películas tenían tanto realismo, y hizo que los que habían optado pasar también su rato libre en la habitación le miraran asustados.
- Mou... Ken-chan... Ha sido tu culpa. - lloriqueó Fuma.
- ¡Os dije que no me ganariáis ni los dos juntos! - Ryutaro seguía en su mundo, carcajeándose, mientras le ignoraban.
- ¡Pero si fuiste tú quién le desafió! - rió Kento, quien, como habitualmente, se tomaba todo con diversión.
- ¡Me debéis dos postres seguidos! - la pareja seguía sin prestarle atención y Ryutaro paró en seco su actuación, indignado. - ¡Oi, hacédme caso! - siguieron ignorándole, aunque ahora lo hacían a propósito.

Reí y al parecer llegó hasta los oídos de Ryutaro, quien, tras levantarse para dirigir sus pasos hacia mí, se sentó sobre mi cama.

- ¿Seguro que no te pasa nada, Yamada? - preguntó, asustándome con su repentino cambio de actitud.
- Nada que no tenga solución. - me levanté, dedicándole una sonrisa grata por su preocupación.

Me dirigiría hacia la casita del jardín, seguramente estaría ahí como siempre, aunque una silueta conocida pausó mis pasos mucho antes, al pasar por la puerta contigua a la mía.

- ¿Puedo pasar? - dije entrando en su habitación.
- ¿Para qué lo preguntas si ya estás dentro? - siguió doblando unas cuántas piezas de ropa extendidas sobre su cama.

Reí.

- Ne... Esta mañana, yo... no debí haber decir todo éso. - me acerqué a paso lento, tocándome la nuca sin atreverme a mirarle. - ¿Me perdonas? - dije sentándome.
- Yamada... no estoy enfadado.
- ¿De verdad? - sonreí. - Menos mal...

Escuché salir un suspiro de su boca al desviar mi mirada a lo que doblaba.

- Ne, el otro día me dejé el manga sobre tu cama, ¿Dond...?
- ¡Shh...! - dijo súbitamente, y aquella paralización que ya había visto antes invadir su cuerpo volvió a aparecer.

Alzó su rostro hacia mí lentamente, preocupado.

- ¿Qu...?

Tapó de repente con la mano mi boca y, cogiéndome de la muñeca, me arrastró hasta el armario que teníamos al lado, junto a su cama, encerrándome ahí dentro ante mi mirada desconcertada. A pesar de todo, sólo atiné a obedecer aquellos ojos alarmados.

Observé entre las aberturas horizontales del armario cómo, con prisas, se posicionaba de inmediato sentado sobre la cama, volviendo a doblar las ropas.

Entonces, la puerta se abrió. Esa persona la cerró con una brusquedad que hizo que el cuerpo de Chinen pegara un respingo sobre la cama. Sus ojos se cerraron con fuerza, pero quien caminaba hacia él, desde ese ángulo, seguramente no sería capaz de percibirlo.

Se agachó frente al menor, quien, al notarlo, abrió los ojos antes que fuera capaz de ver la expresión que escondía su cabeza cabizbaja.

- Hola, conejito. - le cogió del mentón, obligándole a mirarle.

Tuve que ordenar a mi propio cuerpo que se mantuviese quieto, aunque ese remolino de cólera en mi interior intentara lo contrario.

- Creo que me estoy volviendo sordo, pero a lo mejor son imaginaciones mías. A ver... lo repetiré una vez más para asegurarme: Hola, conejito.
- Ho... Hola, Takaki-kun.
- Muy bien. Los conejitos maleducados no me gustan. - hablaba con aquel sosegado tono de voz, como si las palabras acariciasen lentamente el oído en el que se adentraban.

Cualquiera que escuchase aquéllo no se imaginaría que tras esa sonrisa que a mí me causaba una sensación extraña en el cuerpo, había una persona tal vil y desalmada.

Su rostro fue acortando los escasos centímetros que les separaban. Sentí mi sangre burbujear, sentí que iba a perder el control sobre mí mismo, simplemente no quería ver aquéllo pasar. Mandé la orden a mi cerebro de abrir esa puerta, pero, cuando estaba por ejecutarla, vi sus ojos mirando hacia el armario. Esa mirada preocupada y suplicante me detuvo. Observé con impotencia cómo atrapó una parte del labio inferior de Chinen, sonriendo mientras su mirada no dejaba a la del menor.

Y ante mi sorpresa se separó de él, acercándose a su oído.

- Ahora abre esa preciosa boquita y utilízala para algo productivo, ¿Sí?

Chinen tragó saliva con fuerza, y, mientras Takaki se enderezaba, colocándose de pie frente al chico, aquella mirada volvió a dirigirse hacia el armario. El mayor llevó sus manos hacia la hebilla de su cinturón, desabrochándoselo, y, justo cuando iba a bajarse la cremallera unas manos se posaron sobre las suyas, impidiéndole moverlas.

Chinen se puso de pie.

- Va... Vayamos a otro sitio, ¿Vale?
- ¿Cómo que a otro sitio? - dijo en tono malhumorado.
- Es que... los demás... ellos vendrán pronto y...
- Me estás poniendo de los nervios. Cállate.
- Por favor... si nos vamos te prometo que me lo tragaré todo sin rechistar.

Takaki rió ante la clara desesperación del menor, para luego, cogerle del antebrazo y desaparecer tras un golpe seco en la puerta.

Salí de inmediato del interior de aquel mueble, y me quedé instantes delante de la puerta con la mano sobre el pomo de ésta. De verdad no sabía qué hacer. Opté por esperar a que volviese. Sí, éso era lo mejor, ¿Verdad...? ¿O no...?

"¡Reiko, dime qué hacer!", fue lo que pensé. Sabiendo de sobra que ya no podía contar con su ayuda.

Cogí la ropa que estaba por doblar en la cama. Estreché aquella camisa contra mí, aspirando profundamente... Tenía el aroma de Chinen. Decidí terminar de doblarla para ocupar mi mente con algo, el nerviosismo empezaba revolverme el estómago.




Pegué un brinco sobre la cama al escuchar minutos después cómo se abría la puerta. Haber doblado toda aquella ropa hizo que casi se me olvidara lo que pasó.

- Chinen... - me levanté, pero él me ignoró, ni siquiera me miró, entró rápidamente y cogió de debajo de su cama un neceser, para después volver a salir de donde había entrado. - ¡Chinen...! - le perseguí por el pasillo hasta llegar a los lavabos.

Dejó sin esmero el neceser sobre la pileta y sacó de él con prisas el cepillo de dientes y el jabón.

Atiné a mirar lo que hacía. Restregó el cepillo contra el jabón, pasándolo bajo el grifo abierto para después dirigírselo a la boca.

- Ésto es lo que hacías esa vez, ¿Verdad? - no me respondió, siguió cabizbajo, pasando aquel cepillo con excesiva rapidez por cada rincón de su boca. - Chinen, haz algo... ¿No ves cuánto sufres? - decía mientras le veía escupir y enjuagarse la boca, para después cerrar el grifo. - Tiene que haber algo que podamos hac...
- ¡Cállate! - gritó. - ¡Vete, vete de aquí! - siguió con aquel tono de voz, cabizbajo.
- Pero...
- ¡Que te vayas he dicho! No me mires así, ¡Sólo haces que me sienta más patético!
- Chinen...
- Cuando no estabas era más fácil..., Sólo tenía que cerrar los ojos y omitir. Todo era más fácil...

Su voz se quebraba a cada palabra, y, aunque su flequillo lo ocultase, sabía que las lágrimas amenazaban con hacer aparición.

Me acerqué y le cogí de las muñecas para que esas manos dejasen de aguantar su peso en la pileta, obligándole a volverse hacia mí. Mi mano alzó su mentón, sin romper el agarre que la ótra tenía, y mis labios se posaron sobre su frente con lentitud, presionándola sin prisas.

- Yamada, suéltame... Estoy... Estoy sucio, Yamada. - dijo en un hilo de voz, aunque no hizo el mínimo esfuerzo por separarse.

Rodeé sus hombros y le atraje a mí como respuesta.

- No estás sucio... Chinen. - apoyé el costado de mi cabeza en la suya hundida en mi pecho y escuché sus leves sollozos.
- Yamada, ¿Por qué? Por más que intento alejarme de ti... - sonaron esas palabras, ahogadas.
- Shh... calla.

Silencio.

- Respira hondo, cálmate. - susurré y él me obedeció de nuevo. - Ahora rodéame con tus brazos.

Sus manos se alzaron trémulas, y se adentraron en mi chaqueta abierta, y aunque me envolvieron, se mantuvieron sin tocarme.

- Chinen, abrázame. - dije y de un sólo impulso, cómo habiendo reunido antes el valor suficiente y soltado todo de una sóla vez, sentí sus brazos estrechando mi torso.

Sus sollozos se tornaron un angustioso llanto que rasgaba el silencio de las paredes del lavabo, rebotando entre ecos hirientes. Estaba dejándolo salir todo de su interior, mostrándome sólo a mí, a aquel Chinen frágil e indefenso.

- ¿Ves que se está más cálido acompañado? - lo ceñí más a mi cuerpo.

Sentí sus manos agarrar con fuerza la tela de mi camisa sobre mi espalda.

- Yamada... ayúdame... ayúdame... no me dejes sólo, ayúdame...

Su ténue voz entraba en mis oídos, revolucionando cada rincón de mí, haciéndome sentir parte de aquel profundo dolor.

Y entonces lo decidí: Pasara lo que pasase yo le protegería, sin importar qué tipo de obstáculos, lucharía con todas mis fuerzas para cesar el sufrimiento de aquel pequeño cuerpo que tenía entre mis brazos, por él; por Chinen.




Hora de la cena. Asqueroso, todo muy asqueroso, como usualmente.

- Normalmente no comes mucho, pero no sueles revolver la comida con esta cara abstraída, ¿Qué ocurre, Yamada? - me preguntó Ryutaro.
- Hoy no me apetece comer, me voy a la cama. - me levanté.
- Cuidado que te castigarán. - rieron y esta vez yo también lo hice.

Por desgracia había comprendido la gracia de aquel chiste: Aquí no le importábamos a nadie, nadie nos cuidaba más que nosotros mismos, éramos una mera fuente de ingresos para el dueño del centro, apenas nos prestaban atención para la comida y poco más. El empeño en ignorar lo que pasaba en el interior de la bonita fachada del horfanato había desarrollado consecuencias... consecuencias que dejarían marca para toda la vida.

Eché un vistazo para comprobar antes de salir que aquella voz realmente fuese la de Takaki. Lo era. Me fui, encaminándome a buscar a Chinen, quien no se había presentado a la cena.

Pasé por su cuarto; no estaba, me aventuré a ir entre la oscuridad del jardín a la casita; tampoco, en los baños; ni rastro suyo.

Paré un segundo en mitad del pasillo, frunciendo el seño, concentrándome. Entonces, me percaté de que mi cuarto era el único que tenía la puerta abierta.

Entré silenciosamente.

Caminé hasta mi cama, y, efectivamente, aquel bulto sobre ella se trataba del cuerpo adormecido de Chinen.

Sonreí.

Me senté sobre el colchón, y las yemas de mis dedos rozaron con delicadeza y lentitud su mejilla ligeramente enrojecida; al parecer había estado llorando.

- Parece ser que me he enamorado de ti, pequenín. - susurré, acercándome a su rostro y secando con mis labios las lágrimas atrapadas en sus lagrimales.

"Me pregunto... cómo Takaki es capaz de hacerle daño a alguien tan adorable como tú", fue lo que pensé, al verle, al menos en sueños, sonreír dulcemente.


En ese entonces no me percaté, pero una mirada había presenciado aquella escena desde la puerta, mostrando sobre sus labios una sonrisa ruin que no presagiaba nada bueno.

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Y hasta aquí llegamos hoy.

Si comentáis haréis a Mika muuuy muuuy happy *^*



Ja ne~~~